lunes, 31 de enero de 2011

La noche avanza inexorable

¿Cuándo sabes que estás envejeciendo? Hay detalles que de pronto pasas por alto, pero están allí para recordarte que no eres de hierro, que tal como la noche sigue al día, la hora avanza inexorable sin que lo puedas evitar. El Superman que llevamos dentro algún día se llena de arrugas.

El día que mi hija me dijo, con su cara preciosa y con una sonrisa de oreja a oreja:

―Papi me voy a casar.

Ese día envejecí diez años, no porque me entristeciera, sino porque enseguida comprendí que después del matrimonio vendrían nietos que en algún momento me dirían:

―¡Abuelooooo! ¡Abuelitoooo!


Menos mal que mi hija ha tenido la decencia y la compasión de retardar ese momento, para darme la ilusión, al menos por un tiempo de que no estoy tan viejo.

El sábado salí a caminar, no mucho, algunos kilómetros, y como hago siempre, con entusiasmo, mirando los árboles, sintiendo el fluir del aire entre las ramas, oyendo la cadencia del río rozando las rocas y el piar de las aves. Fue una buena tarde, pensé que había hecho un buen intento, que había logrado bajar la montaña y luego retornar, y entero, y venía riéndome de mi mismo al pensar que debería haberlo pensado mejor al bajar por ese camino porque tenía que regresar y cuesta arriba. Pero llegué, feliz, sudoroso, con la frente en alto, sin jadear y creyéndome un victorioso, pero mi aspirante a nuera, Katy, me bajó a la cruda realidad con una sola pregunta:

―¿A dónde fueron a caminar?

E ingenuo y jactancioso respondí:

―¡Hasta la cueva que está bajo el puente!

―Uff, ¡ahí no más! Nosotros fuimos hasta la cima, río arriba, y luego bajamos por la ladera de la montaña, ¡llegamos con un hambre!... ―y siguió hablando mientras me reía para adentro diciéndome a mi mismo: ¿Pensar que yo creí que había hecho un gran camino? Allí envejecí otros cinco años…

La vida se va, inexorable, ¿qué nos queda? Pues, muchas cosas, algunas que no podemos discernir con claridad y otras que están frente a nuestros ojos sin que podamos evitarlo.

Soy de la generación que está viendo como sus profesores están muriendo, este año se fue un querido maestro que amé profundamente como mentor. Mis padres pronto partirán, ya mi madre compró su mausoleo y ha planificado varios de los detalles de su funeral, incluyendo su féretro, y no es que sea una mujer macabra, ni nada por el estilo, es práctica, y esa es la virtud que más he admirado de ella toda la vida. Creo que he adquirido al menos un porcentaje de su practicidad porque hoy le di detalles a mi hijo de cómo quería que me trataran cuando me muera: Quiero que me incineren y que mis cenizas las echen al mar, me quedó mirando como diciendo:

―¡Estarás muerto! ¿Qué sabes qué haremos?

Como adiviné lo que pensaba le dije:

―Dejaré un testamento legal para que alguien lo haga ―y nos pusimos a reír.

Edgardo, un viejo amigo, a quien quiero mucho, mi mejor compañero de colportaje, condiscípulo, con el que discutí durante dos veranos, pero a quien llegué a apreciar como mi hermano, está enfermo, grave, con una enfermedad de la cual no hay garantías. Nos separan miles de kilómetros, yo en México y él en el Sanatorio Alemán de Concepción, Chile, cuando supe del lugar en dónde está, pensé: ¡Qué ironía! Siempre he relacionado ese hospital con una de las cosas más bellas que me ha ocurrido en la vida, aparte de la llegada de Mery Alin, mi hija amada, que es el nacimiento de Alexis Joel, otro de los regalos del cielo para mi vida, hace 21 años, en ese mismo establecimiento. Si Edgardo parte, ese lugar ya no tendrá para mí el mismo sentido, lo asociaré a la vida y a la despedida, porque la muerte para los creyentes es sólo eso, un ¡hasta luego!, ¡nos vemos pronto! Pensando en Edgardo, envejecí otros cinco años…

Mis amigos están enfermando… y envejeciendo. Como me dio tanta nostalgia pensar en Edgardo me puse a hacer zapping en Facebook, ¡si!, ¡para eso sirve también!, ocupé dos horas, desde las cuatro de la mañana, para ir de amigo en amigo, pero concentrándome en sus hijos. Supe que Michael, el hijo de un amigo que lleva mi nombre, ya es todo un hombre, que otro, ya es gerente de una empresa, que el hijo de una exnovia es estudiante de medicina, encontré a ex amigos, a ex compañeros de colegio, a ex vecinos, a ex ex ex ex… Recordando, mirando, añorando, envejecí otros cinco años… y sentí el tic tac de mi reloj… aunque es de cuarzo y su sonido no lo percibe nadie.

Cuando iba conduciendo mi vehículo cuesta arriba, por las hermosas montañas de Chiapas, llenas de árboles, de pinos centenarios y conversando con mi hijo, pensé: ¿Qué puede ser más hermoso que viajar acompañado de alguien que amas y a quien le gusta tu compañía? ¿Qué conversación maravillosa? Escuchar sus sueños, observar sus ojos radiantes, llenos de la luz que da la esperanza. Hablamos del amor, de la tristeza, de la soledad, del matrimonio que está programando, de las aventuras que da la existencia, de la alegría que da saber que la vida avanza… y llegamos a casa, tres horas después… pero que parecieron apenas unos momentos, y ¿saben qué? ¡De pronto renací!... recuperé los años que perdí en estos días, porque la esperanza hace que la vida continúe, hasta el último segundo y aunque mis huesos cansados me dicen que ya no estoy para ir a la cima de la montaña, de todos modos, mi corazón continúa latiendo y sólo escuchar a un joven de 21 años soñar, me hizo mirar la vida desde otra perspectiva.

Edgardo, querido amigo, tu sufrimiento es mi dolor, pero la vida continua, los hijos llevan la antorcha, los sueños no mueren… alguien por ahí sabe que eres su padre, que has sido esposo, amante, amigo, compañero, guía... que no importa lo que ocurra, mientras alguien nos recuerde, la vida sigue. Por último, nuestras obras nos sobrevivirán y continuaremos vivos en la memoria de otro.

Son las 23.30 de la noche, mi día comenzó a las cuatro de la mañana, pero ¿saben?, tengo en mis ojos el brillo de la esperanza, y eso es más importante que cualquier otra cosa. Confío en estar lo suficientemente vivo para algún día mirar la puesta de sol frente al mar y sentir el arrullo de las olas mientras sorbo a sorbo bebo el amor, el cariño, la complicidad de una buena conversación, y la sensación de que la vida no acaba sino hasta el último segundo, y hasta que llegue ese momento, hay que celebrarlo a fondo. ¡Viva la vida! ¡Vida que vive hasta el último momento! Porque tal como decía un viejo y querido panadero: Se acaba hasta cuando se acaba.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

domingo, 30 de enero de 2011

La rigurosidad ética que falta

Mark Galli, editor administrativo de la revista Christianity Today señala que “los evangélicos debieran pensar más sobre la ética, porque es parte fundamental de las Escrituras y es algo relativamente descuidado en comparación con nuestro interés, por ejemplo, en el crecimiento de iglesias, el evangelismo, las misiones y la doctrina” (“Serious About Ethics”, Christianity Today, mayo 2006, 8).

A juzgar por la cantidad de libros que se encuentran en las bibliotecas de cualquier universidad cristiana Galli pareciera tener la razón. Es como si de pronto todo lo que implique crecimiento y de alguna forma victorias palpables, interesa mucho más que tomar decisiones éticas.

Cuando se estudia en detalle el discurso de Cristo y los libros de Pablo y los otros escritores neotestamentarios la vida práctica y el comportamiento ético ocupan un lugar prominente, mucho más importante que cualquier otro elemento del evangelio.


¿Cuál es el peligro de dejar a un lado la reflexión ética? 

Evidentemente es mucho más “rentable” (si es que se puede decir así), en términos de popularidad y poder el buscar figuración pública y eclesiástica que dar directrices éticas.

La reflexión ética está en el ámbito de la axiología, la racionalidad y la reflexión sobre principios universales. No se puede hacer ética de manera apresurada y exige tomar decisiones, muchas veces impopulares. Sin embargo, guiar la vida por principios éticos es demandante y hasta cierto punto arduo, pues amerita análisis, reflexión y elaboración teórica que va mucho más allá de la contingencia y del discurso políticamente correcto.

Cuando las instituciones religiosas y cualquier otra, no construyen una base ética adecuada y no se está constantemente analizando los procedimientos a la luz de principios éticos universales, entonces se cae en juegos políticos, luchas de poder, abuso, arbitrariedad y un sin número de acciones que son la antítesis de la ética.

Ética si, moralismo no 

Paradojalmente, en los grupos religiosos se habla mucho de moral, pero no hay que confundirse: la moralidad no es necesariamente ética. Los moralismos están a menudo ligados a formas culturales, acciones costumbristas, prejuicios, mitos, supersticiones y, por qué no, en muchos casos a ignorancias.

Lo esperable es que un principio ético debería dar origen a un valor que se derive de dicho principio y de allí, habría que optar por un comportamiento moral que tenga un sustento ético valido.

En el artículo citado Galli añade que la “chapucería moral” que caracteriza a la mayoría de las congregaciones religiosas contemporáneas dejan mucho que desear entre sus miembros y el mundo circundante respecto a actitudes y conducta. Para este autor el mayor desafío de la iglesia del siglo veintiuno es “desarrollar una moralidad mucho más rigurosa y considerada que acompañe nuestra obra rigurosa y considerada en el área de la doctrina y la exégesis” (Ibid.) En otras palabras, es preciso aplicarnos más a la tarea del análisis ético, con la misma rigurosidad y empuje como lo hacemos en otras áreas.

Muchos cristianos consideran “impráctico” un análisis ético sustentable y prefieren la manida forma fácil de actuación que se encubre en el “así se ha hecho siempre”, que es tan caprichoso como decir “así me gusta actuar y no admito otra opción”.

Jesús modelo ético 

Al analizar con detalle la actuación ética de Cristo se observan hechos sorprendentes que es el único modelo válido para quienes han de entender cómo debe ser la actuación de sus seguidores.

Jesús nunca, por ninguna razón, hizo acepción de personas, eso implica tratar a todos con tolerancia y bondad. Podría haber discriminado a las personas pero no lo hizo. A los únicos que trató de manera dura y cortante fue a los religiosos de su tiempo que habían olvidado el sentido de la misericordia y el perdón de Dios.

Cristo no actuó movido por motivos políticos, no accedió a dar guiños al poder de turno con el fin de lograr algún beneficio, al contrario, vivió de manera coherente con la verdad que proclamaba. Eso le significó ser perseguido por los políticos de su tiempo y todos los religiosos que consideraban que él era irrespetuoso al no humillarse frente a ellos.

Trató a cada individuo como único e insustituible. A una mujer al lado de un pozo le dio el mismo mensaje de esperanza que a un rabino en la noche, pero a los dos les habló de la forma en que pudieran entender, sin intentar forzar la situación y entendiendo que ambos tenían que ser tratados de acuerdo a sus características individuales.

Lo que hizo no lo realizó en miras a algún bien temporal, siempre buscó que su vida fuera guiada por los más altos estándares éticos, respetando al ser humano aún cuando fuera opuesto a él y amando incondicionalmente aún a sus enemigos.

Conclusión 

Llevados por el moralismo imperante muchos cristianos se dejan arrastrar por normas y códigos cuya base es cultural, con fundamento relativo y no basado en principios éticos universales. La reflexión ética debería ocupar un lugar prominente en los análisis de los cristianos, de otro modo, renunciamos a uno de los aspectos más relevantes del cristianismo.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

viernes, 21 de enero de 2011

Pasaporte hacia mi mente

He pasado una y otra vez por diferentes fronteras, más de las que puedo recordar. He renovado pasaporte ya en unas seis ocasiones, los dos que poseo, el de Chile y el de Argentina. Cada vez que marcan con un sello esas páginas siento una alegría y también una sensación de nostalgia. Alegría porque pasé migraciones, no suelen ser muy simpáticos los que están controlando el ingreso de personas y su trabajo es desconfiar de todo aquel que ven, así que traspasar sus rostros y entrar al país es en suma, un triunfo. Sin embargo, también me da nostalgia, sentir que los humanos hemos puesto fronteras, que nos escondemos detrás de paredes que nos separan, que un sello puede ser toda la diferencia entre una vida y otra para una persona.

La última vez que entré a EE.UU., el oficial que me atendió me sonrió, fue amable (si a su cara inexpresiva puede llamársele amabilidad), luego, puso mi pasaporte en una funda que tenía una orilla roja y llamó a un oficial y me pidió que lo siguiera. Llegué a una oficina pulcra, pero fría, no porque fuera invierno, sino porque se helaba el alma al ver la inexpresividad de los funcionarios que allí laboraban. Me hicieron esperar, una hora, estaba nervioso porque tenía una combinación e iba a perder mi vuelo. En algún momento me paré para preguntar si ellos sabían que tenía otro vuelo, con su rostro de madera me dijeron que si, que no me preocupara, pero que no me moviera de allí. No decían nada. Llegaban otras personas, con sus pasaportes en sobres igual al mío y otros con una marca amarilla. De pronto entró un oficial, me llamó por mi nombre, era un moreno que a mí me pareció de dos metros, seguramente era más pequeño, pero en esas circunstancias me parecía inmenso. Me comenzó a interrogar: ¿Dónde nació? ¿Cuál es el nombre de su padre y de su madre? ¿Cuál es el nombre de alguno de sus hermanos? Luego, sin decir nada, se marchó. Media hora después volvió el mismo hombre, me sonrió (fue la primera sonrisa de esa mañana), y me dijo que me podía ir.

―¿Qué pasaba? ―le pregunté inquieto.

―Nada ―me dijo, inexpresivo― sólo alcance de nombre.

Mi esposa se ríe de mi diciendo que por allí debe andar un homónimo terrorista o narcotraficante con un pasaporte con mi foto.

En Panamá vi en la aduana a una mujer llorando e implorando que la dejaran entrar, y el oficial de migraciones la miraba inexpresivo (¿irán a la misma escuela para aprender a mirar así?). El hombre le indicó que no y otro la empujó para llevarla a una sala donde probablemente la embarcarían de vuelta al lugar de donde había venido.

En otra ocasión, pasando desde Bolivia a Perú, por un paso terrestre, vi a funcionarios tratando a todo aquel que entraba de una manera tan poco cordial que quise reclamar. La persona que iba a mi lado me apretó el brazo y me indicó que me callara, que si no podría tener problemas. ¿Por qué? ¿Por oponerme al abuso? Mi compañero simplemente me dijo:

―Con los de migraciones no se discute.

Ayer mi hijo me preguntó por qué razón la gente de las aduanas y migraciones son tan poco amables. Mi respuesta fue:

―Es su trabajo. La amabilidad puede resultar sospechosa, y su trabajo es sospechar de otros, no que sospechen de ellos.

Luego se me ocurrió que muchas personas viven encerrados en sus mentes, y allí sentí un golpe en el alma, porque pensé que en el último tiempo he puesto barreras, he creado fronteras y me he ido quedando dentro de vallas de alambradas de puas.

El efecto de la desilusión 

Cuando alguien vive alguna desilusión, una de las tendencias es a perder la confianza. En el último tiempo, creo que he perdido más que la ilusión, he ido perdiendo la confianza, y eso es una gran pérdida.
No quiero que la gente use pasaporte para llegar a mi mente o a mi corazón. No quiero armar fronteras para mis sentimientos. Vivir encerrado por sospechar de todos, no es una buena forma de vivir y no quiero eso, me rebelo al pensar que los que actúan mal provoquen en mi esa sensación.

Hoy en la mañana leía una página del libro Razones para la esperanza, de José Luis Martín Descalzo, un sacerdote español que me ha seducido hace mucho tiempo con sus libros tan cargados de sencillez y a la vez de profundidad, cosa no fácil en estos tiempos anegados por la farandulización de la vida, eso incluye iglesias, estados, familias, individuos, etc., convertidos en espectadores de shows mediáticos donde lo efímero es más importante que lo eterno y trascedente, la locura vista como vida. En una de sus páginas encontré esa idea de poner pasaportes a la mente. ¡Qué extraordinario como una frase provoca tanta cantidad de pensamientos en alguien!

Los que actúan mal, tienen la habilidad de quitarnos algo más valioso que la vida misma, la certeza de la verdad, la confianza en el ser humano, la convicción de que no podemos vivir solos, que necesitamos a los demás, y los demás nos necesitan a nosotros.

El infierno son los demás 

Ayer recordé esa frase escrita por el filósofo francés Jean Paul Sartre: “El infierno son los demás”. Me niego a creer que Sartre tenga razón. Es verdad que la conducta de otras personas puede hacernos la vida muy difícil, pero permitir que nos amarguen, nos desilusionen, nos arrastren por el camino del sarcasmo, la ironía maliciosa o la maldad, es simplemente permitir que su infierno nos queme.

Nadie puede provocar que nos convirtamos en viles y pongamos barreras en nuestra mente y sospechemos de todo el mundo, a menos, que lo permitamos, esa es una decisión única de nosotros y de nadie más.

Mi decisión 

He decidido que la amargura de otros no me amargue, que la desilusión de otros no me convierta en un enclaustrado en mi propia mente.

No deseo que la ambición de poder de algunos que conozco me convierta en un individuo que sospecha de su sombra.

No quiero que el día de mañana sienta que he perdido puestas de sol, caminatas a la luz de la luna o hundir los pies en la arena, sólo por estar atado a la auto conmiseración y el dolor de las heridas provocadas por otros.

He decidido creer que el que me hiere lo hace porque está ciego, porque está tan hundido en su propia miasma que no es capaz de entregar otra cosa, en ese caso, no es digno de mi rabia, sino de mi compasión.

No quiero que la gente tenga que usar pasaporte para llegar a mis sentimientos, ni tener que poner la cara que ponen los funcionarios de migración donde cada persona que pide la entrada es un sospechoso. Vivir así simplemente no es vida.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

lunes, 10 de enero de 2011

Neutralidad: una utopía escapista

Dante Allighieri, en La divina comedia dice que: “Los niveles más bajos del infierno están reservados para aquellos que, en tiempos de crisis moral, se mantienen neutrales”.

La mayoría de los cobardes se declaran neutrales.

No creo en la neutralidad. Creo que no existe. El único que puede ser objetivamente neutral es Dios y lejos de nosotros está el serlo.

Nací en Latinoamérica, un continente sembrado de miedos. He escuchado de más muertes y abusos de los que hubiese querido. Pero, así es el lugar donde me tocó nacer, lamentablemente.

No quiero exculpar a nadie, pero, la mayoría de las personas prefiere creer que hay cosas que nunca les ocurrirán a ellas. Solemos parapetarnos en los prejuicios propios de países marcados por ideologías extremas, tanto de derechas como de izquierdas.

La realidad es que de un modo u otro, con nuestras actitudes modelamos los medios ambientes en que estamos. Por omisión o transgresión nos hacemos culpables del entorno que nos toca vivir.

Es más fácil hacer la vista gorda que comprometerse. De hecho, el mundo está en la condición en que está porque hay demasiadas personas que simplemente han caído en un juego de conveniencias y sólo hacen lo que es “políticamente correcto”, aunque eso implique transigir sus principios y convertirse en espantapájaros vacíos de vida. Sólo espantan, pero no viven.

La neutralidad suele ser el refugio de quienes no tienen columna vertebral ni la suficiente valentía para marcar un rumbo en este mundo.

Es verdad que ser neutral nos salva de situaciones riesgosas y no nos exponemos a la situación de vernos involucrados en circunstancias desagradables. No obstante, vivir de ese modo no es muy distinto al modo de ser de una ameba o de una lombriz.

Lo que define al ser humano es la integridad de su conciencia. La capacidad que tiene de vivir y morir por sus ideales.

Hay muchas personas que piensan distinto a mí, pero, de algunos suelo admirar la fuerza de sus convicciones, más allá que las comparta o no.

Siempre es admirable una persona que es capaz de defender sus creencias contra viento y marea. Un individuo que se deja llevar por cualquier presión es simplemente un proyecto de humano. La verdadera fibra humana se demuestra cuando somos capaces de defender nuestras convicciones más profundas, aunque eso implique ser impopular o no ganar las próximas elecciones.

Detesto profundamente la política, especialmente en el ámbito religioso. Me produce escozor la actitud de aquel que simplemente te sonríe, cuando en realidad, quisiera ladrarte. Creo que no vivir conforme a principios y valores férreos convierte a los seres humanos en personas incapaces de trazar un sendero pleno para sus vidas.

No me importa equivocarme... eso es parte de la vida. Me entristecería mucho dejar de expresar lo que siento por temor al rechazo. Me heriría tener que callar cuando correspondiera hablar. Me hundiría tener que bajar la vista cuando debo levantarla. Espero estar de parte de la justicia aunque eso signifique arriesgarlo todo. Ser conocido por la fuerza de mis convicciones y la valentía para vivirlas.

Es más fácil hablar de principios que vivirlos. De los primeros está lleno este mundo, de los segundos, cada vez nos hacen falta más personas. El valor más escaso en el mundo que vivimos es la integridad a la propia conciencia. No vender la vida por un aplauso pasajero ni por el voto de personas que poco o nada se interesan por ser íntegros. La vida es demasiado corta para desperdiciarla en sonreír a cambio de un plato de aprobación momentánea. Nunca olvido que los mismos que gritaron ¡crucifícale! el día anterior gritaban ¡hossana!

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

domingo, 9 de enero de 2011

Políticamente correcto

De partida, no soy “políticamente correcto”. Digo lo que pienso, lo expreso, lo escribo, lo defiendo, y suelo incomodar con mis opiniones a todos aquellos que pretenden que ser religioso o académico consiste en ser acrítico y neutral. Pues, soy crítico por naturaleza y estoy comprometido con lo que creo, al grado de poner en riesgo mi estabilidad laboral y el “respeto” de los políticos que están constantemente interesados por ser “políticamente correctos”.


Definición de una moda monstruosa 

Ser políticamente correcto consiste en decir lo que se quiere escuchar, sin comprometerse con ninguna línea de pensamiento que pueda causar ofensa, incomodidad o desagrado a algún grupo en particular. Es la mentira disfrazada de diplomacia. Es la forma de actuar del mundo religioso en general y del político en particular.

Una persona “políticamente correcta” actúa de acuerdo a un patrón social caracterizado por la sobriedad en el decir y en el actuar, al grado de disimular sus verdaderos pensamientos y esconder sus creencias más profundas. Mantiene una posición neutra que no incomoda a nadie.

La persona “políticamente correcta” huye de la divergencia para aparentar normalidad y el estar integrada a su entorno, de esa manera presenta una “imagen” de sobriedad y silencio, porque no hay nada que incomode más a los políticos que alguien “políticamente incorrecto”.

Los que son “políticamente correctos” son tibios en sus opiniones, que es lo mismo que decir, que no se comprometen públicamente con nada ni con nadie, se limitan a sonreírle a Dios y al diablo, porque de esa manera supuestamente nadie puede decir de qué bando son.

Para no faltarle el respeto a sus interlocutores o no entrar en conflictos sociales, no expresan de manera frontal ningún desacuerdo, sólo se limitan a asentir, a unos le dicen “crucifícale” y a otros les dicen del mismo personaje “es el hijo de Dios”, al final, “quedan bien con todos” y en el fondo, con nadie.

Una persona “políticamente correcta” evita el conflicto a como dé lugar. Evita palabras que suenen mal a oídos de su interlocutor, no hace calificativos de ningún tipo a menos que sea para expresar panegíricos al político de turno, no da evidencias de disparidad ni divergencia, piensa muy bien lo que dice para no sonar comprometido con nada, sus conversaciones son aquellas que no lo obligan a emitir opinión. En algún momento ser políticamente correcto se pensó como una manera de mantener posiciones contrarias en conciliación, sin embargo, con el uso se convirtió en una manera de ser, en no comprometerse con ninguna idea, para mantener una imagen de neutralidad, como si eso fuera posible.

Si realmente fuéramos políticamente correctos

Sin embargo, los que pretenden ser “políticamente correctos”, no logran percibir la aporía en la que se meten.

Si se va al sentido más primigenio de la política, pensando en Aristóteles y los genios que la pensaron originalmente, la política consistía en vivir conforme a las leyes y buscar el bien común de la sociedad. Por eso Platón invitaba a que se unieran a la política para los cargos públicos aquellos que fueran moralmente los más virtuosos, es decir, los sabios. Lástima que la política llegó a manos de individuos como Maquiavelo, Hobbes y otros que la convirtieron en un medio para lograr fines, sin importar el derecho, la verdad y la honestidad.

Por otro lado, la búsqueda de lo correcto implica desde el punto de vista ético, establecer un comportamiento basado en principios universales de validez inapelable. Es vivir en función de la virtud y la verdad.

Por esa razón, lo que hoy se llama “políticamente correcto”, es simplemente un engendro más de los políticos que sólo utilizan a otros para lograr sus fines de poder. En suma, lo “políticamente correcto”, por definición, es “políticamente incorrecto”, puesto que ser políticamente correcto invita a la simulación, la mentira, el encubrimiento, la falta de trasparencia, la corrupción, el engaño, las medias verdades, el chisme, la sospecha, la desconfianza, y todos los males asociados a no ser virtuoso de manera plena.

La mentalidad de borrego 

Lo que mueve a muchos a ser “políticamente correctos” es simplemente la mentalidad de borrego. El estar pendiente del qué dirán para no perder privilegios de ningún tipo.

Un borrego no piensa, otro realiza el trabajo de guiarlo, adoctrinarlo, mandarlo, orientarlo, y decirle qué pensar. Un borrego es un buen borrego, cuando obedece sin chistar, no tiene labios para hablar, ni cabeza para elucubrar, simplemente sigue.

En todas las organizaciones, los que tienen el poder, buscan a borregos a quienes gobernar. No les interesan los que piensan, los que opinan, los que tienen divergencias, los que comunican, etc. Por eso, en todas las dictaduras, los primeros perseguidos siempre son los intelectuales y quienes se atreven a expresar opinión propia. Entre borregos no hay lugar para la “libertad de cátedra”, “el libre pensamiento”, “la opinión personal”, “la conciencia individual”, y otras libertades que corresponden por derecho a todos, menos a los borregos.

Son los políticos los que enseñan a ser “políticamente correctos”, especialmente a quienes quieren manipular y gobernar sin alteraciones de ningún tipo.

La fauna política no emite opiniones que puedan incomodar. Sólo se limitan a sonreír y mantener bien afilados los serruchos y los cuchillos, para utilizarlos en el momento oportuno. Para toda otra ocasión, sonríen, dan la mano, conversan de trivialidades, y cuando se suben a un bote, un remo es de Dios y otro del diablo.

Jesús, el modelo de lo “políticamente incorrecto” 

Jesucristo tuvo un pésimo asesor de imagen. Si fuera a una de las actuales escuelas de diplomacia reprobaría todos los cursos. Ha sido el personaje más políticamente incorrecto que ha existido.

Se atrevió a llamar “zorra” (Lc. 13:31-32) a Herodes, el hombre con más poder en su tiempo, el gobernante títere de Roma, el que podía matarlo sólo con chistar los dedos, y no se lo dijo a cualquiera sino a los fariseos, a quienes sabía que irían enseguida a contarle al rey.

Les dijo públicamente y sin ningún tipo de anestesia de vocabulario a los religiosos de su tiempo, a quienes tenían el poder, a los que ostentaban la máxima jerarquía de su tiempo: “Sepulcros blanqueados”, “serpientes”, “generación de víboras”, “guías ciegos”, “hipócritas”. Cualquiera de los políticos que abundan en las organizaciones religiosas y gubernamentales se habría horrorizado al escucharlo y seguramente habrían denostado al asesor de imagen que no le ayudaba a Jesús a ser más precavido con sus palabras.

Se rodeo de asesores que eran lo peor de su tiempo: Un terrorista del grupo revolucionario de los zelotes, un publicano considerado ladrón profesional, un grupo de pescadores que a ojos de los líderes eran ignorantes de tomo y lomo, un comerciante que levantaba sospechas, si hoy lo hubiera aconsejado algunos de los políticos de las iglesias le habría dicho: “No te juntes con esa gente, no te dará una buena imagen”.

En vez de visitar a los dignatarios, a quienes ostentaban el poder, en vez de ir a besar las manos de los tiranos y los religiosos envanecidos por su soberbia, fue a la casa de Zaqueo, un publicano; a la casa de Simón, un leproso despreciado por sus pares; y a los hogares de los más humildes y despreciados, aquellos que no importaban, porque sus votos no eran nada para el poder.

Cuando debería haber estado en reuniones con los que mandaban, estaba en la plaza rodeado de prostitutas, ladrones, mendigos, pobres y la escoria de su tiempo, aquellos que no tenían lugar en la mesa de los grandes. Aquellos que por definición debían ser escondidos y alejados. Ningún político de su tiempo accedería a acercarse a esa chusma, pero Jesús lo hizo, porque no temía ser políticamente incorrecto.

Su discurso no fue conciliador, fue al contrario, un discurso comprometido, audaz, temerario, directo, explosivo, irónico, fuerte, espinoso, enérgico, políticamente imprudente, mordaz, autoritativo, es decir, fue todo lo que no debe ser la oratoria de una persona “políticamente correcta”.

Conclusión 

En días como los que vivimos, es imprescindible que se analice qué tipo de vida queremos llevar. Una vida sin compromiso, es al final, una veleta que el viento lleva para cualquier lugar. No se puede ser cristiano neutral, no se puede seguir a Jesús y pretender ser políticamente correcto, algo no funciona cuando buscamos caerle bien a todo el mundo, es imposible que le gustemos a todos, ni Jesús lo logró.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

sábado, 8 de enero de 2011

No dejes que te quiten la libertad y la esperanza

PREGUNTA:

Apreciado pastor:

“Soy una joven de 28 años de edad, a los 13 años mi madre me expulsó de mi casa y durante un tiempo viví en las calles. A la edad de 15 años conocí un joven del que me enamoré. Lamentablemente me embaracé y luego él me dejó sola. Intente sacar a mi hijo adelante sola como pude trabajando muy duro. A los 17 conocí a otro chico con el cual estuve 6 años. Él me golpeaba, le gustaba mucho beber alcohol, así que terminé por abandonarlo. Finalmente logré volver con mi familia después de varios años de haber sufrido hambre, maltratos y humillaciones.

Con el tiempo conocí el amor de Dios y me uní a una iglesia cristiana, hace 3 años que soy bautizada, y llevo estudios bíblicos. Sentí el llamado para trabajar con adolecentes ya que Dios puso en mi corazón la convicción de que mi testimonio podría salvar y ayudar la vida de muchas jóvenes que están en las drogas, que provienen de familias disfuncionales, que han vivido el drama de los embarazos adolescentes y muchas otras cosas más. Llevo trabajando con este ministerio hace un año.

Estando en esta labor conocí a un joven el cual es un siervo dedicado a las cosas de nuestro Padre celestial, tiene un corazón generoso, es temeroso de Dios, un varón con muchas virtudes. Él se enamoro de mí y van ocho meses que estamos enamorando. Ambos soñamos con servir a Dios en un ministerio para jóvenes. Pues bien, decidimos hablar con nuestro pastor y nos encontramos con una respuesta muy dura de su parte. Él dijo de una manera cortante y hasta cruel que yo no soy un buen testimonio para la vida de él, ya que mi enamorado siente el llamado para ser pastor y yo soy madre soltera. Quedé devastada y confundida. Yo me aferro a las promesas de Dios de que somos nueva criatura y que además mi vida es una nueva vida porque vivo para Cristo. Quisiera saber si realmente él jamás podrá casarse conmigo y si en algún momento podrá ejercer el ministerio.

La duda que estoy sintiendo es como un castigo diario. Yo quiero que él sea feliz y haga la voluntad de Dios, que lo ha llamado al pastorado. Sé que mi vida fue terrible ante los ojos de Dios pero sé que ahora puedo usar mi testimonio para ayudar a muchos jóvenes. Espero con ansias una respuesta que me de paz”.

RESPUESTA:

Apreciada amiga:

Cuando leo cartas como la que tú me envías me lleno de tristeza, sólo en esta semana he recibido cuatro con el mismo tenor de la tuya. No me acongoja tu testimonio, que es digno de ser escrito y publicado para que miles se enteren del extraordinario amor de Dios que es capaz de redimir a quienes están perdidos y luego son rescatados por su gracia. Me llena de desconsuelo el saber que algunos se llaman “pastores” y en realidad son lobos vestidos de ovejas cuya misión es destruir y desanimar a quienes han optado por entregar su vida a Dios.

El peligro enfermante del legalismo 

El legalismo es un disfraz del enemigo de Dios para atormentar a quienes han decidido creer en las promesas de Dios.

Ese pastor que los “aconsejó”, puede que tenga las mejores intenciones, pero su honestidad no lo libra del grave error que está cometiendo. Simplemente no cree en la redención. ¿Qué espera? Una iglesia de santos impecables que nunca se hayan equivocado, en ese caso, tendría que construir su templo en otro planeta, porque los que vivimos en éste estamos todos contaminados de pecado. Ya lo decía Pablo:
Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios (Rm. 3:23). 
El texto es claro: “Todos”, eso incluye al legalista que pastorea tu iglesia. Nadie está libre de pecado, por lo tanto, nadie merece la gracia por sí mismo. Si no fuera por Jesucristo nadie tendría esperanza ni salvación. Tu vida no ha sido más terrible que la de otros seres humanos, incluyendo a esa persona que se hace llamar “pastor” sin serlo.

Por eso Juan escribió:
Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad (1 Jn. 1:8). 
Las iglesias no son museos para exhibir santos impecables, ese es un error que a lo largo de la historia de las religiones, incluyendo el cristianismo, ha sembrado muerte, terror y sangre. Todas las persecuciones, de todos los siglos, se emparentan en ese concepto equivocado. El problema es que quien se cree más santo que otro, termina convirtiéndose también en el verdugo de sus hermanos. El que acusa luego arma la hoguera para llevar a ella a los que ha condenado previamente. El fanatismo siempre racionaliza sus malas acciones considerándolas como formas de actuación divinas, cuando no son más que mascaradas diabólicas. No dudo que ese pastor, sin que se lo proponga, es instrumento del enemigo de Dios.

La misión redentora de la iglesia 

En muchos sentidos tú eres una persona sobreviviente y alguien que está en mejores condiciones que otros para entender y ayudar a quienes padecen o han padecido las secuelas de las drogas, los hogares destruidos, los embarazados no deseados y otras consecuencias equívocas.

Cuando pienso en que tenías 13 años cuando fuiste arrojada a vivir a la calle se me parte el alma, a esa edad, se es una niña, el que hoy día puedas estar inspirada a ayudar a otros, es simplemente un milagro, que lastimosamente tu “pastor” no ve. Eres una sobreviviente, en psicología se diría resiliente, una persona que pasó por el infierno y ha logrado llegar a la tierra prometida de la esperanza.

La iglesia tiene una sola misión: LLEVAR EL MENSAJE DE RESTAURACIÓN A LA VIDA DE LAS PERSONAS. El gran problema es que muchos de los miembros de las iglesias quieren salvar a los pecadores, pero no quieren que se salven junto a ellos. Los quieren lejos, ausentes, detrás de una pared. No desean que los pecadores que han sido salvados vengan a sentarse a su lado en la iglesia, los prefieren en sus casas, lejos, frente a sus televisores o en iglesias online.

Cuando era adolescente mi país fue visitado por un alto dignatario mundial. El aeropuerto estaba cerca de poblaciones marginales (callampas, se les decía en ese momento). Barriadas de gente pobre que construía sus miserables viviendas con cartones, latas y maderas desechadas. No sé a qué funcionario, de los “brillantes” que abundan en la política, se le ocurrió que la mejor solución era poner una pared entre la carretera y dichos barrios, para que los que vinieran del aeropuerto no tuvieran que ver la pobreza de dichas personas, y de paso, dar una “imagen” de más alcurnia.

A veces pienso que en la iglesia hay algunos que han construido una especie de barrera, entre ellos, los “más santos”, y los otros, los que han caído en desgracia y por lo tanto hay que esconderlos.

Jesús no tuvo temor de rodearse de prostitutas, ladrones, y enfermos. Los parias de su sociedad. A ellos visitó, abrazó y amó. Y cuando se acercaron los religiosos de su tiempo para reprocharle su actitud simplemente les contestó:

―No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos sino a pecadores (Mr. 2:7).

Y la última frase es una clara ironía, de las que Cristo utilizaba en abundancia porque: ¿Quién es justo? ¿Quién está libre de pecado?

Lo que pretendió enseñar Jesús es que finalmente él no puede hacer nada por aquellos que se consideran justos y sin pecado. La condición básica para ser salvo es entender que se está enfermo y necesitado de su gracia. Cuando eso no ocurre, entonces, la religión, las buenas nuevas, el mensaje eterno, carece de poder transformador.

La iglesia que constantemente le está recordando a las personas sus pecados pasados, no son iglesias, sino purgatorios, campos de concentración y tortura. Los pastores que no aceptan la redención son aquellos que no pueden entender el poder transformador de Dios y en ese sentido, se convierten en instrumentos del enemigo.

Dile a tu pastor que estudie la Escritura, porque aún ignora el poder transformador de Dios. Para muestra, algunos de los grandes héroes y heroínas de la fe, los que proclamamos, aquellos de los que hablamos, de los que se hacen sermones y se inventan cantos, los héroes que deseamos imitar… pero de los cuales no queremos entender su curriculum vitae, la realidad es que:
  • David, fue un violador, asesino, mentiroso, sanguinario, de mal carácter, e hipócrita. 
  • Salomón, fue un adúltero compulsivo y un degenerado sexual que escondía sus impulsos enfermizos en matrimonios de conveniencia. 
  • Pablo, fue un asesino, fanático y cruel. 
  • Pedro, fue un mentiroso y un traidor. 
  • Rahab, fue una prostituta que se convirtió en princesa y la abuela de Jesús. 
  • Juan, era tan soberbio y violento que lo llamaban el “hijo del trueno”. 
  • Manases, fue un tirano, ególatra y megalómano que no dudó en aserrar a Isaías. 
  • Moisés, fue un asesino, mentiroso y cobarde. 
  • Miriam, tenía una lengua viperina, chismosa y camorrera. 
  • Mateo, era un ladrón profesional y un mentiroso por definición. 
  • Abraham, fue un cobarde, un mentiroso compulsivo, y un homicida frustrado que no dudó en embarazar a su propia empleada y luego abandonarla en el desierto para que muriera. 
  • Judá, fue un codicioso, cuya lujuria lo llevó a embarazar a su propia nuera confundiéndola con una prostituta. 
Ninguno de ellos podría haber pasado la prueba del que hace llamar “pastor” de tu iglesia. De hecho, con los criterios que algunos utilizan para “medir” la vida cristiana, todos ellos se habrían convertido en exiliados entre sus hermanos. Habrían sido excluidos y alejados de la comunidad cristiana y no los tendríamos hoy como ejemplos de redención, transformación y gracia.

La serpiente que susurra 

No permitas que ese “pastor” que susurra a tu oído como la serpiente del Edén te arrastre con culpa y necedad. No olvides el mensaje bíblico:
Dios “perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias; él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión” (Sal. 103: 3-4).
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados (1 Jn. 4:10). 
En Jesucristo “tenemos redención, el perdón de pecados” (Col. 1:14). 
Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo (1 Jn. 2:1). 
Satanás lucha por desanimarnos y utiliza como instrumentos a los legalistas y fanáticos que creen que ser cristiano es vivir de apariencias. Jesús vino a buscar a los perdidos, a los que tienen conciencia de pecado, a quienes saben que no merecen la gracia. Vino a dar esperanzas a quienes las han perdido. Cuando alguien no promueve eso, es simplemente acólito del enemigo de Dios.

El amor que cubre faltas 

No le hagas caso a ese pastor, discípulo de tú sabes quién. Busca al Señor que redime, al Jesús que vino a buscar precisamente a personas como tú, que han sido hundidas en el pecado, y que luego por su gracia son redimidas, rescatadas y restauradas.

Quién debe jugársela por ti es tu novio. Él es quien debe entender que “el amor cubre multitud de pecados” (1 Pe. 4:8). Por lo tanto, es él quien debe luchar para que tú seas restaurada plenamente.

Si te ama, no debería temer seguir adelante con la relación. Porque el amor es capaz de restaurar y redimir.

Si te ama te va a aceptar con tu pasado y logrará construir una vida a tu lado, porque el amor verdadero hace eso, cubre, protege, redime, restaura y anima.

Así que los diálogos más importantes los debes tener con él, no con el pastor que no entiende nada. Es tu novio quien debe ser, tal como en el caso de Booz y Ruth, tu redentor, el que esté dispuesto a comprar tu pasado porque sabe que tiene un futuro contigo.

Lo que habilita para el pastorado 

No sé de dónde salió esa idea macabra de que las personas que son aptas para el ministerio deben ser impecables, con un pasado sin faltas. Si fuera por eso Pablo, Moisés, Abraham, Pedro, Juan y muchos otros estarían descalificados para ser ministros.

Lo que califica no es el pasado, sino el presente redimido y el futuro de gloria que se produce con personas que se dejan transformar por la gracia de Dios.

Al contrario, como esposa de un pastor podrías hacer un bien mucho mayor, puesto que les darías esperanza a las mujeres y jóvenes que se han desviado y han tenido que morder el polvo de la derrota y la humillación. Darías esperanza tal como la daba Rahab, la ex prostituta de Jericó, la que se convirtió en esposa del príncipe Salmón y llegó a ser la madre de ese extraordinario hombre que fue Booz. Estoy seguro que cuando otras prostitutas veían a Rahab del brazo de su esposo se les llenaban los ojos de lágrimas, pero de gozo, de esperanza, de futuro, porque sabían que ellas también podrían llegar a ser como ella. En su presente ellas veían sanidad para su pasado. Es lo que debería ser siempre la redención, esperanza.

No bajes la cabeza. No permitas que la persona que dirige tu iglesia te doblegue. No dejes que discípulos del averno te impidan ver la luz. Si en ese lugar no creen en la gracia, busca una comunidad cristiana que si tenga a Jesús como centro, pero no dejes que te encarcelen de nuevo en la desesperanza y te alejen del único que puede darte fortaleza, Cristo, tu libertador. Escucha a Pablo, el ex-asesino, el ex-perseguidor, el ex-fariseo, el ex-fanático, el ex-despiadado: 
Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud (Gál. 5:1). 
Al levantarte cada día, sonríe, llena de esperanza y di con una sonrisa en tus labios: Soy una hija de Dios, mi Señor, él "ha roto mis cadenas" (Sal. 116:16).

Conclusión 

Espero escuchar de ti y saber que no sólo eres la esposa de un pastor, sino que además, estás haciendo un ministerio que trae bendición a miles de jóvenes que hoy pululan por las calles sin esperanza. 

Busca y lee el libro de Sharon Jaynes, Tus cicatrices son hermosas para Dios, y luego levanta la frente: Eres una hija de Dios redimida por su gracia. No eres la dueña del universo, pero si su hija.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

jueves, 6 de enero de 2011

Los cuatro temperamentos

Los temperamentos son el horóscopo de los que no creen en la astrología.

En 1966 Tim LaHaye presentó por primera el concepto de “los cuatro temperamentos”, en realidad resucitó una idea que había estado muerta desde la Edad Media.

Según su opinión los seres humanos nacemos condicionados por factores de tipo hereditario que nos haría actuar de una determinada manera, sin que podamos hacer algo al respecto.

Escribió varios libros sobre el tema convirtiéndose en una especie de “biblia” para quienes creyeron en sus conceptos y de paso lo enriquecieron a partir de la ingenuidad de sus lectores.

Publicó sobre el tema:
  • Temperamentos controlados por el Espíritu (1966). 
  • Manual del temperamento: Descubra su potencial (1984). 
  • Por qué actúas de la forma en que lo haces (1988). 
  • Temperamentos transformados (1989). 
  • Temperamentos transformados por el Espíritu (1989). 
  • Aumente el poder de su personalidad (1989). 
  • El varón y su temperamento (1992). 
LaHaye dividió a los seres humanos en cuatro temperamentos básicos: Colérico, Sanguíneo, Melancólico y Flemático.

Origen de la teoría 

La teoría no es nueva, procede de la mitología griega que asignaba a ciertos “humores” las distintas características de los seres humanos. Lo que hizo LaHaye, sin ningún tipo de sustentación científica, es continuar con la misma línea de pensamiento que venía desde antaño y siguió con la tradición de fomentar la ignorancia a partir de un consenso popular.

Según se desprende de la teoría todos los seres humanos tendrían un temperamento dominante y otro pasivo. Eso implicaría que habría varias posibles combinaciones de temperamentos. Se podría ser melancólico-sanguíneo, o sanguíneo-colérico, etc. Cada temperamento tiene características distintivas y en base a esas características las personas serían cotejadas y luego “clasificadas”.

Alguna vez creí en esta idea, hasta que comencé a darme cuenta de sus inconsistencias, ambigüedades, y lo que terminó de convencerme de su error fue la falta de fundamento y sobre todo los efectos que provocaba en las personas, que lamentablemente, inducidas por su concepción persuasiva terminaban siendo fatalistas o conformistas, o una combinación de ambas actitudes erróneas.

Durante mucho tiempo numeras personas han intentado crear tipologías para dividir a los seres humanos categorizándolos y clasificándolos de un determinado modo. En cierto modo es la búsqueda de uniformidad, la anulación de las características individuales y únicas de cada persona.

El problema con la teoría de los temperamentos es que no se rigen por normativas estrictas, simplemente la caracterización se relaciona exclusivamente con el individuo que hace la distinción. Una persona con liderazgo puede ser caracterizada como colérico y otra persona puede “parecerle” que es sanguíneo, dejando la situación a la ambigüedad de quien elabora la descripción, lo que lo hace altamente subjetivo.

Origen ocultista 

Varios autores que han analizado el origen de la teoría, coinciden en señalar que la idea procede de viejos mitos cargados de contradicciones y en prácticas ocultistas ancestrales. La historia de la medicina y las ideas acerca de las enfermedades revela que hasta la Edad Media era común que quienes practicaban la “medicina” (lo ponemos entre comillas, porque en realidad eran chamanes, curanderos o aprendices de médicos), y los sabios y filósofos utilizaban los llamados “humores” del cuerpo, es decir, los líquidos del cuerpo y además, los astros y signos zodiacales para tratar las enfermedades e intentar detenerlas.

En la práctica, la idea de los temperamentos fue desechada y excluida totalmente de los textos de psicología que surgieron en el siglo XX. La razón se debía exclusivamente a la falta de comprobación objetiva de su realidad.

Razón de su popularidad 

Una de las razones por las que la teoría de los temperamentos se ha convertido en popular es porque la mayoría de las personas quiere una explicación para saber por qué razón es cómo es. En buena parte de los grupos evangélicos protestantes existe una tendencia a huir de los análisis psiquiátricos y psicológicos. Es común estigmatizar la psicología y creer que algunas de sus conclusiones proceden de fuerzas malignas. La mayoría de los cristianos que conozco lo último que buscarían es consejo en un profesional de la salud mental. Conozco personas con convicciones cristianas profundas, pero con ideas infantiles acerca de la salud mental, consideran que “exponerse” a la influencia de un psicólogo o psiquiátrica en el fondo es falta de fe o crear la posibilidad de alguna influencia en contra de su voluntad a su mente. Dicha postura no sólo es infantil, sino carece de fundamento lógico. En dicho contexto de superstición es lógico que una explicación tan “sencilla” como los temperamentos venga a dar alivio a personas que quieren entender en parte la complejidad de su propia mente.

En los años que llevo trabajando con personas, he encontrado a creyentes honestos que están dispuestos a creer en la irracionalidad de los temperamentos, pero niegan firmemente la posibilidad de que la psicología o los profesionales de la salud mental puedan ser un aporte para su vida. Es una forma sutil de negación que opta por lo absurdo antes que la lógica de las investigaciones científicas.

Es verdad que hay que tener cuidado al consultar a un profesional de la salud mental, pero no más que el que hay que tener al ir a un dentista, un mecánico automotriz, un médico o un abogado. Charlatanes los hay en todas las áreas del saber, pero eso no invalida el saber en sí mismo.

Las ideas de Tim LaHaye 

Tim LaHaye se ha hecho muy popular en los años recientes, se ha hecho famoso por la saga de novelas que ha escrito sobre el tiempo del fin, algunas llevadas al cine, y donde en un tono amarillista y alarmista, impresiona a los lectores con los supuestos acontecimientos del tiempo del fin.

En realidad, su veta novelesca es desde mucho tiempo atrás. Las ideas sobre el temperamento así lo demuestran, pues no se basan en evidencias sustentables, sino en presupuestos que luego se confirman en una especie de argumento circular donde las personas se ven a sí mismas reflejadas en la descripción y entonces, asumen que son como se les dice, aún cuando algunos inteligentemente se dan cuenta de la irracionalidad de poner a todos los seres humanos en cuatro categorías.

En su libro Temperamentos controlados por el Espíritu, LaHaye reconoce haber tomado la mayor parte de sus ideas del libro Temperament and the Christian Faith (Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1962), originalmente publicado en noruego en 1940, del teólogo Ole Hallesby.

El determinismo implícito 

Uno de los conflictos que me produce la teoría de LaHaye es que, siguiendo la lógica del Zodíaco, la conducta de las personas de una manera inconsciente, está determinada por factores ajenos a su voluntad, idea que de un modo u otro se presenta en autores no cristianos como Sigmund Freud y C. G. Jung.

En el caso de las ideas de LaHaye, las conductas humanas de un modo u otro, estarían determinadas por los genes. Los padres darían a sus hijos su propia combinación de temperamentos, y el hijo no tendría nada que hacer ante esta herencia psicológica. En este contexto, ¿para qué hablar de cambio y transformación? ¿Qué sentido tiene la libertad y la conciencia individual?

LaHaye sin quererlo ni buscarlo, termina fomentando el determinismo y el fatalismo. Más de alguna vez he escuchado en tono de resignación pasiva: “Es que yo soy flemático, por eso soy así”; “me enojo porque soy colérico, tienen que entenderme”; “meto la pata porque son sanguíneo, y los sanguíneos no nos callamos nada”. Dichas frases, transmitidas en diferentes contextos, sólo transmiten la idea de conformismo pasivo frente a algo que se ha heredado y por el cual no se puede hacer nada. Cuando comencé a percibir esta actitud, empecé a alejarme no sólo de las ideas de LaHaye sino de todos los autores que de algún modo sugirieran algo similar.

La realidad es que el ser humano es mucho más complejo que la distribución en cuatro categorías. Sin embargo, aunque podemos nacer con tendencias que luego son reafirmadas por el medio ambiente en el que nos encontramos, no hay determinismo ni fatalismo. Somos libres de cambiar el rumbo de nuestra existencia y actuar de manera distinta a lo que indican nuestras influencias. Si no, ¿cómo entender entonces las miles de personas que son capaces de torcerle la mano al destino? Hijos de padres golpeadores que deciden no golpear a sus hijos; hijos de padres con tendencias a la adicción que son capaces por elección de vivir una experiencia diferente; hijos de megalómanos que eligen vivir de manera sencilla y con un enfoque diferente a sus existencias; podríamos estar largo rato con ejemplos similares.

El determinismo se convierte en destino, cuando las personas empiezan a creer que no pueden hacer nada frente a “fuerzas” que los controlan.
  • ¿Tienes tendencia a enojarte y explotar? Eso no implica que seas colérico, es posible que estés siguiendo modelos que no te enseñaron a canalizar positivamente tus emociones. 
  • ¿Te cuesta dominar tu lengua y dices no sólo lo que piensas, sino más de la cuenta? Eso no implica que seas sanguíneo, es probable que sufras de un problema diferente y que nos has aprendido a controlarte, no se puede decir todo lo que se piensa en todo momento, eso provocaría serios daños a otros. 
  • ¿Te sientes melancólico y triste? No es señal de ser melancólico, porque si así fuera ¿cómo explicas que extrovertidos se suiciden? Tristeza pueden sentir todos y la melancolía va y vuelve en la vida de los seres humanos, precisamente por eso, porque somos humanos. 
  • ¿Te dejas influenciar fácilmente por otros sin tener columna vertebral? Eso no significa que seas flemático, conozco personas de distintos “supuestos” temperamentos, que tienen una conducta similar. Es posible que nunca te enseñaron a decir “no” y debes aprender a ser asertivo y expresar lo que realmente sientes. 
El encasillamiento de las tipologías 

Las tipologías y descripciones similares a los temperamentos, tienden a encasillar a las personas. Por comodidad intelectual, por no querer ir más allá y analizar otros factores, es más sencillo caer en este tipo de determinismos que atreverse a pensar que los seres humanos somos mucho más complejo que eso.

El encasillar o encasillarnos produce una sensación finalmente de frustración. Es como entrar a un callejón sin salida. Las personas se ven imposibilitadas de obrar de otro modo porque nada pueden hacer frente a la situación que están viviendo.

El estudio de la personalidad lo que ha demostrado es que existen cientos de rasgos. Eso hace inviable algún tipo de determinismo o predicción. Si LaHaye y sus acólitos tuvieran razón, entonces, podríamos predecir con exactitud el temperamento que tendrá un hijo, pero al observar, especialmente a familias numerosas, lo que se observa es finalmente una rama de características totalmente diferentes. ¿Por qué, si tienen la misma herencia, no tienen el mismo temperamento?

Un horóscopo moderno 

En más de alguna ocasión he calificado a la idea de los temperamentos como un “horóscopo”. En la teoría del zodiaco, los planetas y los astros son los que guían la conducta humana. Cuando se lee la descripción que se realiza en un horóscopo de lo que sucede o sucederá con una persona, lo que se observa son frases anfibológicas.

La anfibología es por definición una frase ambigua, que tiene más de una interpretación, y en el caso que sea será verdadera. Por ejemplo, alguien dice: Pedro fue al pueblo en su auto. Eso se puede entender de dos maneras posibles:

1. Que fue en su propio auto.

2. Que fue en el auto de otro.

Si alguien reacciona y dice que fue en el auto de otro, uno dirá, si en “su” auto, en el auto de la otra persona. En ambos casos es correcta.

La mayoría de las expresiones de LaHaye son anfibológicas, no hay manera de errarle, tal como el horóscopo. Mi horóscopo de hoy dice:

Después de un largo tiempo de desmotivación, en estos momentos sí te sientes a gusto en el trabajo y le dedicas tiempo y ganas a todas tus tareas. Disfrutas de los proyectos, del trabajo en equipo con tus compañeros e incluso con tu jefe. Intenta siempre encontrar el lado positivo.

Por razones laborales deberá reorganizar su tiempo. Aunque se encuentre muy atareado las cosas tomarán pronto su cauce normal. El esfuerzo resultará positivo. Una reunión por cuestiones de papeles. Sugerencia: todo es cuestión de analizar para resolver
”.

Cada vez que leo frases como estas me dan ganas de reír, un poco por la anfibología, y otro poco, por la irracionalidad que se esconde.

¿Quién no se ha sentido desmotivado en el trabajo en algún momento? Así que cualquiera encaja en la primera descripción.

“Intenta siempre encontrar el lado positivo”. Eso se aplica a cualquier signo zodiacal, además, si soy melancólico, como supuestamente lo soy, entonces, me será difícil seguir este consejo.

Todos tenemos que reorganizar nuestro tiempo, por razones laborales, siempre. El mundo del trabajo es cambiante y sujeto a vaivenes económicos y políticos, el reacomodo está presente siempre, así que cualquier signo lo puede tomar.

“Todo es cuestión de analizar para resolver”. Pues claro, para cualquier persona y de cualquier signo.

Si se lee a LaHaye las frases que utiliza para describir los temperamentos son similares:

Tomando citas del libro Temperamentos transformados, en la página 31 describe al melancólico diciendo:

“El Melancólico encuentra sentido a la vida a través del sacrificio personal. Pareciera que siente el placer de estar triste, y con frecuencia elige una difícil vocación que entrañe un gran sacrificio personal. Una vez tomada la decisión, tiende a ser concienzudo y persistente en la prosecución del objetivo, y es casi seguro que lo hará a la perfección”.

Conozco a un supuesto colérico que calza a la perfección en esta descripción, salvo por lo de estar triste. LaHaye salvará la situación diciendo es que probablemente es 70% melancólico y 30% colérico, y ahí entramos en una subjetividad aberrante. ¿Cómo estar seguro de los porcentajes? ¿Es decir, que si me río y cuento chistes soy un 20% sanguíneo, y debo restarle a las otras características temperamentales que tengo? Eso me parece más a zodiaco que a realidad.

De cualquier manera que se lea LaHaye termina teniendo razón, como en el horóscopo, porque es anfibológico. Si un sanguíneo elige una profesión que entraña sacrificio personal (conozco a una supuesta sanguínea que ha elegido una carrera sacrificada), entonces LaHaye saldrá con su teoría de los porcentajes, y si vamos por esa vía, entonces, todo es posible.

Lo más sorprendente es que, como ya lo han notado otros que critican a LaHaye, la descripción de los temperamentos coincide con el horóscopo, y de manera más o menos exacta.

La tipología de LaHaye coincide con al menos cuatro tipos astrológicos de manera casi calcada:
  • Sanguíneo: Si se lee lo que dice la astrología de Sagitario: "Son personas que sobresalen, gente locuaz, afable y en su mayoría se convierten en actores, vendedores y oradores profesionales". En la página 23 de su libro LaHaye sostiene que el sanguíneo es “es el temperamento cálido, campante, vivaz y que goza de la vida”. En la misma página y la siguiente señala que su característica más común es su capacidad de hablar y relacionarse con otros. En la página 24 dice que triunfan como actores, vendedores y oradores. 
  • Colérico: El signo de Escorpión señala que son "Fuertes, a menudo suelen ser crueles y sarcásticos, generalmente son los líderes, son los generales y capitanes de la industria”. En la página 27 LaHaye describe al colérico como: “Fogoso, de genio vivo, activo, práctico, de recia voluntad. A menudo es autosuficiente y muy independiente. Tiende a ser terminante y porfiado; le resulta fácil tomar decisiones tanto para sí como para los demás”. Más adelante agrega que con personas que no sienten compasión por otros, crueles y sarcásticos y a menudo, son los líderes. Una frase anfibológica de LaHaye es: "Muchos de los criminales más depravados del mundo y los dictadores han sido coléricos". 
  • Flemático: La descripción de Tauro en la astrología lo define como una persona "calmada, pacífica, y tranquila, lo que los convierte en buenos profesores y diplomáticos". LaHaye en la página 33 lo describe como un “temperamento calmo, sereno, lento, tranquilo y equilibrado". En la siguiente página señala que son buenos diplomáticos y sobresalen en cualquier actividad que requiera ser meticuloso. 
  • Melancólico: Son los Virgos de la astrología, es decir "Los intelectuales y perfeccionistas, los artistas del mal humor, pero dotados músicos e inventores de este mundo". LaHaye en la página 30 lo describe como “un perfeccionista analítico con tendencia al autosacrificio y emocionalmente hipersensible. Nadie como él para apreciar las artes”. En la siguiente página señala que “pertenecen al grupo de los melancólicos muchos de los grandes artistas, músicos, inventores, filósofos, educadores y teóricos en general”. 
Sobran palabras, y aunque en el zodiaco aparecen 12 descripciones diferentes de las personalidades, con el sistema de LaHaye de los porcentajes y combinaciones, se puede llegar a la misma coincidencia con las otras tipologías astrológicas.

El cambio

No creo en los temperamentos, pero sí creo en que el ser humano puede cambiar. Mi convicción se sustenta en la libertad de elegir, y en el libre albedrío. En la posibilidad que tienen los seres humanos por dejarse influenciar y optar por mejores formas de vida.

No es fácil torcer el “destino”, pero para quienes no creemos en el determinismo, lo que sostenemos es que no es sencillo elegir y mantenerse en esa decisión. LaHaye lo reconoce al final de su libro cuando habla de la acción transformadora del Espíritu Santo, y en ese sentido es razonable. Pero no creo que por efecto del temperamento, sino por el poder que tiene Dios de transformar a las personas que lo desean, que lo buscan, que lo deciden, porque ni Dios puede cambiar a alguien que no quiere cambiar.

Conclusión

No puedo dudar de la buena fe de quienes creen en los temperamentos, sin embargo, siento que aún la buena fe no exime de error ni de estar honestamente equivocado. Mi mayor objeción a la teoría de los temperamentos es que fomenta, aún en cristianos conversos, la idea del destino, el determinismo y por consiguiente, un dejo de fatalidad y resignación frente a la existencia. No creo que esa sea una forma adecuada de vivir, más si se es creyente en un Dios que por definición entiende que los seres humanos somos libres y potencialmente podemos cambiar y ser personas diferentes, torciéndole la mano al “destino”.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

lunes, 3 de enero de 2011

Cura de mi pueblo

Mientras conducía veía en el horizonte el hermoso espectáculo de las imponentes montañas de Chiapas, bosques de pinos, cascadas de aguas, algunas a los lejos y otras justo al lado del camino, los valles con pequeños poblados, los sembradíos de maíz que asomaban a cada momento de las laderas de los cerros menos escarpados, un paisaje bucólico lleno de luz y color. Cada cierto tiempo pasaba por pequeñas aldeas llamadas en México, Colonias, muchas de ellas con nombres extraños para un extranjero, expresadas en algunos de los dialectos de las comunidades nativa de estas maravillosas tierras, Pichucalco, Socoltenango, Tapilula, Rincón Chamula, Huixtan, Ixhuatan, Ixtacomitán, Ixtapa, Solosuchiapa, etc.

Tuve que viajar solo durante cuatro horas, así que conduje con cuidado por las curvas entre las montañas. Cuando viajo suelo escuchar música, así que conecté el Ipod a la radio de mi vehículo y me dispuse a sumergirme en el camino en dirección a Tabasco. La carretera serpenteante por las montañas, un día esplendoroso lleno de luz. Un momento perfecto para la reflexión y el ensimismamiento. Tenía todo el tiempo para mi.

En algún momento, cuando ya llevaba unas dos horas de camino, me entró nostalgia por escuchar música chilena, así que busque y me deleité escuchando folklore chileno, iba cantando las canciones que de un modo u otro me recordaban los tiempos que viví en Chile, hace tanto tiempo que ya me parece otra vida. De pronto los parlantes comenzaron a emitir el canto “Cura de mi pueblo”, cantado por los Huasos Quincheros, no recordaba que ellos lo habían interpretado, no son mi conjunto folklórico preferido. Me puse a intentar rememorar hasta que recordé que fue Pedro Messone, el legendario cantante folklórico de Chile el que grabó este canto, por allá por el año 1970.

De pronto caí en la cuenta en la letra que dice:

Cura de mi pueblo,
que en tus oraciones,
a Dios siempre ruegas,
por todos nosotros.
Cura de mi pueblo,
cuando yo era un niño,
me dabas santitos,
me hacías cariño.
Cura de mi pueblo,
cuando yo era un niño,
me dabas santitos,
me hacías cariño.

Cura de mi aldea,
de mi pueblecito,
donde ahora descansan,
mis seres queridos.
Cura de mi pueblo,
amable y sencillo,
siempre te recuerdo,
como un buen amigo.
Cura de mi pueblo,
amable y sencillo,
siempre te recuerdo,
como un buen amigo.

Hoy que ya soy hombre
y te veo viejito,
yo venero en ti,
todo el tiempo ido.
Tú que sabes tanto
y que tanto has oído,
dime mi buen cura,
mi buen padrecito,
dime si es pecado,
si amar es delito.
Tú que sabes tanto
y que tanto has oído,
dime si es pecado,
si amar es delito,
dime mi buen cura,
mi buen padrecito.

Al terminar la canción me sorprendí a mi mismo sonriendo con nostalgia al pensar en lo que implicaba la expresión “cura de mi pueblo”. Con lo desmerecido que está el sacerdocio católico no se podría pronunciar hoy la parte “me hacías cariño”, sin caer en algún tipo de sospecha. Luego me puse a pensar en serio y terminé reflexionando sobre la gravedad de la falacia que confunde a la parte con el todo, y termina discriminando a un grupo por la conducta de un individuo.

El individuo no es el grupo

No es novedad para nadie el saber que existen miles de sacerdotes a través del mundo que han sido acusados de pedofilia. Sin duda, muchos lo son, pero en ese énfasis olvidamos que hay miles de religiosos y religiosas alrededor de esta tierra nuestra que son honestos, transparentes y que ciertamente sufren por la conducta errática de alguno de sus pares.

Soy amigo de dos sacerdotes domínicos, estudiamos juntos en la universidad, llegué a conocerlos muy bien, sé de sus sentimientos, de su nobleza, de su vocación de servicio y de la abnegación que hay en sus actos. Pensando en ellos, siento que es injusto por definición confundir la parte con el todo.

Recuerdo a un sacerdote de la ciudad donde me crié, me gustaba verlo con su amabilidad y riqueza interior. Nunca fui católico pero más de alguna vez fui a escucharlo a la misa porque me gustaba su forma de expresar las ideas. Lo vi anciano, supe que murió y cientos de personas acudieron a su funeral en señal de respeto y gratitud.

Tres de mis escritores preferidos son sacerdotes católicos y he leído muchas obras de pensadores católicos, que ciertamente han llevado una vida pública y privada acorde con las convicciones que han guiado sus vidas.

Confundir la parte con el todo es caer en un infantilismo lógico, en cierto modo, no sólo es una falta de respeto para otros, sino es faltarse el respeto a sí mismo pensando como un niño.
  • Conocí a un pastor adventista que violó a una chica de su iglesia, sería injusto sostener que esa es la conducta típica de los ministros adventistas.
  • En mi niñez conocí a un pastor bautista que solía quedarse con los diezmos y robar otros dineros, eso no convierte a todos los ministros bautistas en ladrones. 
  • Alguna vez, por solicitud de un médico, atendí a un pastor pentecostal que golpeaba a su esposa y era abusivo con sus hijos. Estuvo en la sala de mi casa, nunca se me ocurrió pensar que todos los pastores pentecostales tienen dicha conducta. 
  • En Argentina fue noticia que un reconocido experto mundial en violencia familiar y abuso infantil, era parte de una red internacional de pedófilos que prostituía a adolescentes. Sería injusto sostener que todos los psicólogos tienen dicha patología. 
  • Estando en Venezuela supe de un ministro que tenía vínculos con el narcotráfico y de esa manera había amasado una fortuna. Sería absurdo suponer que los ministros religiosos son narcotraficantes. 
  • Cuando enseñaba en Colombia uno de mis alumnos de posgrado me habló de un pastor que se involucró con las Farc y terminó entregando ayuda a los grupos terroristas. No podría decir que los ministros participan o siquiera simpatizan con grupos disidentes y terroristas. 
  • En Perú supe de un alumno de teología que fue detenido por la policía siendo estudiante de una universidad adventista, el cargo fue por participar en una célula terrorista del sendero luminoso y ser un experto en secuestros. Miles de estudiantes de teología alrededor del mundo son distintos, no podemos poner a todos en el mismo saco. 
Podría estar por horas mencionando ejemplos similares y podríamos concluir con lo mismo: No es lógico confundir la parte con el todo.

El peligro de la generalización

Cuesta entender que muchas opiniones son generalizaciones, y en muchos casos es imposible sostenerlas o rechazarlas sin más ni más. La ambigüedad de algunas afirmaciones hace muy ardua la tarea de desmentido o defensa para las víctimas. La mayoría de las veces no se está en condiciones de probar que la afirmación es errónea.

Hace algún tiempo atrás fue víctima de un “pastor” chismoso, con tendencia a pontificar, mentiroso, violento, y falaz por las anfibologías que utiliza. El problema con sujetos así es la dificultad de defenderse, puesto que la generalización tiende a sentar un precedente psicológico en la mente de otros y luego la defensa de quien es víctima de personas con estas características, es simplemente, ir cuesta arriba en la psicología de quienes les resulta más fácil escuchar un rumor que una verdad.

La falacia de pensamiento que confunde la parte con el todo, es falaz precisamente por su carga persuasiva y porque pretende persuadir, sin importar si el argumento sea correcto o falso. Es la resucitación del pensamiento sofista, del cual algunos políticos y religiosos son expertos, y del cual tanto habló Sócrates por boca de Platón.

Una persona con capacidad de análisis crítico se resiste a generalizar consciente y públicamente sin disponer de datos suficientes. Siempre es peligroso generalizar, porque se cometen errores de juicio en el proceso de emitir opinión.

Otra razón por la cual la generalización se convierte en un peligro, es que las opiniones de otros nos influyen de un modo u otro. El ideólogo y publicista de Hitler enseñaba: “Miente, miente, miente, tantas veces como sea posible, al final la gente no sabrá qué es mentira y qué es verdad”. Otra manera de decir lo mismo, es generaliza de tal forma que llegue un momento en que la opinión se generalice tanto que no sea posible distinguir la verdad del error, tal como ocurrió con el régimen nazi.

El asunto que bien sabía el publicista de Hitler es que cuanto mayor es el número de personas entre las que se extiende una opinión, mayor es la influencia que ejerce sobre nuestro comportamiento. Por ese sólo hecho no debería dejarse pasar una generalización u opinión como si fuera inocua. La realidad es que las opiniones tienden a convertirse en norma, y de manera dramática, en la regla con la que medimos a otros.

En su libro Ponzoña en los ojos: Brujería y superstición en Aragón en el siglo XVI (Zaragosa: Institución Fernando el Católico, 2000), la historiadora María Tausiet sostiene que la generalización se convirtió en el método preferido de los inquisidores medievales. En dicho contexto “cualquiera podía calumniar a su vecino o acusar a su enemigo de herejía o de brujería y librarse así de mantener una disputa personal” (p. 54). Como la generalización permitía la ambigüedad entonces era posible sospechar de cualquiera y condenar a quien fuera objeto de la generalización. Lamentablemente, en las actuales cazas de brujas y brujos, el mismo método parece seguir teniendo efecto.

Conclusión

Emitir una opinión, sobre lo que sea, siempre es un riesgo. Más complejo y peligroso es confundir a la parte con el todo. El que un individuo tenga una conducta errática no significa que el todo la tenga. El todo no es necesariamente la suma de sus partes.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

sábado, 1 de enero de 2011

Amistad

En medio de la crisis y de las dificultades, una cosa queda al final: Llegas a conocer realmente quiénes son tus amigos, los de verdad, los que no hablan sólo de la boca para afuera, las personas con las que puedes contar en los momentos difíciles. Como cuando se cierne la arena y finalmente quedan las rocas, los que verdaderamente importan, y eso, aunque doloroso a veces, ha sido una experiencia aleccionadora.

Un amigo es una persona que está contigo de manera incondicional. No te vende por un plato de aplausos partidistas ni te cambia por la aprobación de un jefe. Es alguien que está contigo, aunque eso suponga perder réditos políticos. Para sanidad mental es necesario apartarse de aquellos que sólo son tamo que arrebata el voto del momento.

Un amigo es alguien que te ama a pesar de tus errores. Como dijera alguna vez el ensayista norteamericano Elbert Hubbard:


Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere.
Cuando alguien te apoya sólo cuando tu conducta es acertada y se aleja cuando cometes un error, entonces ese individuo, simplemente, no es tu amigo, es un enemigo encubierto. Un amigo te sigue queriendo aunque te equivoques, no te lapida ni es parte de la bandada de buitres que viene a comer tu carne cuando caes.

Un amigo no se aleja cuando difieres. No es aquel que piensa al ritmo tuyo, ni sigue tus mismos pensamientos, pero es alguien en quien puedes confiar aunque discrepe. Cuando alguien sólo mantiene su amistad contigo porque comparte la misma opinión y se aleja o te traiciona, porque difiere de tu manera de pensar, esa persona nunca ha sido amigo, es sólo un verdugo de la inquisición que se ha disfrazado de amigo para ganar tu confianza. Con un amigo no temes opinar, como dijera el extraordinario Ralph Waldo Emerson:
Un amigo es una persona con la que se puede pensar en voz alta.
Un amigo es un hermano que se mantiene contigo a pesar de las dificultades. No podemos dejar de ser hermanos de los hermanos, simplemente, porque una situación no sea lo que esperamos. Los amigos de verdad, los que realmente interesan, los que no sonríen sólo porque hay flashes o fotógrafos, son aquellos que te han elegido como hermano y no renunciarán a dicho estado familiar, sólo porque en algún momento en el camino aparece un escollo.

Un amigo es aquel que te acepta a pesar de tus defectos. No actúa como si fueras perfecto, porque eso sería irracional, pero entiende que todo ser humano es débil en algunos aspectos y fuerte en otros. Como diría un proverbio turco:
El que busca un amigo sin defectos se queda sin amigos.
Algunos de mis “amigos” han partido porque no han tolerado algunos de mis “defectos”, y lo pongo entre comillas, porque es algo relativo. Si hablar con la verdad, de cara a la gente, si empeñarse en decir lo que se piensa aún a costa de no ser políticamente correcto, si ser honesto y fiel a la justicia, si no estar dispuesto a besar la mano del tirano, si defender al débil, si declarar sin ambigüedad el error, si oponerse al mobbing y al bulling laboral, es un defecto, entonces, bienvenidos los amigos verdaderos que han quedado, porque esos si son los que cuentan, los de verdad, los que no temen llamar al engaño y la mentira por su nombre, los que no venden su conciencia ante un dictador. Personas con ese “defecto” son diamantes valiosos y de algunos de ellos me precio de ser amigo. Los demás, es un alivio haberlos conocido realmente y ya no estar con ellos, no se puede vivir rodeado de lobos disfrazados, es mejor estar acompañado de quienes verdaderamente son lo que dicen ser.

William Shakespeare alguna vez escribió:
Los amigos que tienes y cuya amistad ya has puesto a prueba, engánchalos a tu alma con ganchos de acero.
Parafraseando al gran dramaturgo podríamos decir que del mismo modo, que a quienes hemos puesto a prueba y han revelado su verdadera identidad engañosa, es preciso dejarlos. Debemos hacer el duelo que corresponde por ellos, pero como dijera Jesús,  es preciso enterrar nuestros muertos y seguir. No es sabio permitir que quienes se hicieron llamar amigos sin serlo, se conviertan en lastre que impida vivir a plenitud.

Un amigo es alguien que alumbra en medio de la oscuridad. En medio de las dificultades he descubierto la luz de quienes son faro que guía y se mantienen así en medio de la tormenta. Como dijera el  gran poeta de la India, Rabindranath Tagore:
La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido.
En momentos difíciles, aparecen los amigos que siempre han estado allí, para darte la seguridad de su luz, para ser la luminosidad al final del túnel, para mostrarte que  luego de la larga noche de la tristeza y el dolor, siempre sale el sol para darnos esperanza.

Un amigo verdadero te habla a la cara, te regaña, te exhorta, te reprende incluso, pero te sigue amando. Los que no son amigos, los engañadores de siempre, los que cantan loas hacia ti cuando entras triunfante a la ciudad, y luego hablan a tus espaldas cuando llega la noche, esos simplemente, no son amigos.  

Como dijera el sabio Salomón:
Más confiable es el amigo que hiere que el enemigo que besa (Proverbios 27:6).
Los enemigos siempre hablan a tus espaldas, no son honestos ni confiables. De cara a ti te sonríen, cuando le das la espalda esparcen rumores, dicen medias verdades, son oportunistas del aplauso político, callan cuando deben hablar, hablan cuando deberían callar.

Un amigo es alguien en quien puedes confiar. Sabes que no te traicionará de ningún modo, que estará dispuesto a cortarse la mano por ti, porque sabe quién eres. No irá una palabra ni realizará un acto que ponga en duda su amistad hacia ti. Si no puedes confiar, entonces, ya no hay amistad, si es que acaso alguna vez la hubo. La confianza es el aceite que ayuda a que se mantenga el vínculo a pesar de los roces, del trajín de la vida, de la lucha constante contra las aves rapaces y de la dificultad que supone ser simplemente humanos.

Un amigo nunca, por ninguna razón, te confunde con un medio para lograr algún propósito. Te trata con respeto, te acepta con inteligencia, pero nunca te vende a los mercaderes de la muerte, esos que pululan siempre y que no dudarían en vender a su madre si eso significa un voto político o el aplauso de la masa.

Un amigo verdadero siempre te reprende en secreto pero te alaba en público. Nunca, por ninguna razón, expone ante la plebe tus debilidades ni da motivos para que vengan los gusanos y penetren por las heridas que te has hecho en el camino.

Un amigo te acompaña cuando estás herido, caído en el camino, solitario en el dolor, y lloroso por la implacable espada del tormento. No se aleja, no calla, no se mantiene en silencio cuando debería acompañarte. Es en el dolor cuando realmente conoces a los verdaderos amigos, los que vienen a cubrir tus heridas y no a celebrar la sangre que escapa de tu úlceras.

Un amigo de verdad nunca se fija en el exterior, no se guía por el rating político, no se deja llevar por las opiniones de la masa, no va en la riada de los “me dijeron”, “escuché”, o “supe de buena fuente”. El que es verdadero conoce tu interior, sabe cómo eres en el fondo, no le impacta la opinión de quienes sólo contemplan tu imagen sin conocer tu esencia.

Un amigo viene a ti, especialmente en la adversidad. Los que están contigo en la prosperidad, cuando caen tintineantes las monedas del aplauso y de la fama, y se van silenciosos, cuando vienen momentos tormentosos, esos simplemente son falsos amigos, tan vanos como moneda falsificada. Se ven bien, parecen ser, pero no son más que imitación del verdadero valor, billetes que sólo sirven para la hoguera.

Un amigo te auxilia cuando nadie más lo hace. Como dijera el escritor británico Thomas Fuller:
Es amigo mío aquel que me socorre, no el que me compadece.
La compasión es engañosa, en muchos sentidos supone un ardid, porque pone al que compadece en una situación pasiva y alejada. La amistad es activa. El amigo te busca en la necesidad, va hacia ti cuando estás débil y necesitado, te extiende la mano aunque tú no lo busques.

Conclusión

En el año que pasó, si algo bueno ha tenido, es que me ha permitido separar el tamo del trigo. Ahora sé con total certeza quienes son mis amigos verdaderos y quienes son simplemente un recuerdo doloroso. La vida es demasiado corta para llorar por los falsos amigos. Mejor es concentrarse en quienes han detenido el viento cuando estabas en medio de la tempestad.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.