viernes, 26 de agosto de 2011

La estructura mental del fariseo


Dr. Miguel Ángel Núñez

Ser fariseo no necesariamente implica pertenecer al grupo de seguidores de la secta (Lc. 5:30) que existía en los tiempos de Jesús. Es una forma de pensamiento que nunca ha dejado de estar presente en la religión, traspasa las fronteras ideológicas y se sumerge en los vaivenes de la historia. Aflora siempre, con formas variadas y modificadas, para manifestarse de una manera u otra, pero en todas las ocasiones con una misma estructura de pensamiento.

El sectarismo fariseo

La mente sectaria se caracteriza por su actitud cerrada en sí misma y por la manera en que observa a los demás. El espíritu de “nosotros” y “el resto del mundo”, esconden un sentido de orgullo y vanidad personal. Es la vieja costumbre de construir muros alrededor de sí mismos creyendo que todos los demás están excluidos de la gracia, solamente porque yo (es muy importante el yo), tengo “una verdad” (porque tampoco se trata de LA VERDAD, en términos absolutos, ¿quién podría tenerla? Sino de una verdad parcial, particular y exclusiva).

El concepto “fariseo” viene de una expresión hebrea que podría traducirse como “puros”. Desde el nombre se observa su actitud sectaria. Le dicen al mundo “nosotros los puros” y ustedes los impuros. Esa auto denominación de “puros” ya es un acto de presunción, no obstante, no alcanzan a percibirlo, igual que los fariseos modernos que en su presunción orgullosa tampoco alcanzan a percibir cuán alejados están de aquello que pregonan.

¿Qué habrán hecho en su mente para racionalizar el dicho del sabio que escribió tajante?
¿Quién puede afirmar: ‘Tengo puro el corazón; estoy limpio de pecado’? (Pr. 20:9).
Sólo lo puede decir alguien que está tan ciego frente a su propia condición que no entiende ni siquiera lo que hace.

Los puros no se juntaban con los demás. No querían que otros “impuros” lo contaminaran. Eso me hace sospechar de dicha pureza, porque cuando alguien no desea contaminarse con la “impureza” de otros, entonces, su propia pureza está en entredicho. Por eso Jesús era visto con escándalo. Se juntaba con prostitutas, ladrones y despreciados, que en épocas de Cristo eran los pobres (si eran pobres era porque no contaban con la bendición de Dios), los enfermos (si estaban enfermos era porque Dios los había castigado), y algunos oficios (pastores de ovejas, peleteros, sepultureros, recolectores de basura, gente que en la mentalidad judía se habían convertido en la casta de los despreciados).

El fariseo no logra entender la oración de Jesús:
No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno (Jn. 17:15).
Para el fariseo esas palabras eran chino básico, no las entendían, su dialecto mental no se los permitía.

Por eso que insistentemente se preguntaban:
¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores? (Mt. 9:11).
No lograban, en sus mentes “puras”, entender que lo que Jesús hacía era como irónicamente él mismo dice: Visitar a los enfermos, no a quienes en su justicia propia creían estar sanos (Mt. 9:12). Sin embargo, al estar ciegos se contentaban con murmurar en contra de Cristo (Lc. 15:2) y burlarse de él (Lc. 16:14).

La norma y lo normal

La expresión “norma” viene de “normal” y aquí aflora la siguiente actitud mental de los fariseos, consideraban que lo que ellos proponían como estilo de vida era lo “normal”, por lo tanto, lo que ellos hacían se convertía en “norma”, y de allí a crear toda una “normativa” respecto a su estilo de vida era la consecuencia lógica de creer que ellos estaban dentro de lo “normal” y los demás “en lo anormal”.

¿Qué es normal? Lo que los fariseos no captaron nunca es que lo “normal” siempre se vincula a un hecho cultural. Lo consuetudinario se va convirtiendo poco a poco en “norma” y se construye a partir de ese hecho. La norma, que se da a partir de lo normal, se convierte en una especie de camisa de fuerza, porque ata, limita, condiciona y no se puede ver más allá de la propia nariz.

Es interesante que vez tras vez Jesús se pronunciara en contra de “la norma” de los fariseos, pero nunca hizo ninguna declaración sobre la conducta “normal” de los judíos.

Hay allí un mensaje que normalmente en las discusiones sobre “normas” olvidamos: La cultura responde a una estructura mental, cuando la mente se transforma, entonces, por ende lo cultural también será transformado. Jesús no estaba enfocado en lo cultural, sino en la transformación mental, pero no condenaba a nadie por ser o no cambiado, entendía que es un proceso, que puede llevar toda la vida, tal como le llevó a Pedro superar su concepto cultural que los no judíos también podían ser parte del pueblo de Dios, por ejemplo.

Nunca Jesús pretendió imponer una norma, su invitación era para una vida nueva, pero no condenó a nadie que no lo siguiera, ni aún a aquellos que lo merecían. A las únicas personas que trató de manera dura fue a los fariseos que estaban tan ciegos que no lograban percibir cuán lejos se habían ido de la gracia de Dios. Tan ciegos que no eran capaces de ver los milagros que Jesús hacía en la vida de otros (Jn. 9).

Misericordia, no sacrificio

La estructura mental del fariseo deriva en sacrificio, por una simple razón. Para mantener la pureza es necesario “hacer algo”, no es posible descansar en la gracia, es imprescindible que me pruebe a mí mismo y al resto de los “puros” que soy parte de un grupo individualizado y único.

Aquí entra a tallar la identidad. Los fariseos buscaban desesperadamente elementos que los distinguieran de los demás. Querían hitos de identificación, que las demás personas supieran apenas los observaran que ellos eran “los puros”. La vieja mentalidad del “nosotros” y “el resto del mundo” podía más en la mente farisea.

El problema de centrarse en sí mismos fue lo que llevó a los fariseos a dejar de ver a Dios. Aquí se da un punto paradojal, queriendo defender a Dios se concentraron en sí mismos y en otros. No entendían la gracia y la misericordia de Dios, por lo tanto, se concentraban en el “hacer” lo que supuestamente le agradaba a Dios con el fin de tener la aprobación divina. ¿Por qué era tan importante la sensación de aprobación? Simplemente porque no confiaban en la gracia. No entendían que la misericordia de Dios los cubría y los hacía aptos para Dios, ellos querían aportar algo, dar a conocer una forma de vida distintiva que fuera su pasaporte para la eternidad. Por esa razón les molestó tanto cuando Jesús les dijo:
Porque misericordia quiero, no sacrificios (Mt. 9:13).
Se deben haber preguntado: “¿De qué sirve entonces todo lo que hacemos?”, “¿Qué se cree este que viene a poner en duda nuestro sacrificio personal?”.

Una justicia superior

En algún momento, Jesús quien intentaba hacer que sus discípulos dejaran de mirar la norma y se concentraran en la gracia les dijo:
Porque les digo a ustedes, que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley (Mt. 5:20).
Los discípulos, que no dejaban de ser judíos, se sintieron sorprendidos y pensaron para sí: “¿Entonces quién?”. Ellos veían la justicia propia de los fariseos, estaban conscientes de su esfuerzo y sacrificio, y ahora venía Jesús a decirles que la justicia de ellos debía ser superior. ¿Cómo alcanzar la norma farisea? ¿Cómo llegar a imitarlos?

Ellos pensaban en la norma, como todos aquellos que aún no entienden la gracia.
Jesús pensaba en su justicia, la justicia ofrecida por Dios a la humanidad, la justicia que había ofrecido desde un comienzo en el Edén cuando mató a un animal y con las pieles de dichos animales hizo ropas para la confundida primera pareja. Desde ese instante Dios les dijo, la justicia no es subjetiva, no viene desde ustedes, de su mente ni de sus intenciones, la justicia viene desde afuera, es objetiva, proviene de Dios.

El dilema de los fariseos modernos es que siguen teniendo la mentalidad de la primera pareja, que luego de saberse pecadores, buscan por sus propios esfuerzos cubrir su culpa, esconderse de Dios, poner algo sobre ellos que los haga invisibles a la divinidad. Dios viene, con cariño, con bondad, sin gestos de condena y sin decirle nada simplemente mata a un animal, presumiblemente un cordero, y prepara ropas para ellos con dichas pieles. El primer peletero de la historia fue Dios mismo, que con ese acto mostró su infinito amor.

Los fariseos de hoy aún siguen tratando de hacer ropas de hojas de higuera para cubrir su sensación de pobreza, viven acomodando su justicia personal, preguntándose diariamente ¿qué querrá Dios? ¿Cuándo seré apto? ¿Cuándo alcanzaré la norma? Sin entender que no es esa la pregunta correcta sino entender que Dios se pregunta ¿cuándo aceptarán mi justicia? ¿Cuándo permitirán que les quite ese ropaje de piedad para cubrirlo con mis ropas de santidad?

El fariseo se concentra en “lo prohibido” (Mt. 12:2), porque sus ojos están cegados a la gracia que cubre sus pecados. Por esa vía Jesús entendía que ellos:
Les cierran a los demás el reino de los cielos, y ni entran ustedes ni dejan entrar a los que intentan hacerlo (Mt. 23:13).

Sepulcros blanqueados

Probablemente la reprensión más fuerte realizada por Jesucristo a algún ser humano fue esta, que no es precisamente un elogio, sino raya con la ofensa y la ironía incisiva (Mt. 23:27). Lo que está haciendo Cristo es utilizar un último recurso dialéctico y discursivo a ver si alguno de ellos reacciona y logra entender su condición. Fue, en cierto sentido, mucho más suave que Juan el Bautista que los llamaba “camada de víboras” (Mt. 3:7). No quisiera estar en sus zapatos. Ya es duro ser pecador, pero que me llamen “víbora” o “sepulcro blanqueado” es terrible.

La mentalidad farisea se concentra en “parecer”, no en “ser”. Buscan incansablemente mostrarse ante los demás puros, correctos, con identidad, dignos, sanos, buenos, sin comprender que por dentro viven todo lo contrario. Su sensación de indignad la cubren cumpliendo normas y viviendo de tal manera que su “pureza” exterior, oculte su “inmundicia” interior. Cuando Jesús utiliza esta expresión está dejando en evidencia la condición no sólo farisea sino humana.

El fariseo se concentra en superar “los pecados”, Dios busca que entiendan que eso es imposible. Que el gran problema de la humanidad es la “naturaleza corrompida”, que la hemos recibido como herencia y ante la cual nada podemos hacer. Si no se produce un milagro desde Dios, no hay posibilidades para los seres humanos, ninguna. La “superación de pecados particulares”, sólo lleva a la frustración y el auto engaño. A la simulación de piedad, a la búsqueda de una identidad santa frente a los demás. Sólo cuando entendemos que el problema es “la naturaleza pecaminosa” no el pecado que hacemos diariamente, entonces y sólo entonces, es posible que comience a producirse el milagro de “vivir una vida nueva”, que viene como efecto del trabajo que hace Dios en nosotros y por nosotros. Sin embargo, este pensamiento es demasiado fuerte para la mentalidad farisea, no lo pueden aceptar, echa por tierra sus esfuerzos personales y no puede sentirse aceptado.

Condena

¿Qué le queda a la mentalidad farisea cuando se le ha quitado el piso en el que asentaba su ideología? La defensa de su modo de vivir, que se traduce en condena a todo aquel que no vive a la altura de lo que ellos creen. Miran con sospecha a todo aquel que no vive “la tradición” (Mt. 15:1), que es finalmente lo único que les importa.

Jesús iba a las plazas y allí conversaba con las prostitutas, las mujeres consideradas de más baja ralea en la sociedad judía. Una sociedad hipócrita donde muchos, incluyendo fariseos utilizaban sus servicios sexuales, como Simón el fariseo, pero en público manifestaban una actitud de condena. ¿Qué deben haber sentido cuando Jesús les hablaba con cariño, con bondad, sin condena? En realidad, cuando el fariseo observaba la bondad de Jesús se sentía reprendido, y su conducta, tal como animal herido era atacar a quién lo hacía sentir mal.
Jesús visitaba a los publicanos, los ladrones profesionales que hacían de los impuestos su modo de vida, robando, extorsionando, maltratando, humillando, y poniéndose al servicio de un poder extranjero. Nunca Cristo reprendió a un publicano, nunca lo acusó ni lo puso en evidencia. Hizo lo que ningún fariseo habría hecho: Los visitó, comió con ellos a su mesa (Lc. 7:3), les habló, rió con sus chistes, aceptó que lo acompañaran los otros ladrones profesionales, ladrones se juntan con ladrones, así que era normal que estuvieran en las fiestas de publicanos (Lc. 14:1). Jesucristo no hizo relaciones públicas, simplemente estaba cumpliendo el mandato de Dios de mostrar misericordia y amor, y lo hacía no separándose de ellos, sino mostrándoles cariño y amor, con su presencia y su actitud. Era eso lo que producía el cambio, el que hizo que Zaqueo devolviera lo que había robado, no para ganarse el reino de Dios, sino porque había sido ganado para el reino por la gracia mostrada por Jesucristo.

Por esa razón los fariseos se ofendieron tanto cuando Jesús les dijo: “Las prostitutas y los publicanos van en vez de vosotros al cielo” (Mt. 21:31). Noten que pongo otra versión, porque es tan fuerte que la mayoría de las traducciones lo ha suavizado escribiendo “antes de”, pero no fue eso lo que les dijo Cristo, los despreciados y los que se saben pecadores, van en vez de ustedes. En otras palabras, ustedes no pueden ir, su justicia propia no se los permite.

No es extraño que planearan el asesinato de Jesús (Mt. 12:14), pero no sintieran que aquello era una aberración. ¿Cómo es que iban a dormir tranquilos creyéndose salvos, si estaban planeando matar a alguien? Es la vieja paradoja, la mentalidad farisea llega a racionalizar tanto su presunción que llegan a creer que el maltrato a otros es lícito si lo hacen para defender lo “que le agrada a Dios”, sin entender que lo que le agrada a Dios es la misericordia, especialmente ante el que está consciente de su pecado.

No vieron la gracia, en su presunción llegaron a afirmar que Jesús hacía milagros a nombre de Beelzebú (Mt. 12:24). El fariseo sospecha de todo aquel que se sale de la norma que él proclama como única. Es lo que hicieron con Jesús (Jn. 9:16), y nunca han dejado de hacer.

La desgracia del fariseo

La mentalidad farisea, concentrada en la justicia propia y en la norma no puede vivir feliz. Al contrario, no descansa. En cada instante siente que puede fallar. A cada momento se da cuenta que puede equivocarse, por lo tanto, sólo cree estar a salvo viviendo la norma, buscando lo normativo como modo de vida, para de esa forma, en el auto engaño que ha construido, sentir algo de paz, una paz precaria que lo hace vivir la vida en constante penitencia. Luego, tiene la enorme necesidad de exhibir a Dios lo que hace porque de esa forma siente, en su mente enferma y perdida, que ha hecho algo digno y Dios tendría “la obligación” de escucharlo. Es la actitud del fariseo que “oraba consigo mismo”, como dice irónicamente Jesús. Sin embargo, el publicano que conocía su condición, que entendía con claridad que no era digno, no quería ni siquiera alzar su cabeza, para orar como oraba todo “buen judío”, mirando al cielo, cara a cara con Dios, y con las manos en alto. Sin embargo, luego de haber derramado sus pensamientos delante de Dios, el publicano siente paz, se sabe perdonado. Por lo tanto baja a su casa justificado, tal como dice la Escritura.

Al llegar a casa ¿quién cree que celebrará el publicano o el fariseo? Pues el fariseo seguirá en penitencia, porque no se sabe perdonado, no vive la gracia, está atrapado en la norma, por lo tanto, vivirá la angustia del perdido, del que no tiene descanso mental y por lo tanto, vivirá una depresión religiosa permanente y se preguntará ¿qué hago para agradar a Dios? Pregunta absurda, como si Dios necesitara algo, mentalidad distorsionada del que cree a partir de su egoísmo que Dios es un ser egoísta que está esperando sólo personas que le alaben, cuando en realidad, lo que no entienden es que Dios espera celebración, quiere gozarse con la alegría del que entiende que la justicia de Dios está satisfecha con la “muerte del cordero”, con la muerte del penitente.

Jesús muestra que la verdadera justicia de Dios siempre lleva a la celebración. El pastor encuentra a la oveja perdida y hace una fiesta (Lc. 15:6). La mujer encuentra su moneda y hace fiesta (Lc. 15:9). El padre recibe al hijo que estaba muerto y hace fiesta (Lc. 15:23-25). Pero el fariseo se queda afuera “escuchando la música del baile” (Lc. 15:25), rumiando su amargura y preguntándose ¿por qué celebran? ¿Por qué hacen fiesta? ¡El pecador no merece fiesta! ¡Hay que condenarlo! En su ceguera no participa de la alegría y se pierde lo mejor de la celebración y se va solo, amargado, a vivir la norma. La tragedia del fariseo es que no celebra, sólo vive penitente, con miedo a equivocarse y sin salir nunca de su amargura. Se queda en la vereda del frente mirando la alegría de otros, la tragedia del fariseo es que no llega nunca a comprender que la redención produce celebración.

Conclusión

En una ocasión los discípulos se acercaron a Jesús, no sé si en son de chisme o de preocupación, el texto no lo dice, pero conociendo a los seguidores de Jesús en ese momento, que estaban en proceso de transformación y aún no entendían, me inclino más por lo primero. Le dijeron a Jesús:
¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oír eso? (Mt. 15:12).
La respuesta de Jesús es desconcertante:
Toda planta que mi Padre celestial no haya plantado será arrancada de raíz —les respondió—. Déjenlos; son guías ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en un hoyo (Mt. 15:13-14).
En otro momento Jesús les dijo a sus discípulos:
—Tengan cuidado —les advirtió Jesús—; eviten la levadura de los fariseos y de los saduceos.
Pero como los discípulos eran tan niños para pensar ante su incertidumbre les dijo:
Entonces comprendieron que no les decía que se cuidaran de la levadura del pan sino de la enseñanza de los fariseos y de los saduceos (Mt. 16:6, 12).
En otra ocasión Jesús les dijo a sus seguidores, refiriéndose a los fariseos:
No hagan lo que hacen ellos, porque no practican lo que predican.  Atan cargas pesadas y las ponen sobre la espalda de los demás, pero ellos mismos no están dispuestos a mover ni un dedo para levantarlas.  Todo lo hacen para que la gente los vea (Mt. 23:-3-5).
Por dura que parezca, sigue siendo la respuesta de Jesús, para el fariseísmo, que aún después de siglos, no termina de desaparecer.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

domingo, 21 de agosto de 2011

Libertad de opinión, difamación, calumnia e injuria

Dr. Miguel Ángel Núñez

La libertad de opinión debe ser defendida como uno de los grandes logros del mundo moderno. Como diría la escritora inglesa Evelyn Beatrice Hall (1868–1919), en una frase erróneamente atribuida a Voltaire: “Estoy en desacuerdo con tus ideas, pero defiendo tu sagrado derecho a expresarlas”.

Opinar no debe estar en duda. Cada persona tiene derecho a la libre expresión, limitarla o anularla es simplemente un atropello a un derecho básico. De hecho el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos la consigna como un derecho fundamental. 
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Sin embargo, una cosa es opinar y expresar libremente y otra forma distinta es la difamación, la calumnia y la injuria. Algunas personas no logran entender la diferencia.

Difamación

Una opinión difamatoria tiene como objetivo destruir la honra y el prestigio de una persona. Cuando es oral, constituye un agravio, puesto que tiende a no trascender. Cuando es escrita toma la forma de un libelo puesto que queda consignado en un medio fijo, sea electrónico o en papel. En ambos casos, es difamación.

Lo que se dice es una mezcla de mentira y verdad, no obstante, los lectores u oidores, que reciben la información, no pueden distinguir claramente entre la verdad y el error. La ambigüedad es una de las características de la difamación.

Un ataque difamatorio es siempre una acción a mansalva. Es expresar opinión basado en rumores, informaciones parciales, mentiras, medias verdades, ambigüedades, énfasis desproporcionados y datos parciales.

La mayoría de los países defiende el derecho de las personas a la libre expresión. No obstante, muchas de ellas han creado leyes para condenar la difamación. Lo primero es un derecho, lo segundo un delito.

Injuria

La injuria es prima hermana de la difamación. La expresión injuria viene de una expresión latina compuesta que significa "lo contrario al derecho".

Es injuria todo acto dirigido contra una persona con el fin de perjudicar su reputación, o que atenta contra su autoestima, y que llega a ser conocido por terceros, en una acción lesiva y con publicidad en cualquier medio social.

Puede expresarse en expresiones soeces, de desvalorización, atribuir malas o segundas intenciones, dar información parcial para hacerse una idea equívoca de otro, despreciar ideas o comportamientos de otros, comparaciones denigrantes, expresiones ofensivas, motejar, mofarse o burlarse de algún individuo. Por lo tanto, todo lo que tienda a destruir la honra de otra persona, puede considerarse un acto injurioso.

El artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos señala claramente que:
Todo ser humano tiene el derecho natural al debido respeto de su persona, a la buena reputación.
Basado en este predicamento es que han surgido las leyes que condenan la injuria.

Calumnia

La calumnia está emparentada con la injuria, se constituye en tal cuando una persona emite una declaración falsa sobre otro individuo. Para que se configure el delito, la falsedad debe ser comunicada de manera oral o escrita en cualquier forma posible.

Siempre en la calumnia hay una acción intencional de dañar y sembrar dudas sobre la honorabilidad de una persona. Se constituye en delito toda vez que se cause no sólo daño efectivo en situaciones laborales o sociales, sino también por los efectos psicológicos que provoca en las personas calumniadas.

La ética de la libre expresión

La libertad de expresión debe ser éticamente sustentable. Afirmar algo sin base ni sustento no es libre opinión sino difamación.

Un comportamiento ético que se basa en principios entiende que toda persona tiene derecho a tener un buen nombre y una buena reputación.

Alguien puede estar equivocado, podemos opinar de sus ideas, incluso sobre su comportamiento, pero siempre cuidando de no atacar al individuo sin base ni sustento. Aún cuando sea errado su accionar tiene derecho a ser considerado inocente, hasta que no se demuestre lo contrario.

La delgada línea

Hay una delgada línea entre la denuncia y la difamación. Cuando algo no está bien y algún momento es necesario denunciarlo es un deber moral hacerlo, no obstante, es preciso que sea atendiendo a los hechos exclusivamente, sin declarar algo más.

Cuando se denuncia algo, pero sin sustento, basado en opiniones sin fundamento se está ante un acto difamatorio, por mucho que nos moleste la conducta u opinión que pretendemos denunciar.

Argumentum ad hominim

Concepto de la lógica formal. Literalmente significa “argumento contra el hombre”. Cuando se usa este resquicio errado de la persuasión lo que se pretende analizar pierde validez lógica.

El análisis de alguna idea o concepto debe ser hecho sobre la base de los argumentos exclusivamente. Cuando el análisis degenera en ataques personales, el argumento pierde valor.

La persona es irrelevante al análisis y al argumento. Personas de conducta errática como Anás pueden decir verdades y lo mismo a la inversa.

Cuando se ataca la honorabilidad de una persona, entonces se cae en un argumento que puede ser persuasivo, pero que está viciado. Un buen argumento sólo analiza los datos desconectados de la vida del individuo.

Religión y libre expresión

En muchas ocasiones, personas honestas, motivadas por un celo desproporcionado de la fe propia, tienden a difamar, calumniar o injuriar a quienes no tengan los mismos principios y conceptos religiosos.

Una cosa es el análisis de las ideas de otros, otra cosa muy distinta es injuriar, calumniar o difamar. Lo primero es algo necesario toda vez que las personas tienen derecho a examinar con cuidado qué ideas quieren creer, lo segundo, es un delito que atenta contra el derecho a la honorabilidad de las personas.

Cuando una persona religiosa, por muy honesta que sea, crea un estereotipo sobre alguna persona con la cual no comparte sus ideas religiosas, simplemente, con dicho acto invalida la defensa de sus propias ideas.

La libertad de opinión y de expresión no debe ser limitada ni siquiera para cuestiones religiosas o teológicas, no obstante, siempre deben expresarse respetando la honra, buen nombre y credibilidad de otros.

La defensa de la verdad se obstruye, denigra o anula, cuando en el celo por la certeza religiosa o el dogma que sustentamos, denigramos, motejamos, desvalorizamos, nos burlamos, injuriamos, difamamos, o calumniamos a quienes sostienen una idea contraria. Es lo que la Biblia llama maledicencia.

Muchos religiosos se sienten con derecho a la injuria porque supuestamente están defendiendo su convicción religiosa. Dicha forma de actuar no es admisible, toda vez que la defensa de la verdad no implica cometer delitos.

El silencio de los testigos


Ahora bien, todo esto tiene un correlato ético que es necesario analizar. Siempre que se difama, calumnia o injuria a alguien hay testigos. Cuando los testigos callan, entonces, se convierten en cómplices y son tan culpables como los difamadores, calumniadores e injuriosos.

Callar ante el atropello de alguien es validar la conducta errada. Callar ante la injuria es complicidad. Callar ante el agresor, por comodidad o "prudencia", es cobardía.

En la Alemania nazi la mayoría de los cristianos, de los que decían estar comprometidos con Dios y su Palabra callaron ante las atrocidades del régimen. De nada sirvió que después salieran a pedir disculpas, el daño estaba hecho, el ateísmo alemán contemporáneo tiene alguna lógica.

En la Rusia de los zares, los cristianos comprometidos callaron ante el atropello que sufrían los judíos por haber sido culpables de "la muerte de Cristo". El rechazo a la religión que vino después es parte de los efectos del silencio de los testigos.

En Latinoamérica, la mayoría de los cristianos callaron ante el atropello de los derechos humanos efectuado por los gobiernos de facto que irrumpieron de manera salvaje en la historia de miles que fueron asesinados, destrozados y torturados. El descrédito de los grupos religiosos que hay en Sudamérica es parte de la reacción ante el silencio de los que supuestamente deberían defender lo bueno, lo justo y lo de buen nombre.

Se podrían dar cientos de ejemplos históricos que muestran las graves consecuencias de callar ante la injusticia, la calumnia, la injuria y la difamación, actitud, que lamentablemente han tenido a través de la historia muchos cristianos. Ruanda, EE.UU., Kosovo, El Salvador, Nicaragua, Francia, España, y la lista sigue, de países que en diferentes momentos de la historia han sido testigos de diferentes tipos de agresión a personas que sólo defendían su derecho a opinión, mientras los cristianos, callaban para ser "políticamente correctos" o simplemente, por silencio cómplice.

En la iglesia, cuando alguien es difamado, injuriado o calumniado, y el resto de la hermandad calla por prudencia, miedo o lo que sea, provoca no sólo que muchos se alejen de la fe, sino que tarde o temprano dicha actitud se convierta en la forma tradicional de actuar.

El derecho a opinar

Nadie debe ser privado de su derecho a opinar. La libre expresión es un derecho fundamental consignado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, la libre expresión está reñida con formas de actuación que constituyen delito: Difamación, injuria y calumnia.

Los religiosos, especialmente, deberían ser instruidos en la lógica de la expresión libre de la opinión para no caer en excesos que invaliden de hecho sus propias verdades.

Opinar es un derecho. Injuriar, difamar, calumniar es un delito. Distinguir una conducta de la otra es clave para un buen entendimiento entre los seres humanos.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

sábado, 20 de agosto de 2011

De juicios y condenas


Dr. Miguel Ángel Núñez

Al levantarme esta mañana, a la hora que suelo hacerlo, en torno a las 5 de la mañana, he podido comprobar que en poco menos de 12 horas he recibido las mayores muestras de aprecio y los peores epítetos de mi vida (en el sitio Una verdadera adoración), lo que refrenda plenamente el artículo que escribí, estamos ante la presencia de una nueva inquisición, la vieja práctica de juzgar y condenar, que evidentemente no proviene de Dios.

Es bueno que recordemos algunas citas, que probablemente algunos en su celo olvidan y caen, quiero creer que sin intención, en prácticas que nada tienen que ver con el espíritu que manifestó Cristo.

Sólo para meditar durante este sábado.



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“‘No juzguéis, para que no seáis juzgados’. No os estiméis mejores que los demás ni os erijáis en sus jueces. Ya que no podéis discernir los motivos, no podéis juzgar a otro. Si le criticáis, estáis fallando sobre vuestro propio caso; porque demostráis ser partícipes con Satanás, el acusador de los hermanos. El Señor dice: ‘Examinaos a vosotros mismos si estáis en fe; probaos a vosotros mismos’. Tal es nuestra obra. ‘Que si nos examinásemos a nosotros mismos, cierto no seríamos juzgados’” (Deseado de Todas las Gentes, 281-282).

“En asuntos de conciencia, el alma debe ser dejada libre. Ninguno debe dominar otra mente, juzgar por otro, o prescribirle su deber. Dios da a cada alma libertad para pensar y seguir sus propias convicciones. ‘De manera que, cada uno de nosotros dará a Dios razón de sí’. Ninguno tiene el derecho de fundir su propia individualidad en la de otro. En todos los asuntos en que hay principios en juego, ‘cada uno esté asegurado en su ánimo’. En el reino de Cristo no hay opresión señoril ni imposición de costumbres” (Deseado de todas las gentes, 505).

“Cuando nos vemos en conflicto con los enemigos de Cristo, no debemos hablar con espíritu de desquite, ni deben nuestras palabras asemejarse a una acusación burlona. El que vive como vocero de Dios no debe decir palabras que aun la Majestad de los cielos se negó a usar cuando contendía con Satanás. Debemos dejar a Dios la obra de juzgar y condenar” (Discurso maestro de Jesucristo, 53).
Los fariseos “No salían de sus servicios religiosos humillados por la convicción de lo débiles que eran ni agradecidos por los grandes privilegios que Dios les había dado. Salían llenos de orgullo espiritual, para pensar tan sólo en sí mismos, en sus sentimientos, su sabiduría, sus caminos. De lo que ellos habían alcanzado hacían normas por las cuales juzgaban a los demás. Cubriéndose con las togas de su propia dignidad exagerada, subían al tribunal para criticar y condenar” (Discurso maestro de Jesucristo, 106).

“Dijo Jesús: ‘No juzguéis, para que no seáis juzgados’. Quería decir: No os consideréis como normas. No hagáis de vuestras opiniones y vuestros conceptos del deber, de vuestras interpretaciones de las Escrituras, un criterio para los demás, ni los condenéis si no alcanzan a vuestro ideal. No censuréis a los demás; no hagáis suposiciones acerca de sus motivos ni los juzguéis” (Discurso maestro de Jesucristo, 106).

"Los que juzgan o critican a los demás se proclaman culpables; porque hacen las mismas cosas que censuran en otros. Al condenar a los demás, se sentencian a sí mismos, y Dios declara que el dictamen es justo” (Discurso Maestro de Jesucristo, 106).

“Quienquiera que se atreva a juzgar los motivos ajenos usurpa también el derecho del Hijo de Dios. Los que se dan por jueces y críticos se alían con el anticristo” (Discurso Maestro de Jesucristo, 107).

“El pecado que conduce a los resultados más desastrosos es el espíritu frío de crítica inexorable, que caracteriza al farisaísmo. Cuando no hay amor en la experiencia religiosa, no está en ella Jesús ni el sol de su presencia. Ninguna actividad diligente, ni el celo desprovisto de Cristo, puede suplir la falta. Puede haber una agudeza maravillosa para descubrir los defectos de los demás; pero a toda persona que manifiesta tal espíritu, Jesús le dice: "¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano". El culpable del mal es el primero que lo sospecha. Trata de ocultar o disculpar el mal de su propio corazón condenando a otro” (Discurso Maestro de Jesucristo, 108).
“Cuando los hombres alientan ese espíritu acusador no se contentan con señalarlo que suponen es un defecto de su hermano. Si no logran por medios moderados inducirlo a hacer lo que ellos consideran necesario, recurrirán a la fuerza. En cuanto les sea posible, obligarán a los hombres a conformarse a su concepto de lo justo. Esto es lo que hicieron los judíos en los tiempos de Cristo y lo que ha hecho la iglesia cada vez que se apartó de la gracia de Cristo. Al verse desprovista del poder del amor, buscó el brazo fuerte del estado para imponer sus dogmas y ejecutar sus decretos. En esto estriba el secreto de todas las leyes religiosas que se hayan dictado y de toda persecución, desde los tiempos de Abel hasta nuestros días. Cristo no obliga a los hombres; los atrae. La única fuerza que emplea es el amor. Siempre que la iglesia procure la ayuda del poder del mundo, es evidente que le falta el poder de Cristo y que no la constriñe el amor divino” (Discurso maestro de Jesucristo, 109).

“El que mire a menudo la cruz del Calvario, acordándose de que sus pecados llevaron al Salvador allí, no tratará de determinar el grado de culpabilidad en comparación con el de los demás. No se constituirá en juez para acusar a otros. No puede haber espíritu de crítica ni de exaltación en los que andan a la sombra de la cruz del Calvario” (Discurso maestro de Jesucristo, 109).

“TODA asociación en la vida requiere el ejercicio del dominio propio, la tolerancia y la simpatía. Diferimos tanto en disposición, hábitos y educación, que nuestra manera de ver las cosas varía mucho. Juzgamos de modos distintos. Nuestra comprensión de la verdad, nuestras ideas acerca del comportamiento en la vida, no son idénticas en todo respecto. No hay dos personas cuyas experiencias sean iguales en todo detalle. Las pruebas de uno no son las de otro. Los deberes que a uno le parecen fáciles, son para otro en extremo difíciles y le dejan perplejo.

Tan frágil, tan ignorante, tan propensa a equivocarse es la naturaleza humana, que cada cual debe ser prudente al valorar a su prójimo” (El ministerio de curación, 385).

“Si comprendemos la longanimidad de Dios para con nosotros, nunca juzgaremos ni acusaremos a nadie” (El ministerio de curación, 391).

“¿Quién puede subsistir delante de Dios y presentar un carácter sin defecto, una vida sin mancha? ¿Cómo puede, pues, atreverse alguno a criticar y condenar a sus hermanos? Aquellos que pueden esperar salvación únicamente por los méritos de Cristo, que deben buscar perdón por la virtud de su sangre, están bajo la más solemne obligación de manifestar amor, piedad y perdón hacia sus compañeros en el pecado” (Joyas de los testimonios, 2:252).

“El hombre finito está propenso a juzgar mal el carácter, pero Dios no confía la obra de juzgar y dictar sentencia sobre el carácter de los demás, a los que no están capacitados para hacerlo. No nos corresponde decir qué es trigo y qué es cizaña. El momento de la siega determinará plenamente, el carácter de las dos clases enunciadas por los símbolos de la cizaña y el trigo. La obra de separación ha sido confiada a los ángeles de Dios; no ha sido puesta en manos de hombre alguno” (La iglesia remanente, 69).

“Esta actitud de cuestionar, criticar, denunciar y juzgar a otros, no es una evidencia de que la gracia de Cristo mora en el corazón. No produce unidad. Tal obra ha sido llevada a cabo en el pasado por personas que pretendían poseer una luz maravillosa, cuando en realidad estaban profundamente hundidas en el pecado” (Mensajes selectos, 2: 91).

“Cualquiera que confíe en que es justo, despreciará a los demás. Así como el fariseo se juzga comparándose con los demás hombres, juzga a otros comparándolos consigo. Su justicia es valorada por la de ellos, y cuanto peores sean, tanto más justo aparecerá él por contraste. Su justicia propia lo induce a acusar. Condena a "los otros hombres" como transgresores de la ley de Dios. Así está manifestando el mismo espíritu de Satanás, el acusador de los hermanos. Con este espíritu le es imposible ponerse en comunión con Dios. Vuelve a su casa desprovisto de la bendición divina” (Palabras de vida del gran maestro, 117).


"No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes".
Jesús de Nazareth






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El que quiera entender, puede hacerlo. Elque no quiere, ni Dios puede transformarlo.

viernes, 19 de agosto de 2011

Presunción de algunos “creadores” y “expertos”


Dr. Miguel Ángel Núñez

El arte es un campo minado deopiniones divergentes. Cuando leo algunas de las disputas que se observan enlos foros de opinión no dejo de sorprenderme por la mezcla de vanidad,presunción y orgullo que prima en muchas de las opiniones.

La música es un arte, pero tienedos actores principales, el creador y el que aprecia la creación. ¿Cuál es el factormás importante de esa ecuación? En realidad los dos y ninguno, porque senecesitan mutuamente.

Concedo que la música cristianaes para adoración, pero no deja de ser creación artística. Eso me trae a lamemoria algunas de las frases que algunos “expertos” suelen esgrimir enrelación a su arte.


Hace unos quince años, cuando eracapellán de la Universidad Adventista del Plata, solía escuchar en lasreuniones a un “experto” que solía decirnos al resto:

―Es que ustedes no son músicos,no pueden entender ―Y ahí se quedaba condescendiente y poniéndonos en la carasus “logros” musicales y “estudios” en ese sentido.

¿Qué deberíamos entender?

¿Que el profesional de la músicaestá en mejores condiciones de entender que aquel que sólo escucha? Eso seríacomo decirle al creador del IPod que él tiene razón absoluta y que nosotros,los consumidores, somos un elemento nulo en la ecuación, un 0 a la izquierdasin valor en la sumatoria de los factores.

Adorantes y adorador

Esta discusión no es nueva, laescucho desde mis días de estudiante, cuando me atreví a formar un conjuntomusical en el antiguo Colegio Adventista de Chile, y tuve la osadía de cantarjunto a un grupo de jóvenes inocentes e idealistas cantos del “pecaminoso” HeritageSingers, el otro día miré la foto de ese grupo donde hay profesionales entodas las áreas, varios doctorados y algunos en puestos importantes en laorganización adventista… Por lo visto, ninguno de ellos “se contaminó” como unode nuestros profesores nos advirtió con miedo en ese momento augurándonos laspenas del infierno…

¿Por qué nos atrevemos a decir loque Dios espera? ¿Quiénes somos para ponernos en el lugar de Dios? ¿Quiénes noscreemos para ir más allá de lo que la lógica nos permite? ¿Quiénes somos parahacer “eiségesis” de la Biblia, es decir, agregar lo que no se dice y hacercaso omiso a lo que sí dice? ¿Quién nos llamó como portavoces de condena departe de Dios?

El otro día, en otro post, desafiéa los “expertos” a señalarme una explicación del “pandero y danza” del Salmo150, sintomáticamente nadie dijo nada, ni aun los más extremistas que suelenhablar de “instrumentos musicales de Dios” y aquellos que son del diablo, lamisma discusión que se tuvo hace un siglo cuando se introdujo el piano a laiglesia… “ese vil instrumento que se usaba en cabarets y cines”.

La Biblia nos permite hablarsobre algunas cosas, que están claramente delimitadas, pero no de otras queentran exclusivamente en el campo de la especulación y los gustos personales,que son tan complejos como la vida misma. Yo gozo con la música “vieja” de DelDelker, pero también con Jesús Adrián Romero y David Philps. No soporto a losHeraldos del Rey, pero me gusta mucho The Cathedrals… ¿Quién tiene la vara paramedir? ¿Quién puede juzgar?

Jesús dijo:
No juzguen a nadie, para quenadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con lamedida que midan a otros, se les medirá a ustedes” (Mat 7:1-2).
No lo dice un pastor, ni undoctor en teología, lo dice Jesús. Si, ¡el mismo Cristo! El otro día leí esteversículo en un foro que busca, supuestamente, “la verdadera adoración” yalguien replicó diciendo: “¡Claro que hay que juzgar! Si seremos jueces y reyes”.Diría como Esteban y Cristo: ¡Perdónalo Señor, que no sabe lo qué dice! Eso estomar la Biblia fuera de contexto, no sólo textual sino, en este último caso,temporal.

Cuando Cristo emite estadeclaración lo hace entendiendo que nadie, ningún humano, tiene el derechodivino de condenar a ninguna persona. Cuando juzgamos, nos convertimos enjueces de la conciencia y motivación de otras personas. ¿Quién nos ha dado esederecho?

La invitación de Cristo es “nojuzgues”, en otras palabras, no condenes. No tienes derecho a hacerlo. Dios vemotivos, no acciones. ¡Bendito Dios que el juez es Dios y no algunos de los quepululan en estos foros que dan una triste muestra de cristianismo y falta de bondadcristiana.

La nueva inquisición

El otro día entusiasmado le enviéun enlace de Youtube a mi hija con un trío de varones que no conocía y cantandouna hermosa melodía de alabanza. Ella me contestó: “¡Papy! Hace mucho tiempoque los conozco, te quedaste atrás…” No pretendo ser vanguardista, pero mi hijame recordó lo que hace mucho tiempo sé, también la música es cuestión deedades.

Mi hija (que es música, tocapiano, compone y canta), aprecia un tipo de música, no siempre coincidimos enlo que escuchamos, pero no deja de ser mi hija, nunca me atrevería a juzgarla.

Mi hijo (que es músico, tocaguitarra, saxo, bajo electrónico, y compone), aprecia un tipo de músicadiferente al de su hermana, y definitivamente, estamos muy lejos el uno delotro de la música que nos agrada a ambos, sin embargo, nunca lo juzgaría. Notengo derecho.

Mi yerno (que es músico, tocapiano y es experto en electroacústica, y también es compositor), tiene un gustomuy bueno, sin embargo, no siempre coincido con él. Pero, es mi hijo, y nuncalo juzgaría.

Mi aspirante a nuera (que no esmúsica, pero gusta de la música y suele cantar en coros), también tiene gustosmuy definidos, lo supe muy bien disfrutando de su presencia en casa por tresmeses. Pero, es alguien que aprecio y no la juzgaría porque no comparte misgustos musicales.

Mi esposa, que estudió música ypiano pero que no se considera música (aunque ha dirigido coros de niños poraños y canta en cuanto grupo puede), tiene un gusto muy conservador para misapreciaciones musicales, pero no tengo derecho a juzgar que ella es mejor opeor que yo en este sentido.

Yo, que también soy músico (tocoguitarra, piano y compongo), disfruto de música que le agrada a algunos y no aotros. ¿Por qué debo ser juzgado porque siento que una música con percusiónsuena mejor que una sin ella?

Uno de mis sobrinos, un jovencristiano honesto y cabal, compone y canta para un conjunto de Rap cristianoporque siente que es la única forma de llegar a un determinado grupo de gente,especialmente sus compañeros de universidad. ¿Quién soy yo para juzgarlo?

El espíritu inquisidor es aquelque se arroga a sí mismo el derecho de emitir la última palabra y juzga,condena y destruye a quién no piensa como él.

¿Qué pasaría hoy si algunos delos que buscan la “verdadera adoración” y otros en foros similares tuvieran elpoder que tuvo Tomás de Torquemada en la España medieval? Tiemblo al pensar enla actitud que algunos de esos “santos” defensores de la “verdadera adoración”podrían tener con un poco de poder. Me da mucha tristeza al pensar en elambiente que estarán generando en los lugares donde viven y “adoran”,convirtiéndose en jueces de sus hermanos. ¿Es ese el espíritu de Cristo?

Ha entrado en el cristianismocontemporáneo un afán de inquisición. Algunos creen estar en la verdad y nodudan en emitir los peores epítetos a quienes se atreven a poner en duda susargumentos. Hace algunos días una de esas personas me escribió diciéndome “nosotrosno estamos para juzgar, pero tenemos que llamar al pecado por su nombre…” Nosé, tal vez mis facultades mentales con la edad están fallando, pero al leersus opiniones lo único que veo es descalificación, juicio, exclusión ymanipulación de información, es decir, subjetividad donde se permite un solo tono…el que él y sus acólitos emiten.

Aceptar las diferencias

Hace algún tiempo estuve enAndrews University, una de nuestras universidades señeras y observé algo que mellamó la atención profundamente. Un amigo, docente de la Universidad, me guióel día sábado por las diferentes “iglesias” del campus. Él tenía un interésespecial para que un “sudaca” como yo entendiera que hay lugar para todos. Laiglesia principal albergaba tres cultos distintos, uno tradicional, a la usanzaantigua, para quienes les gusta este tipo de adoración. Luego había otro parafamilias, a medio camino entre lo tradicional y lo progresista. Finalmente, unopara jóvenes y gente adulta que aprecian la adoración contemporánea. Lo que vifue convivencia, tolerancia, ganas de adorar respetando las diferenciaspersonales.

Luego me llevó a otro edificiodonde adoraban al “estilo africano”, jóvenes procedentes de África con muchamúsica vocal interpretada con ritmos muy diferentes a los que conocía, conmucha percusión y movimiento corporal. Luego fuimos a una iglesia deafroamericanos, con palmas, movimientos corporales, ritmo, canto congregacionalcomo un inmenso coro donde todos participaban. Salí de allí lleno de energíacontagiosa.

El tour continuó por una iglesiacoreana, con melodías un tanto extrañas para mi gusto, me costó entender queestaban interpretando un himno tradicional, con un ritmo y algunos instrumentosmusicales que no conocía. El paseo terminó en la iglesia hispana, que tenía unestilo que debe ser de los años cincuenta, pero allí estaban, con cantosdecimonónicos, interpretados de una manera disonante para el mundo latino,pero, así entienden ellos que deben adorar.

He dado semanas de oración enmuchas universidades. En Venezuela me sorprendí al escuchar a los jóvenescantar en el culto, apagados, sin aire caribeño, sin embargo, el último día meinvitaron a una reunión al internado, y allí los jóvenes, con percusión yguitarras cantaban tan diferente que me costó entender que eran los mismos queparticipaban en los otros días. Cuando les expresé mi extrañeza una jovencitade ojos saltones y llena de alegría me dijo:

―Es que los más viejitos no lesgusta nuestra música, así que nos permiten que cantemos así sólo en elinternado porque no estamos en el templo.

Y allí afloró nuevamente otrotema, que nadie toca, que es la formalización de la adoración. ¿Tiene más valorla adoración en un templo que en otro recinto? Algo extraño sucede cuandopensamos así puesto que de esa forma de hecho anulamos la omnipresencia deDios.

He estado entre indígenas dePerú, con comunidades rumanas, con grupos yugoslavos, con latinos de Sudaméricay con otros que viven en otras geografías, con anglos y germanos, con italianosy españoles… La única conclusión que tengo es que el adorador es un factor queno puede ser sacado de la ecuación. Convertirme en juez de la adoración de otroes un derecho que no tenemos.

No quisiera que este análisisterminara en la superficialidad que también observo, en que hay música “ligth”y otra no… Eso es absurdo, tanto como la distinción infantil entre “himnos” y “coritos”…(los grandes himnos de la Biblia, alguna vez fueron eso, “coritos”). Tampococreo en ese absurdo de música “adventista” y música “evangélica” o “católica”.Cristo es uno solo y el cristianismo se vive desde diferentes perspectivas, esono me convierte en ecumenista, como algunos pensarán inmediatamente, sino entolerante y querer cumplir el mandato de Cristo de no juzgar a otros, empezandopor mis hermanos que también adoran a Cristo, pero pertenecen a otradenominación.

Algunos tratan de “expertos” soloa quienes apoyan su posición y descalifican a quienes no opinan como ellos. Sinembargo, otros “expertos” estamos en la otra vereda, con otra voz, ni mejor nipeor, sólo diferente, y no somos dueños de la verdad, pero la buscamosintensamente.

El otro día alguien me escribiódiciéndome de manera altanera:

―Es que nosotros estudiamos laBiblia y el espíritu de profecía.

Me sonreí y pensé para mí: ¿Quéhacemos los que enseñamos en facultades de teología? ¿Leer el Condorito? ¡Porfavor! ¡Más análisis, al menos eso!

Sería feliz que esta discusión seterminase. Pero no va a suceder. El pensamiento recalcitrante nunca muere. Perosi al menos logro que algunos entiendan la necesidad de no juzgar, lo queescribo habrá valido la pena.

Me despido escuchando el himno “Queseas mi universo” del pastor y cantante cristiano Jesús Adrián Romero, luegoescucharé a Del Delker, esa viejecita amorosa y que irradia paz, ambos meacercarán un poco a la sensación de estar en la gracia de Dios. Uno con ritmocontemporáneo y otro con uno tradicional, ¡me gustan ambos estilos! ¿No esacaso eso una locura? Voy a ir esta semana a un médico, capaz que me estoyponiendo esclerótico y no me he dado cuenta.

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Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Se prohibe la publicación parcial o total del artículo, sin previa autorización del autor.

domingo, 14 de agosto de 2011

De la alabanza al funeral y de regreso a la alabanza

Dr. Miguel Ángel Núñez

Me crié en un hogarbautista. Mi iglesia era "conservadora" (no me gusta esa palabra...me suena a conserva, cristianos en conserva… inmovilizados)... en fin.

La música que se tocaba yse interpretaba en la iglesia era muy similar a la que luego escuchaba en laiglesia adventista, a la que iba de vez en cuando acompañando a mi abuela,porque era el castigo de mi madre... "te portaste mal, este sábadoacompañas a la abuela a su iglesia”... y era un castigo... la abuela nosobligaba a estar a su lado sin movernos... y con pellizcos en los brazos. Ladiferencia era que en los cultos bautistas los mismos himnos se tocaban de unaforma alegre, como alabanza, con alegría y sin un formalismo triste.


Sin embargo, en el mismoambiente “conservador” bautista, si alguien quería interpretar una música que no fuerala tradicional de la iglesia, a nadie se le impedía, primaba un sentido derespeto que siempre admiré en mis hermanos o “tíos”, como solíamos referirnoslos niños y jóvenes a los demás miembros de la Primera Iglesia Bautista deIquique, Chile, que aún hoy, después de tantos años llevo en mi corazón congratitud y admiración.

Cuando llegué a laadolescencia, quería ser pastor bautista, sin embargo, no habían vacantes en elColegio Bautista de Temuco, donde quería ir antes de ingresar al Seminario Bautista de Santiago, en ese contexto mi abuela "sugirió" que me enviaranal Colegio Adventista de Chile, pensando que estando más cerca de Iquique (alnorte de Chile), sería más fácil cambiar de colegio desde Chillán aTemuco.  Recuerdo con claridad la primerasemana de cultos en el Cach, estaba en estado de schock, la música la sentía tan triste yfúnebre, tan lejana, que me parecía que los que cantaban estaban asistiendo aun funeral. Eran los mismos himnos, la diferencia era la actitud, la manera, elánimo que se ponía en los cantos.

En esos día, al comienzo,alguien me prestó un cassette de los "Heritage Singers", haciéndomela advertencia que debía escucharlo sin que se dieran cuenta los demás, porqueme lo podrían quitar... estaba admirado que pudieran ser cantantes adventistas,parecían tan extraños comparado con lo que escuchaba en el Colegio Adventistade Chile. No comprendí la advertencia de mi compañero hasta tres días despuéscuando el amado Pr. Hernán Cáceres, un hombre que amo y respeto mucho, que enesa época era el preceptor, me requisó mi reproductor de cassettes y elcuerpo del delito, la pista de los Heritage... que nunca pude devolver y quetampoco me fue devuelta porque podría “contaminarme”…

Mi impresión de esosprimeros días comenzó a cambiar lentamente con el paso del tiempo al observarla presencia de músicos que se atrevían con música de otras latitudes. Comencéa escuchar música que interpretaban músicos adventistas en Brasil. Poco a poco,fui viendo como la música se iba tornando más cercana a lo que había visto enmi niñez y adolescencia.

Me hice adventista, nopor la música, sino por la teología. Si fuera por la música, tal vez no habríaentrado nunca a la iglesia. Mi familia le costó mucho aceptar que me hicieraadventista, sin embargo, tuvieron para mí el mismo respeto que siempre observéen la iglesia donde me crié. De hecho, nunca hemos discutido por asuntosteológicos con mi familia. Mi madre sigue asistiendo a la misma iglesia dondenos crió junto a mis hermanos. Mi hermano es pastor de una Iglesia Bautista. Mimadre suele decir con orgullo que tiene dos hijos pastores, aunque uno esbautista y el otro adventista, pero sabe que a ambos los crió ella y les dio suejemplo y bondad cristiana.

Al ser pastor adventistasiempre procuré que la música fuera expresada con alegría. Solía tomar miguitarra y apoyar en la adoración, aunque siempre había alguien miraba laguitarra como un instrumento poco apropiado. Fui pastor de la UniversidadAdventista de Chile, uno de los primeros capellanes que tuvo la universidad,recuerdo que el entrañable profesor Carlos Larrondo, con ideas muy definidasrespecto a la música, aún cuando no le agradaba alguna música, siempre nostrataba con respeto. Venían conjuntos de Brasil, de Australia y nadie lesimpedía participar, en nuestra universidad… Aún no había entrado la idea de la “censura”musical, tan terroríficamente sintomática en estos días, como lo que haocurrido con Forgiven en Chile, Dios nos salve de una nueva inquisición…

Luego, trabajé comodepartamental de Jóvenes, recuerdo que en el primer Congreso que dirigíintroduje música de Brasil, a quienes siempre he admirado por su capacidadcreadora, por la variedad de música y por la alegría que tienen al interpretarla misma. Un colega dio algunas observaciones sobre dicha música, pero, fuecordial, sin molestarnos y fue un momento hermoso en la costa de la quinta región con jóvenes que alababan con alegría y regocijo.

Fui llamado como pastor ala Universidad Adventista del Plata, como director del departamento deCapellanía, allí viví momentos de gran alegría y otros de mucha tensión.Recuerdo a un administrador que me llamó para darme su opinión por haberintroducido en la alabanza de los jóvenes "música de Brasil" como él lo llamaba en términos despectivos, y decirme que lacultura de la UAP era otra… mi reacción fue expresar que siendo que era unauniversidad multinacional, con representantes de muchos lugares del mundo,deberíamos ser lo suficientemente abiertos para integrar y no excluir. Sucontestación hasta el día de hoy me pesa: “Si ellos vienen aquí, tienen querenunciar a su cultura y asimilarse a la nuestra”. Empecé por esos días apercibir un poco el significado de la prepotencia ideológica de quien cree quesu manera de adorar es superior a la de otros. De todos modos, durante variosaños pudimos adorar de una manera abierta, aún cuando algunos manifestaban sureprobación por lo que llamaban “la música brasileña”, podíamos de todos modos celebrarcon alegría. Incluso, en esa época fue que comenzamos, con motivo de lassemanas de oración, a invitar a los alumnos a crear música para la semana deoración, con mucha alegría vi que uno de esos cantos fue introducido al nuevohimnario que se ha producido en Argentina y otro canto, al nuevo himnario quese ha introducido en España.

Al ir luego a trabajar aPerú, encontré tal diversidad que me quedé sorprendido. Mucha creación, muchoentusiasmo, muchos conjuntos, solistas, y las iglesias en general con unaapertura a la música que me llenó de alegría. En general, encontré mucha apertura,salvo en el último año cuando llegó alguien con esa vieja suposición de que laspistas de acompañamiento se debían sacar y había que alabar sólo con himnariotradicional… y esas ondas extrañas que vienen de vez en cuando, pero sucediósólo en la Universidad Peruana Unión, que se fue quedando como una islamusical, en un contexto sumamente variado… no sé cómo estará ahora.

De allí fuimos aAustralia, en seis meses estuvimos en diferentes ciudades y distintos tipos decongregaciones. Los hispanos, con la misma actitud que había encontrado hace 25años en la Universidad Adventista de Chile, música de “celebración” estilo “funeral”…pero los anglos, con una alegría y entusiasmo contagiante. Allí vi otrarealidad, en general las iglesias de habla inglesa mucho más abiertas, con unaactitud más conciliadora y con un respeto admirable a otras culturas, porque engeneral, sus iglesias son multiculturales, a diferencia de las iglesiashispanas que son “multipaíses”, pero todos de la misma cultura hispana, conconflictos e ideas similares.

Ahora vivo en México,estamos en lo que se considera el territorio más “conservador” de este hermosopaís, Chiapas. Aún, después de un año, no sé realmente cómo es el asunto. Haylugares donde hay una actitud crítica frente a todo instrumento musical que nosea el “tradicional”, sin embargo, contra toda lógica en esas mismascongregaciones participan Mariachis que tocan música cristiana, y que por aquíson muy populares. También los artistas de música “ranchera”, hace algunos díasescuché a tres artistas tocando guitarras con ese estilo, y… en la mismacongregación no se puede tocar música con pista que tenga percusión… ¿alguienentiende? Porque yo aún no.

Hemos estado, ya a estasalturas en numerosos países. Lo que he percibido es que la variedad es tanta quehablar de “música adventista”, me parece un contrasentido… ¿qué adventistas?Los de Australia, los de África, los del mundo hispano, los anglos… loseuropeos… ¿quiénes? A estas alturas de mi vida suponer que hay un “estiloadventista de música”, me suena a algo así como si hubiera un “estilo de vidaadventista” que pueda ser igualado y uniformado en todas partes… Algunos parecen creer quesu forma de adorar es la única posible… Me suena a “intolerancia” el creer quehay una sola forma posible, que Dios le interesa más la forma que el fondo. Entodas las edades la gente ha expresado según su contexto… con troncos cuando nohay más instrumentos para tocar, como vi en un grupo de hermanos africanosinterpretando música usando troncos huecos y palos, o con piedras, como observéen una comunidad indígena de la selva peruana… ¿No será que hemos olvidado queDios se alegra con el “cántico nuevo”? ¿Qué la mente agradecida que se expresacon alegría frente a Dios es la mejor ofrenda al creador?

Vengo pensado hace muchotiempo que creer que mi música es superior a la de otro, es de alguna formacreer que mi oración es más “santa” porque la realizo en un idioma enparticular o porque uso palabras más floridas que otro.

Si dejáramos de discutiry leyéramos:
 “¡Aleluya! ¡Alabado seael Señor! Alaben a Dios en su santuario, alábenlo en su poderoso firmamento. Alábenlopor sus proezas, alábenlo por su inmensa grandeza. Alábenlo con sonido detrompeta, alábenlo con el arpa y la lira. Alábenlo con panderos y danzas,alábenlo con cuerdas y flautas. Alábenlo con címbalos sonoros, alábenlo con címbalosresonantes. ¡Que todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya! ¡Alabado sea elSeñor!” (Sal. 150: 1-6).
Ya me imagino que diríanalgunos de los autodenominados “conservadores” si fuéramos fieles a esteversículo. ¿Se imaginan a algún pastor que conocen alabando con “panderos ydanzas”? La base de este versículo es “ALÁBENLO”… En gerigonso si eso es loúnico que sabes, pero que sea con honestidad, con alegría, con gratitud… porqueDios no necesita nuestra adoración, la necesitamos nosotros… Porque la alegríaes sana, la alabanza es necesaria, porque aún en el dolor necesitamos que lamúsica nos alimente y nos contagie con una música que nos llene de paz y degozo.

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sábado, 6 de agosto de 2011

El bautismo no es graduación

Dr. Miguel Ángel Núñez

A menudo escucho frases como estas:

—Aún no estoy en condiciones de bautizarme, me falta muchotodavía.

—Bautizarme es un compromiso muy serio, no sería capaz devivir a la altura de lo que se espera de mí.

—No me bautizo porque todos los bautizados que conozcoalguna vez se equivocan.

—¿Por qué me voy a bautizar? Yo sé que voy a volver aequivocarme.

—No me bautizo, porque así, sin bautizarme se preocupan pormí. El día en que me bautice me dejarán de visitar y seré sólo una estadística.

Todos los que se expresan de este modo sufren una confusiónteológica producto de una enseñanza sesgada respecto al bautismo.


El bautismo no esgraduación

El bautismo no es una ceremonia de graduación donde teentregarán un galvano por haber concluido una serie de requisitos que tecalifican para ese galardón.
Observar el bautismo así hace perder el verdadero sentido delsímbolo y pervierte su significado original.

¿Alguien es apto para vivir de manera impecable? ¿Existe algunapersona que pueda decir que no se ha equivocado y está libre de pecado?

Cuando se establecen “requisitos” para ser bautizadosintroducen una noción no bíblica que confunde a las personas que desean dareste paso. La única condición que laBiblia pone para el bautismo es creer, es decir, aceptar a Jesús como Salvadorpersonal.
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito,para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn.3:16).
El que cree en el Hijo tiene vida eterna (Jn. 3:36).
Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree alque me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muertea la vida (Jn. 5:24).
Requisitos y bautismo

Si una congregación pone “requisitos” de bautismo, en esecaso debería ser honesta en decir: “Nuestra congregación (denominación, iglesiao como quiera llamarlo), exige que para ser bautizado se deben reunir algunosrequisitos mínimos”. En ese caso deberían ser explícitos en señalar que sonrequisitos planteados por esa comunidad cristiana en particular.

Toda congregación tiene el legítimo derecho de esperar quequienes serán miembros de su comunidad cristiana reúnan ciertascaracterísticas, no obstante, suponer que es lo mismo que espera Dios es unexceso que no admite análisis bíblico. Ningún personaje bíblico le exigió nuncaa alguien “requisitos” de bautismo, sólo creer en Cristo.

Por lo tanto, una cosa es el bautismo y otra diferente elpertenecer a una congregación cristiana. Hemos confundido ambos elementos comosi fueran uno y con eso se ha logrado una confusión teológica que no tieneasidero bíblico.

Más de alguna vez alguna persona me ha dicho:

—Yo quiero bautizarme, pero no quiero pertenecer a sucongregación.

Alguna vez me molesté por esa reacción, pensando que estabanmal entendiendo el bautismo. Con el tiempo comprendí que era yo el que entendíamal. El bautismo es un acto público de aceptación de Jesucristo como salvadorpersonal, convertirlo en requisito para ser miembro de una congregación o creerque sólo el que va a ser miembro de una iglesia en particular, puede serbautizado, es ir más allá de lo que el texto bíblico nos permite. Ninguno delos bautizados en el Nuevo Testamento se unió a una congregación, denominacióno iglesia, ellos fueron hechos cristianos, dieron testimonio de su convicciónde que Jesús era su salvador personal. En el afán de aumentar el número deconversos a las iglesias, se ha llegado a un exceso que no tiene asiderobíblico.

La lógica delbautismo después del discipulado

Si se lee cuidadosamente la Biblia y la forma en que Jesúsenuncia el orden de la misión en Mateo 28:19-20, es:
  • Discipular.
  • Bautizar.
  • Enseñar.

Eso implica que los que son bautizados han sido previamentediscipulados, que no es lo mismo que adoctrinados.

El discipulado implica que la persona está dispuesta a serdisciplinada bajo la gracia. La expresión discípulo deriva en disciplina. Noobstante, no es la disciplina lo que la hace apta para la salvación, sino lagracia que la habilita.

Cuando alguna persona se convierte en discípulo, lo haceentendiendo que su única esperanza de vida es aprender a depender del SeñorJesús que dijo: 
Sin mí nada podéis hacer (Jn. 15:5). 
El discípulo lo aceptacomo un concepto indudable para su vida. Se une a Cristo porque sabe que sin élno tiene esperanza.

Evidentemente, por el proceso de justificación se haceposible la santificación que trae cambios, pero, no nos equivoquemos, no somosaceptados por Dios por el cambio producido en nosotros, sino por la justicia deDios obrada en y por nosotros en Jesucristo. Su justicia nos cubre, no nuestrasantificación.

El error ha sido considerar que el bautismo se producedespués que el individuo ha demostrado que en su vida se ha dado un cambio. Deallí que algunos supongan, equivocadamente, que deben cambiar para ser aptos,sin entender, que son aptos por creer y es sólo después de creer que soncambiados por el poder de Dios, nunca por la voluntad o el esfuerzo humano.

Parafraseando a Agustín de Hipona: “Creemos para cambiar, nocambiamos para creer”. Es el poder de Dios el que produce el cambio no lavoluntad ni la inteligencia humana.

Por esa razón, bíblicamente, exigirle a alguien cambiar paraser bautizado no es correcto, a menos, que exija el cambio para ser miembro deuna congregación, y allí la cosa es diferente, pero lo hemos confundido como sifuera uno solo, y no lo es. El bautismo no exige cambio, al contrario, esdespués del bautismo donde se produce el cambio por efecto del poder que obraen el creyente que ha aceptado ser discipulado por la gracia.

El símbolo

El bautismo no representa al pecador, ese es otro error quese ha introducido en el cristianismo que no admite fundamento bíblico. El bautismorepresenta simbólicamente a Cristo que muere y resucita por y en el pecador.

Al hundirse en el agua se simboliza a Jesús muriendo por elpecador, en base a la imposibilidad de que el ser humano pueda vivir una vidanueva si no es por Jesucristo.

Al ser levantado de las aguas al pecador se le recuerda laresurrección de Jesús. Nace a una nueva experiencia. No está solo. Ahora elJesús resucitado está a su lado y él ofrece el poder que necesita para seguirel camino de gracia.

Por lo tanto, el bautismo es un símbolo que se centra enCristo, no en el pecador. Cuando se dice, por ejemplo, “para testimonio”… seintroduce un concepto erróneo. Si se dijera: “Para dar testimonio de la muertey resurrección de Cristo en ti”, tendría más sentido bíblico.

Pablo es claro:
Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él ensu muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre,también nosotros llevemos una vida nueva (Rm. 6:4).
La vida nueva es efecto del bautismo, no antecedente o requisito.

El mismo concepto repite a los Colosenses:
Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en elbautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios,quien lo resucitó de entre los muertos (Col. 2:12).
Lo mismo repite Pedro en una de sus cartas:
El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino enel compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación esposible por la resurrección de Jesucristo (1 Pe. 3:21).
Sin embargo, la “buena conciencia” de la que habla Pedro esresultado también de la acción de Dios.
El amor brote de un corazón limpio, de una buena concienciay de una fe sincera (1 Tim. 1:5).
No es posible ninguna de estas acciones sin el poder de Diosobrando en el ser humano.

Bautismo ypecaminosidad

Suponer que el bautismo significa abandono total del pecadoes no entender un principio básico de la Escritura: El problema mayor no sonlos “pecados” (en plural) de los pecadores, sino “el pecado” que mora ennosotros. Es decir, el problema no son las acciones que realizamos sino lanaturaleza que tenemos.

Pablo lo señala claramente al decir:
Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nadabueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo (Rm. 7:18).
Y dice estas palabras estando bautizado ya, no antes.

El bautismo simboliza la aceptación de la muerte yresurrección de Jesús. No simboliza que al bautizarse el pecador no seequivocará más. Pensando así implica poner a los pecadores en un camino defrustración y amargura. Es ponerlos en un callejón sin salida. Es creer que elbautismo confiere perfección, lo que no es cierto.

Bautismo y nueva vida

El bautismo simboliza que el cristiano inicia una nuevavida, no en términos de perfección porque eso es imposible, sino en el sentidode que ahora no está solo, que cuenta con el poder de Dios para ayudarlo ylevantarlo en caso de equivocarse.
Por esa razón, se le llama al bautismo “nuevo nacimiento”,porque representa un antes y un después en la vida del cristiano, no entérminos de no equivocarse nunca más, puesto que eso sería inhumano y además,señalaría ser perfecto, sino en el sentido de que ahora el pecador, cuenta conla gracia, con la justicia y la perfección de Cristo que lo cubre y lo haceapto para la salvación.

Nuevamente recurrimos a Pablo quien señala:
Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó quedebían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida porlos deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse elropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia ysantidad (Ef. 4:22-24).
Es después del bautismo donde comienza el verdadero cambio.Pero, nadie debería ser juzgado por el cambio, porque no es el cambio el quenos hace aptos. Por otro lado, la imagen bíblica para un nuevo nacimiento es lade “un niño”, que necesitará todo el cuidado y ayuda de los demás en susyerros.

Sin embargo, como hemos introducido una teología equivocada,en vez de ayudar a los “recién conversos”, a caminar, alimentarse y crecer, losmaltratamos cuando se equivocan, creyendo, equivocadamente, que sus errores loshan apartado de la gracia. Además, como se ha introducido la noción errónea delos “requisitos” hacemos depender de dichos “requisitos” la salvación, en esecaso es el ser humano el centro de la justicia lo que la convierte enjustificación por obras. En ese enfoque se llega al legalismo y se termina poroscurecer la figura de Cristo, poniendo en vez de Cristo al pecador, lo que esuna distorsión macabra del sentido bíblico de la gracia, la justificación y lasantificación.

Un pecador arrepentido y bautizado es santificado, pero noes la santificación lo que lo habilita para el cielo, sino la gracia que esotorgada por Dios, precisamente porque todo acto de justicia humano es “comotrapo de inmundicia”, es decir, no sirve como mérito de salvación.

Pablo señala que los cristianos “nacidos de nuevo”
Se han puesto [una] nueva naturaleza, que se va renovando enconocimiento a imagen de su Creador (Col. 3:10).
En otras palabras, no es proceso terminado, sino derenovación continua.

El bautismo, por lo tanto, no es graduación, es comienzo deun proceso que no terminará sino hasta que Jesús venga. Pensar otra cosa, essimplemente, introducir nociones extra bíblicas y culturales distinto alconcepto presentado por la Biblia.


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Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Se prohibe la publicación parcial o total del artículo, sin previa autorización del autor.

jueves, 4 de agosto de 2011

Hacer presencia

Dr. Miguel Ángel Nuñez

Son jóvenes, idealistas y buscan marcar la diferencia con ungrupo denominado Hand Life (Manos de vida), —me habría gustado un nombre latino,pero en fin—. Participaron en un casting de busca talentos en la Televisiónchilena y llegaron a presentarse en televisión abierta para todo el país. Realizan el difícil arte del teatro negro de Praga, se ve más fácil de lo que parece.

Pertenecen a una nueva generación de jóvenes cristianos quese exponen, que no tienen empacho de defender sus valores de una manera en quehabitualmente no se hace, al menos en círculos cristianos que suelen hacerdefensas en lugares “protegidos”, es decir, en iglesias o eventos controladospor otros cristianos. Participar de un programa de televisión implica sometersea la posibilidad de escarnio público o de crítica, cuestión que muchoscristianos prefieren obviar y buscar el camino de la no exposición pública.Cuestión que resulta paradojal toda vez que los cristianos estamos llamados a “proclamar”a Jesucristo. La expresión “proclamar” implica hablar, exponer, ir, pararse enlas esquinas y en lugares altos para decir a voz en cuello lo que se cree.


Los jóvenes de HandLife, originarios de la ciudad de Iquique, en norte de Chile, pertenecen ala Iglesia Adventista, por eso tienen doble mérito, puesto que el adventismo engeneral, tiende a no exponerse ni a hacer defensa pública de sus valores, amenos que sea en contextos controlados por ellos mismos. Siendo unacongregación muy conservadora, más allá de lo prudente en muchos temas, laactitud ha sido siempre mantener distancia de los medios de comunicación masivay pública. Pero esta vez, un grupo de jóvenes ha mostrado que si se puede, ycon altura de miras, mostrar un mensaje de esperanza sin sentir vergüenza porlo que se cree, ni transar con los valores que se postulan. Son los jóvenes losque están dispuestos a marcar la diferencia en este aspecto.

Al verles emociona la sencillez y a la vez la profundidad desu mensaje. Aún los jueces, acostumbrados a ser críticos, duros e implacablescuando algo no les gusta, cedieron ante la nobleza de su propuesta. Dos deellos, que públicamente se confesaron no creyentes manifestaron estaragradecidos por una propuesta no sesgada por el triunfalismo denominacional nipor querer imponer a otros un criterio de vida, y ese es el camino que muchoscristianos parecieran haber olvidado. La defensa de la fe no puede seguir elcamino de la discriminación o de la exclusión de los que no creen, porque vistoasí se presenta una paradoja, los mensajeros anulan a quienes deberían recibir elmensaje.


Como es de esperar, algunos de las mismas filas adventistas,se han opuesto a que jóvenes cristianos se presenten en medios de comunicaciónmasiva. No voy a discutir los argumentos que me parecen absurdos ydecimonónicos… sólo diré que el que un medio sea comercial, no anula laposibilidad de exponer la fe, porque de otro modo, se cae en una aporía lógicapuesto que los mismos cristianos usamos medios de comunicación para transmitirel mensaje de salvación.

Una sola crítica me atrevo hacerle a Hand Life, al presentarse como “adventistas” y no como “evangélicos”,terminan dando un mal mensaje al mundo cristiano. Al presentarse de este modose da una idea sesgada al resto de las congregaciones cristianas y de esa formase valida el prejuicio de que los adventistas no son “evangélicos”, es decir,no comparten el evangelio, cuestión que es errada y equívoca. Los adventistasson cristianos que comparten el evangelio, aparecer como distantes del resto delas congregaciones cristianas no es correcto, al contrario, genera molestia yla sensación de estar frente a una secta y no una iglesia. Por esa razón, enEspaña, el único país que yo sepa, la Iglesia Adventista cambió su nombre y sedenomina Iglesia Cristiana Adventista,para no dar mensajes equívocos. Corrigiendo eso, pueden transmitir un mensajede esperanza en todos los ámbitos. Si radicalizan su visión triunfalista depertenecer a un grupo separado, entonces, sólo aparecerán como miembros de unasecta que quiere ganar presencia, lo que no sería sabio ni justo para elmensaje evangélico que el adventismo pretende transmitir.

Una nueva generación

Lo que los jóvenes de Hand Life han hecho se suma a unatendencia de jóvenes cristianos adventistas que se atreven en medioshabitualmente reservados para público no adventista. Me recuerda una presentaciónen vivo que hicieron un grupo de jóvenes del Colegio Adventista de Sagunto, enEspaña en un centro comercial, y que fue alabado por muchos y criticado,lamentablemente, por otros adventistas, especialmente latinoamericanos (que ensu mayoría tienen vocación de “porteros del cielo”).

Por ejemplo, durante los dos primeros años y de maneraconsecutiva, uno de los programas de concursos de talentos vocales en EE.UU.más visto de la televisión mundial, ha tenido como ganadores a dos grupos dejóvenes adventistas.

El programa Sing-Off, de la cadena NBC, es un programa que busca talentos en canto pero Acapella. Losparticipantes son seleccionados de grupos que cultivan este arte de todo EE.UU.y Puerto Rico. Luego, durante varias semanas participan mostrando suscondiciones artísticas. El jurado, compuesto por tres músicos especialistas, vaeliminando a un grupo cada semana. En la última semana, son los espectadores desdesus casas los que eligen al ganador.

Nota

El año 2009 ganó un grupo de jóvenes de Puerto Rico, todosgraduados del Antillean AdventistUniversity, de Puerto Rico. Su grupo se denomina “Nota”.

El grupo fue formado por Johnny Figueroa, neurocientífico delCenter for Health Disparities andMolecular Medicine at Loma Linda University, en California. Mientrasasistía a la Academia Adventista del Oeste de Puerto Rico, comenzó aaficionarse al canto a capella. Al comienzo participó en el grupo acappella, SoundStage, al mudarse a Californiaen 2007. SoundStage ganó varios concursos, pero Figueroa abandonó el grupopor no identificarse con su música.

Cuando Figueroa se enteró que se estaba preparando unprograma en la NBC de competencia de música a capella, llamó a varios amigos ylos convocó, así llamó a Juan Díaz, profesor de educación física, LudwigHenderson, entrenador personal, José Rodríguez y Edgar Ríos, representantes deventas de productos farmacéuticos, y David Pinto, ingeniero de sonido. Despuésde horas de conversaciones y ponerse de acuerdo formaron el grupo Nota.

El concurso de Sing-Off realizó audiciones en Los Ángeles ylos jóvenes de Nota quedaron admitidos. El programa ofrecía un premio de100.000 dólares y un contrato exclusivo con Sony Music.

Desde el primer momento los jueces, Ben Folds, Shawn Stockman,y Nicole Scherzinger, señalaron las condiciones y el sonido de NOTA.Finalmente, luego de varias presentaciones Nota fue elegido ganador.

Nota decidió dar a conocer su fe no de manera abierta antela audiencia, sino expresar sus convicciones mediante sus acciones. Otra ideaque algunos cristianos parecen haber olvidado. Llamó mucho la atención que losmiembros de Nota invitaron a los demás grupos a unirse en oración antes de laspresentaciones. Los jueces destacaron su actitud humilde y no soberbia.

Gracias al contrato que han hecho con Sony Music losmiembros de Nota ya grabaron un disco y están realizando presentaciones en vivoen diferentes partes del mundo.

Committed

En la siguiente versión del año 2010, se presentaron 10grupos, entre los cuales estaba Committed (Compromiso) un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad de Oakwood, en Alabama,EE.UU., la universidad adventista para gente de color que se formó en el sur delos Estados Unidos a comienzos del siglo pasado.

Los seis jóvenes manifestaron desde un comienzo ser un grupode cantantes cristianos, que nunca habían cantado música popular, peroaceptaron el desafío, y estuvieron entre los favoritos del jurado y del públicodesde un principio.

De hecho el grupo fue profusamente alabado por los jueces BenFolds, Shawn Stockman, y Nicole Scherzinger. Shawn en algún momento manifestóestar ante un grupo insuperable, Ben alabó la actitud y lo que reflejaban suscanciones, finalmente Nicole, emocionada hasta las lágrimas agradeció al grupode jóvenes cristianos de llevar un mensaje de esperanza a un mundo que tanto lonecesita.

Los jóvenes provenientes de Huntsville, Alabama señalaron entodo momento su confianza en Dios. De hecho, cuando recibieron su galardón comoganadores de la versión 2010, Therry, líder del grupo señaló: “Le debemos todoesto a Dios”.

“Siento que estoy viviendo un sueño”, manifestó GestonPierre, quien celebraba junto al resto de los miembros del grupo RobbiePressley, Tommy Gervais, Dennis Baptiste, Maurice Staple y Therry Thomas. Desdeun comienzo fueron los favoritos de los jueces y del público que votómasivamente por ellos, dejando en el camino a otros grupos de gran calidadartística.

Acaban de grabar su primer disco y han comenzado unagira mundial para mostrar sus condiciones artísticas.

Una nueva generación

Mientras muchos cristianos adventistas se “ocupan” endiscusiones bizantinas sobre cuestiones tangenciales que a un grupo les pareceel centro mismo de la fe (música y apariencia), otros jóvenes están dando lacara para mostrar que la fe se vive de cara al mundo y no encerrado entrecuatro paredes auto elogiándose de cuán buenos son en comparación a otros.

Hay una generación que está quedando rezagada en susconvencionalismos medievales, ocupados en un sinfín de actitudes que nadatienen que ver con la sencillez del evangelio y la propuesta de Cristo de ir atodos, sin distingo de lengua, raza, ideología, sexo, condición social o cualquierseparación.

La nueva generación está saliendo de los oscuros pasillosdel triunfalismo y el orgullo denominacional para exponer la verdad clara ysencilla, incrustarse en el mundo, y cumplir el legado de Cristo que dijo: “No pido que los apartes del mundo, sino quelos apartes del mal”, y hay una diferencia que aunque parece ser sutil,está en el centro mismo de la misión cristiana. ¿Cómo puede cumplirse la tareade evangelizar a la distancia? ¿Cómo es posible hablar del amor de Diosparapetados en las almenas doradas de puestos políticos y comodidades denominacionales?¿Cómo hablar del amor de Dios sin demostrar amor por los que están endesacuerdo y tienen vidas opuestas a las nuestras? En realidad, ese es el mayordesafío del cristianismo, vivir el evangelio y no gritarlo desde terraplenesaislados.


En buena hora que sean jóvenes los que estén mostrando otrocamino, el de la exposición, del entusiasmo por vivir el evangelio, sin sertriunfalistas, sino con humildad, como siempre debió haber sido. No es en elaislamiento donde se cumple la misión evangélica ni en los discursos cargadosde triunfalismo orgulloso, sino en la relación cara a cara, en la amistad conno creyentes y en la relación con los desplazados y excluidos de este mundo… ensuma, siguiendo el ejemplo de Cristo que se juntaba con prostitutas, cobradoresde impuestos, ladrones y todos los despreciados de este mundo. Ya va siendohora de mostrar un evangelio de amor y no de normas. Lo primero es de Cristo losegundo proviene de un espíritu sectario al que tenazmente se opuso Jesús alllamarlos “sepulcros blanqueados”…

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Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Se prohibe la publicación parcial o total del artículo, sin previa autorización del autor.