lunes, 29 de marzo de 2010

Qué pasaría si midiéramos con esos parámetros...

Hoy día pensé en una conversación imaginaria entre dos dirigentes religiosos, la conversación sería más o menos así:

-Necesitamos a un nuevo líder para la congregación, ¿qué candidatos tenemos?

-Bueno, hay dos, tengo aquí sus hojas de vida, a mi juicio, uno convence más que el otro.

-A ver dígame.


-Bueno, el primero lleva un tiempo predicando, pero, se lo pasa viajando de un lugar a otro como itinerante, no está en ningún lugar fijo. Hay rumores de que suele asistir a fiestas de dudosa reputación, visitando a algunos personajes que no son los más respetados de la comunidad. De hecho es preocupante, incluso he sabido que lo han visto conversando con mujeres que tampoco son las mejores, no me atrevería a decir más por prudencia, pero, queda un signo de interrogación. Siempre se viste de la misma manera, pareciera que no tiene otra ropa. Además, se está juntando con un grupo de jóvenes, ¡cual de ellos más complicado!, ¡hasta dicen que uno de ellos es un terrorista!, y si el río suena... Sé de buena fuente que ha tenido problemas con los dirigentes religiosos en todos los lugares donde ha estado, en general, lo escuchan con atención, pero no da buena impresión y causa polémica en cada lugar donde habla. No hay sermón suyo que no divida a la gente, lo que es verdaderamente preocupante. Suele no hacerle caso a los dirigentes religiosos que se le han acercado para aconsejarle, porque sigue predicando lo mismo. Con decirle que incluso sus propios hermanos lo rechazan y hasta su propia madre está preocupada por él. Lo más problemático, a mi juicio, es que en todo tiempo que ha estado predicando, aún con muy buenas audiencias, no ha llevado a nadie al bautismo.

-Mmm, no pinta bien, ¿y el otro candidato?

-Viene muy bien recomendado. Se ha ganado la reputación de una persona muy hábil en la administración de recursos y personas. Además ejerce muy buenas relaciones públicas, de hecho es de lo que es capaz de hablar de frente con cualquier líder, religioso o político, no se achica con ninguno. Tiene mucho tino para decir las cosas, así que no provoca polémica, la gente suele escucharlo, pero sin armar alboroto después de que él habla, es un orador muy convincente. Tiene un gran carisma y poder de persuasión, tanto que sus amigos siempre lo nombran como su líder natural. Lo respetan y lo escuchan. Viste muy bien, elegante y con ropas que denotan que es una persona que sabe lo que quiere. Tiene fama de meditar muy bien lo que dice, es a mi juicio, un líder nato, muy prudente e inteligente. Tiene don de mando. Tiene un buen porvenir y podría ser de mucha utilidad. Sería un gran aporte para el crecimiento de la congregación, con esos talentos que tiene. No tiene mucha experiencia, pero sus expectativas son mejores, según mi modesta opinión.

-Bueno, no se diga más, fijemos una entrevista con él, me parece que es mejor candidato que el otro que usted menciona.

¿A propósito? ¿Cuáles son sus nombres y de dónde son?

-El primero, Jesús, viene de Nazareth, el otro se llama Judas, no sé bien de qué lugar es.

-Bueno, llamemos a Judas, de seguro hará un mejor trabajo.

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A modo de prólogo:

“Si las cifras fuesen evidencia del éxito, Satanás podría reclamar la preeminencia. El grado de poder moral que caracteriza a una institución es el indicador de su  prosperidad. Es la virtud, inteligencia y piedad de las personas que componen la iglesia, y no su número, los que debieran ser motivo de gozo y agradecimiento” (Elena G. de White, Testimonies, 5: 31-32).


"El hecho de que no haya controversia ni agitación entre el pueblo de Dios no debe considerarse como evidencia concluyente de que retienen firmemente la sana doctrina. Hay razones para creer que no disciernen claramente entre el error y la verdad. Cuando no surgen nuevas preguntas por efecto de la investigación de la Escritura, cuando no se levanta ninguna diferencia de opinión que induzca a los hombres a escudriñar la Biblia por su cuenta, para asegurarse de que poseen la verdad, habrá muchos, como en los tiempos antiguos, que se aferrarán a la tradición y adorarán lo que no conocen" (Elena G. de White, Joyas de los Testimonios, 3: 312-313).


"Los maestros de Israel eran esclavos del formalismo. Los fariseos y saduceos estaban en constante contienda. Dejar a Jesús era caer entre los que se aferraban a ritos y ceremonias, y entre hombres ambiciosos que buscaban su propia gloria. Los discípulos habían encontrado más paz y gozo desde que habían aceptado a Cristo que en toda su vida anterior" (Elena G. de White, El deseado de todas las gentes, 359).

"Judas tenía un elevado concepto de su propia capacidad administrativa. Se consideraba muy superior a sus condiscípulos como hombre de finanzas, y los había inducido a ellos a considerarlo de la misma manera. Había ganado su confianza y tenía gran influencia sobre ellos" (Ibid., 514).

"Judas se ofendió entonces por el acto de Cristo de lavar los pies de sus discípulos. Si Jesús podía humillarse de tal manera, pensaba, no podía ser el rey de Israel. Eso destruía toda esperanza de honores mundanales en un reino temporal. Judas quedó convencido de que no había nada que ganar siguiendo a Cristo. Después de verle degradarse a si mismo, como pensaba, se confirmó en su propósito de negarle y de confesarse engañado" (Ibid., 602).

"Judas era tenido en alta estima por los discípulos, y ejercía gran influencia sobre ellos. Tenía alta opinión de sus propias cualidades y consideraba a sus hermanos muy inferiores a él en juicio y capacidad. Ellos no veían sus oportunidades, pensaba él, ni aprovechaban las circunstancias. La iglesia no prosperaría nunca con hombres tan cortos de vista como directores" (Ibid., 665).

domingo, 28 de marzo de 2010

Moral de Talibanes

Es probable que creas que nunca has visto un Talibán, pero, no te engañes están por todos lados. Es probable que hoy día mismo hayas hablado con varios.

El mundo Talibán no es primado de Afganistán ni de las escuelas fundamentalistas Pakistanies. Es una actitud mental que excede a cualquier religión. No importa qué religión se profese, todas tienen sus talibanes.

El Talibán que llevamos dentro está constituido por todas aquellas actitudes que consideran que la religión debe imponerse a como de lugar.



La actitud Talibán hace de la intolerancia su religión y de convertirse en conciencia de otros su credo.

Todo el que tenga vocación de Talibán considerará que debe convertirse en aquel que dicte las normas y leyes para los demás.

El Talibán que llevamos dentro quiere convertirse en aquel que le diga a otro cómo debe vivir su vida religiosa.

Nosotros –los cristianos- no importa de qué denominación ni en qué tiempo vivamos tenemos y hemos tenido nuestros talibanes.

Fueron Talibanes los que crearon la Inquisición.

Fueron Talibanes los que inventaron que la Biblia no podría ser leída más que por unos cuantos “iluminados”.

Fueron Talibanes los que a nombre del amor de Jesús asesinaron niños, mujeres y ancianos porque no aceptaban el evangelio.

Fueron Talibanes los que inventaron que hay seres humanos de primera y segunda categoría relegando a la mujer a un estrato inferior sólo por ser mujer.

Son Talibanes los que hoy pretenden que si no vives el cristianismo del mismo modo que ellos lo pregonan estás irremediablemente condenado.

Son Talibanes los que convierten la intolerancia en su forma de vida y andan a cada paso juzgando las conductas y actitudes de las personas como si tuvieran la misteriosa capacidad de saber los motivos que hacen que las personas hagan lo que hacen.

Son Talibanes los que convierten a las iglesias en lugares donde todo es sospechosamente cuestionado. En vez de ser un refugio para el perdido hacen de los templos lugares donde se cuestiona la vida y la conciencia con la vara de sus propias medidas personales.

Son Talibanes los que tienen el doble discurso de decir que en Jesucristo somos todos hermanos, pero discriminan por raza, sexo o condición social.

Antes de tirarles piedras a los Talibanes de Afganistán sería bueno que nos miráramos de frente al espejo de la Palabra y el espíritu de profecía para que nos veamos tal como somos:

La Biblia enseña que toda verdad debe ser dicha en amor (Ef 4:15) de donde se desprende que verdad sin amor no es verdad. Cuando se agrede a otra persona en aras de la verdad con ese gesto se degrada lo que se pretende enseñar, aunque sea la verdad más excelsa. Cuando se descalifica a otro convirtiéndolo en enemigo simplemente porque no está de acuerdo con el punto de vista que sustento, entonces, caemos en un juego no digno para la Verdad que sustentamos.

“Negamos a Jesús como al que quita los pecados del mundo si, después de aceptar la verdad, no revelamos al mundo los efectos santificadores de la verdad. Sino somos hombres y mujeres mejores, si no somos más bondadosos, más compasivos, más corteses, más llenos de ternura y amor; si no manifestamos a otros el amor que indujo a Jesús a venir al mundo en misión de misericordia, no somos testigos ante el mundo del poder de Cristo” (Elena G. de White, A fin de conocerle, 309).

No estamos llamados a ser conciencia de otros. Lo dice Pablo claramente al afirmar “¿por qué ha de ser juzgada mi libertad por la conciencia de otro?” (1 Cor 10:29).

“Existen derechos que pertenecen a todos los individuos. Tenemos una individualidad y una identidad que es nuestra. Nadie pueda sumergir su identidad en la de algún otro. Cada uno debe actuar por sí mismo, de acuerdo con los dictados de su propia conciencia” (Elena G. de White, Special Testimonies, serie A, número 9, p. 58) “Dios no quiere que nadie sea conciencia para otros” (Elena G. de White, Conducción del niño, 404).

Jesús dijo “¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y dejas de ver la viga que está en tu ojo?” (Mat 7:3), en otras palabras, antes de acusar a alguien observa primero tu conducta, porque nadie está libre de culpa… ¡Nadie!

“Según la figura empleada por el Salvador, el que se complace en un espíritu de crítica es más culpable que aquel a quien acusa; porque no solamente comete el mismo pecado, sino que le añade engreimiento y murmuración” (Elena G. de White, El discurso maestro de Jesucristo, 108).

Aún tengo pegada en mi retina las imágenes que contemple en el Museo de la Inquisición en Lima. Aún siento el inmenso malestar de ver que todo aquello se hizo a nombre del amor de Cristo. Aún tengo deseos de llorar cuando comprendo que ese espíritu no ha fenecido y está plenamente vigente.

La moral Talibán no ha muerto. Debemos estar alerta para no permitir que un espíritu diferente al Espíritu Santo domine nuestras vidas e impida que cumplamos la misión que Dios nos a encomendado de traer vida a un mundo que perece… junto con los talibanes.

lunes, 22 de marzo de 2010

Más fácil dividir un átomo, que eliminar un prejuicio

Enseñaba una clase de Antropología para estudiantes de posgrado, todos profesionales de distintas especialidades. Quería analizar con ellos el concepto de cosmovisión y cómo nuestros prejuicios y preconceptos condicionan nuestra manera de enfocar el mundo y visualizar la realidad.  Así que les puse en el PowerPoint la imagen que acompaña esta nota y les pregunté:

¿Qué piensan de esta persona?


Antes que sigas leyendo la nota, piensa un momento, déjate llevar por tus pensamientos, no le pongas cortapisas a lo que piensas, sólo di en voz alta lo que piensas... No hay nadie, sólo tú, así que hazlo sin miedo. No leas más, sólo da rienda suelta a tus pensamientos.

¿Ya lo hiciste?


Entonces sigo... Mis alumnos, médicos, enfermeras, pastores, profesores, ingenieros, educadores, etc. comenzaron a expresar todo lo que vino a su mente, se escucharon frases tales como:
  • Debe ser una persona con muchos problemas personales, ¿por qué se pone todo eso en la cara?
  • Seguramente es un drogadicto.
  • Lo más probable es que tuvo una infancia muy complicada y un hogar con muchos problemas.
  • Es una pena que existan personas así, da pena ver como se maltratan a sí mismas.
  • Me daría miedo acercarme a una persona con esas características.
  • Seguramente es algún renegado rebelde.
  • Lo más probable es que sea una persona violenta con la cual no es posible dialogar.
Los dejé que hablaran unos diez minutos. De hecho lo hice con tres grupos de estudiantes de posgrado diferentes, insisto, no eran alumnos de pregrado, sino de estudios superiores, varios preparándose para ser doctores o para obtener maestrías.

Cuando desahogaron todo lo que tenían en sus mentes sólo les dije:

Quiero presentarles a mi hermano menor, se llama Juan Carlos, y quiero que sepan que lo amo mucho y que lo que ustedes han dicho es falso.

Les conté que es mi hermano menor, que vive en Brasil, que se dedica al tatuaje, a poner pirsing, a confeccionar poleras con motivos (especialmente de rock) y también es artesano de velas. Está casado, tiene un hijo ya adulto y ha criado a otro, que es de la esposa que tiene en Brasil. Es divorciado, pero no reniega del matrimonio, ni tampoco de la mala experiencia que tuvo.

Les agregué además que no conozco a una persona más pacífica que mi hermano, y aunque desde niño eligió ser diferente, nunca nos hemos avergonzado de él, y junto a mis hermanos lo amamos profundamente. Siempre hemos sabido quién es él y nunca hemos dejado de comunicarnos con él.

Cuando terminé de decir esto había un silencio sepulcral en el aula. Dejé que mis palabras calaran en sus mentes y permití que el silencio continuara.

Uno de mis alumnos de pronto habló en voz fuerte y un tanto contrariado:

-Usted nos ha hecho trampas.

-¿Por qué? -le dije tranquilo.

-Debería habernos dicho que era su hermano.

-¿Cuál habría sido la diferencia? Lo más probable es que no hubieran sido honestos con lo que dijeron.


El prejuicio

¿En qué consiste el prejuicio? Simplemente en elaborar un juicio, generalmente de valor, sin tener todos los antecedentes para sostener lo que se dice.

Los prejuicios son tan fuertes que por esa razón decía con ironía Albert Einstein "¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio". 

De hecho, los prejuicios están tan arraigados en la mente de muchas personas que no están dispuestos a examinarlos siquiera, lo que lamentablemente es un error contra sí mismo y un acto poco sabio.

¿Por qué razón me niego a juzgar a mi hermano? Simplemente porque lo conozco, sé quién es y no sé de él desde ayer, sino desde que nació.

Los prejuicios se vencen con el conocimiento, pero para conocer hay que estar dispuesto a analizar, a reflexionar, a pensar, a criticar su propio pensamiento, a ser flexible, a aceptar la posibilidad de que no se tienen todas las respuestas, etc. Es ese ejercicio el que mucha gente no está dispuesta a emprender y es lo que provoca toda esta situación compleja.

El mismo Albert Einstein sabiendo lo que cuesta que las personas cambien sostenía: "Los grandes espíritus siempre han encontrado oposición violenta de parte de las mediocridades, las cuales no pueden comprender que alguien no se someta irreflexivamente a los prejuicios hereditarios sino que haga un uso honesto y valiente de su inteligencia".

El desafío de pensar

Para pensar hay que ser valiente. Atreverse a desafiar el qué dirán y las ideas de otros, siempre demanda esfuerzo. Es más sencillos ser parte de la masa anónima, que no opina, no ve, no dice... y que se deja llevar por la riada de prejuicios y conceptos distorcionados.

Las consecuencias del prejuicio son devastadoras. El prejuicio enceguece la capacidad de razonar. Una persona que se guía por prejuicios se cierra a la posibilidad de examinar argumentos convincentes. El prejuicio lleva a esgrimir juicios temerarios y a la calumnia. Quienes se guían por el prejuicio a menudo justifican e incluso fomentan el odio, el rechazo, el desprecio, la descalificación y la barbarie. Todo lo contrario a la caridad, la justicia y la verdad, pero eso el prejuicio no lo ve.

El filósofo francés Jean Jacques Rousseau dijo alguna vez: "Prefiero ser un hombre de paradojas que un hombre de prejuicios". Opino lo mismo. Es preferible ser contradictorio en algún momento o desdecirse de alguna idea o concepto, que vivir en base a prejuicios que anulan la razón.

Toda mi vida he luchado por guiarme por la razón y la transparencia. Lamentablemente, a menudo me encuentro con muros de preconceptos y prejuicios que no hacen más que entorpecer las relaciones interpersonales, la amistad, la vida religiosa y la convivencia.

El hombre mediocre

Cuando era adolescente leí el libro El hombre mediocre escrito por José Ingenieros. Con los años, con la experiencia y con las múltiples situaciones en las que me he visto enfrentado, he ido confirmando una y otra vez los conceptos de este autor y su obra.

Recuerdo una frase de Ingenieros que decía: "Los prejuicios son creencias anteriores a la observación; los juicios, exactos o erróneos, son consecutivos a ella". Supuestamente una persona sana psicológicamente, reelabora sus prejuicios, los critica, los analiza y en dicho análisis deja a un lado lo que no es verdad quedándose con lo que sí tiene base certera. La realidad es otra, muchas personas, lamentablemente una gran mayoría, prefiere guiarse por el "dicen", "me dijeron", "escuché", "me parece", "sospecho que", "me late", y otras frases similares que sólo perpetúa el prejuicio.

El mismo Ingenieros en otra sección decía: "Las personas debemos el progreso a los insatisfechos". Y esos son los que no están para acomodarse a prejuicios ni a dogmas, sino que siempre están analizando, explorando, preguntando, como tábanos (recordando al viejo Sócrates).

Es preciso formar para eliminar el prejuicio, como decía en otra sección Ingenieros: "La curiosidad intelectual es la negación de todos los dogmas y la fuerza motriz del libre examen". Sin mentes inquisitivas, lo único que nos queda es el dogma, la intolerancia, el fanatismo y la violencia de la imposición de ideas contrarias a la razón.

Decía Ingenieros que: "Los hombres que no son mediocres nunca se obstinan en el error, ni traicionan a la verdad". No van en busca del aplauso de la masa ni de los votos de la mayoría. No buscan reconocimiento personal sino ser honestos con la verdad, cueste lo que cueste. No aparentan piedad para luego maltratar con sonrisas huecas de honestidad.

Esto es serio, muy serio, porque, citando nuevamente a Ingenieros: "Es más contagiosa la mediocridad que el talento".

Desterrar el prejuicio


Para desterrar el prejuicio es necesario pensar, pero como ejercicio intelectual superior y libre de estereotipos. Si no se caerá en lo que William James llamaba un acto inútil al decir que: "Un gran número de personas piensan que están pensando cuando no hacen más que reordenar sus prejuicios".

En ocasiones no tenemos todos los elementos para emitir un juicio certero, sin embargo, una persona sensata posterga su opinión hasta tener todos los elementos que le permitan elaborar adecuadamente su pensamiento, de otro modo, no estará más que repitiendo ideas prejuiciosas o simplemente elaborando a partir de la ignorancia. Ya lo decía William Hazlitt: "El prejuicio es el hijo de la ignorancia".

Conclusión


No es malo decir: "No tengo idea", "prefiero postergar mi opinión hasta que tenga más elementos de juicio", "no sé, sobre este asunto no estoy informado", y otras oraciones por el estilo. Probablemente nos libraríamos de más prejuicios y alcanzaríamos una mejor convivencia como seres humanos.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Aplausos al amanecer

Me crié frente al mar, escuchando el ruido hermoso del bambolear de las olas en su danza infinita.

Muchas veces, antes del amanecer estaba en la playa jugando con las olas y extasiando con el olor y el sonido del oceano.

Hay una imagen de esa época, que cada vez que pienso en ello me llena de una emoción particular. Cuando el sol ya estaba apareciendo detrás de los cerros, comenzaban a llegar mujeres y muchas veces niños que se acercaban a la caleta de pescadores que estaba también en aquel lugar.



Comenzaban a mirar el horizonte con expectación. Poco a poco iban apareciendo los pequeños botes a motor que salían en la noche a buscar peces. Cuando ya estaban seguros que eran las embarcaciones donde venían esposos, padres, hermanos… muchas de aquellas personas comenzaban a aplaudir, evidentemente con una sensación de alivio.

Los que mirábamos, y que no teníamos ningún familiar en aquellos pequeños barquichuelos a veces también nos uníamos a esa recepción de alegría. Era la expresión de gozo de quienes habían visto partir a los suyos en la oscuridad de la noche, que es la hora en que se pesca, y se habían quedado allí en la playa viéndolos alejarse. Luego ellos volvían con su carga que alimentaría a la familia y todo era jolgorio y gozo.

No he dejado de pensar en eso durante estos días del maremoto en Chile y de aquellos que perdieron todo, especialmente de quienes perdieron el don más preciado, la vida. En algunas caletas de pescadores algunas mujeres y niños no saldrán a aplaudir al amanecer, simplemente se instalará el dolor de la ausencia y el duelo por los que no están.

Alguna vez, en mi niñez, uno de esos pescadores no volvió y participé junto a otros en la ceremonia que se hizo allí, a orillas del mar, donde se tiraban flores a las olas y coronas para que danzaran entre las aguas. Era una forma de recordar y de traer consuelo.

En horas aciagas como éstas, las palabras no están demás, si están bien dichas. Un abrazo, una ayuda desinteresada, una mano extendida, el cariño de la acogida, la escucha empática del dolor ajeno, el poner el hombro para que otro llore, todo es poco, pero a la vez es mucho.

Para quienes somos creyentes, confiamos en que alguna vez todo esto pase, y escuchemos otro aplauso, el de las huestes celestes que con ángeles y serafines aplauden jubilosos a los que vienen llegando después de haber atravesado un océano de problemas y cientos de terremotos de desánimo, conflictos y contradicciones. ¡Qué hermoso será aquel día!

Tolerancia

En estos días estoy teniendo una experiencia sumamente enriquecedora. Estudio por algunos meses en una universidad australiana multicultural, tal como es el país. Mis compañeros de clases son de el Libano, El Salvador, China, Vietnam, Tailandia, Hong-Kong, Taiwan, Japón, Filipinas, Servia, España, Macedonia, Sudán, Turquía, Pakistán, Ucrania, Afganistán, Simbawe, Australia, Camboya, e Inglaterra. Soy el único sudamericano, aunque en otros cursos he conocido a dos personas más una de Argentina y otra de Colombia. Mis profesores son de Australia, Líbano e Inglaterra.



Las religiones son tan diversas como ellos, hay budistas, cristianos, sintoístas, ateos, musulmanes y entre estos últimos los hay moderados y ortodoxos. Algunas de mis compañeras musulmanas cubren sus cabezas y otras no. Uno de mis compañeros es de Taiwan, pero es pastor pentecostal. Una conexión extraña, porque todos sus compañeros chinos son de otro contexto. Los otros cristianos son católicos, ortodoxos, pentecostales y metodistas.

En los estilos de vida, algunos están casados y otros viven junto a una persona, con la que incluso tienen hijos. Una de mis compañeras es la tercera esposa de un varón que tiene cuatro esposas. Hay homosexuales y heterosexuales, y otras diferencias en comida, vestido, etc. Algunos varones usan aros, otros están tatuados hasta la nariz y otros son conservadores en el vestir.

A la hora del recreo del mediodía, la mayoría trae comida desde sus casas, los olores son tan diversos como las personas. Algunas de las comidas que he visto son tan extrañas como sus costumbres. Yo prefiero cruzar la calle e ir a un patio de comidas, un poco por comodidad otro por probar diferentes comidas en la oferta que allí existe, comida árabe, china, mexicana, australiana, libanesa, turca, etc.

Cuando conversamos en los recreos o en los trabajos grupales vamos descubriendo diferencias aún más marcadas, no sólo en lo obvio, sino en estructuras mentales, cosmovisiones, forma de vivir la familia, la amistad, las tradiciones, la religión, etc. En algunos casos, algunas de sus opiniones me resultan extrañas, en otras jocosas, otras me sirven para abrir mi mente y darme cuenta que hay diversas formas de ver la vida y seguir existiendo de manera honesta y equilibrada.

Tolerancia, respeto y entendimiento

Tolerancia no es aceptar lo que a mí me conviene y rechazar lo que está en contra de mis ideas, eso es dogmatismo y acomodación.

Ser tolerante tampoco es una moda, es una forma de vida, que implica aceptar que otros sean diferentes y actúen como tales.

Creer que la forma de vestir, cantar, amar, criar, enseñar, vivir en familia, comer, creer, etc. es la única válida, lleva al dogmatismo y a la dictadura moral, religiosa y cultural.

Por ejemplo, me estoy dando cuenta que algunas de mis ideas respecto al mundo musulmán son estereotipadas y llenas de mitos, al menos, mis compañeras y compañeros musulmanes, se muestran accesibles, amables y sin ninguna intención de imponer sus criterios religiosos.

Dos compañeras, una servia y otra macedónica, son excelentes amigas, aún cuando sus países hayan tenido serios conflictos sociales y políticos. Lo mismo sucede entre los chinos, taiwaneses y los de Honk-Kong, son capaces de explicar las diferencias, pero no por eso se extralimitan en sus opiniones, o consideran a los otros como si fueran enemigos. He visto a pakistaníes e indios, conversando amablemente a la hora de los recreos, sin asustarse uno del otro.

Tolerancia es en primer lugar, respetar y aceptar que las personas tienen derecho, dado por Dios ciertamente, de creer, pensar y vivir como lo deseen.

La religión de la intolerancia

Me desanima ver a muchos religiosos cristianos tener actitudes de intolerancia alarmantes. Se sorprenden de algunas actitudes irracionales de otras religiones, sin darse cuenta de lo que ha sido su propia historia como cristianismo. Es fácil olvidar que la Inquisición con toda su secuela de muerte y terror, las Cruzadas que regaron de sangre y aún mantienen las venas de oriente abiertas, que los Pogroms de Rusia con sus incendios y genocidios criminales, fueron creaciones de cristianos que creían honestamente que ellos eran la encarnación de la santidad.

Debo confesar que le temo a muchos de los santos que están en nuestras iglesias y comunidades religiosas. Con el tiempo he aprendido a desconfiar de muchos de ellos. Mientras más ortodoxo y centrado en las normas, más intolerante se es ante las ideas y elecciones ajenas. No dudo que si pudieran restaurarían la inquisición nuevamente.

Muchos le piden a Dios que los aleje de los malos… Personalmente, más de alguna vez le he pedido que me ponga lejos del camino de los santos que consideran que son los únicos que tienen la verdad, el estilo de vida más sagrado o la idea más cercana a lo que su dios les indica… los aprecio, pero lejos de mí, no sea que en algún momento puedan, y armen una hoguera con mis pobres huesos.

viernes, 5 de marzo de 2010

Un momento, que puede ser el más importante de tu vida

Un viejo adagio dice: "Vive cada momento como si fuera el último". 

Lamentablemente, muchas veces lo olvidamos y nos dejamos llevar por la vorágine de los acontecimientos sin detenernos a pensar que probablemente aquel sea el último.

Hoy pensé, mientras leía sobre Chile, que tal vez es preciso recuperar aquellos momentos en la mente, entender que es necesario detenerse a saborear la vida, porque, puede ser nuestro último momento, o al menos, uno que no se volverá a repetir.

Fue hace cinco años, junto a mi familia iniciamos un viaje inolvidable de vacaciones. Recorrimos 7000 kilómetros en nuestro auto. Salimos desde Entre Ríos, Argentina, viajamos por el centro del país hasta llegar a Mendoza, atravesamos la cordillera, llegamos a Los Andes y luego nos dirigimos hasta Iquique. Luego de pasar algunas semanas en esa ciudad hicimos el camino de regreso, pero esta vez atravesando casi todo Chile desde el desierto hasta la montaña, hasta llegar a Osorno, luego pasamos nuevamente la cordillera hasta Neuquén, en el lado argentino y recorrimos ciudades y pueblos, pasando por Buenos Aires, hasta llegar a nuestro hogar.



Fue un mes de viaje, muchas horas inolvidables en el auto, cantando, jugando, peleando, conversando, riéndonos, visitando pueblos, amigos, lugares desconocidos, otros conocidos, buscando hoteles, restaurantes que nos satisficieran a los cuatro, sufriendo con el auto que no nos dejó nunca en la ruta, pero que a ratos nos hizo pasar susto... lo que no sabíamos es que ese sería nuestro último viaje como familia, al menos en esas condiciones.  Nuestra hija no estaba casada aún y el hijo aún no ingresaba a la Universidad.

Hoy mi hija vive en España junto a su esposo, mi hijo vive en Argentina y continua su carrera universitaria y nosotros, momentáneamente estamos en Australia... Cada vez que pienso en ese viaje me da nostalgia. Tal vez me digo a veces, debería haber conversado más con mi hija, o dedicado más tiempo a mi hijo. Capaz que si hubiera sabido, en vez de dedicar un mes, hubiese hecho los arreglos para estar dos meses. No sé, era un momento importante, y simplemente ya pasó.

Lo atesoro como una vacación hermosa. Un momento inolvidable, de esos que son para endulzar el alma y acompañarnos en las noches de invierno cuando estamos contemplando fotografías, bebiéndonos un café y retozando entre recuerdos y vivencias ya pasadas.

Los momentos pasan, los recuerdos quedan. Los instantes se van, pero las vivencias se pegan al cuerpo y a la memoria.

Aún en circunstancias difíciles es posible aprender a vivir con una actitud distinta. Podemos estar viviendo momentos inolvidables, y tal vez no sepamos apreciarlos por estar imbuidos de otros quehaceres o de situaciones que nos llevan como lastre por la vida.

Se vive un segundo a la vez y es preciso vivirlo a fondo, de otro modo, podemos estarnos perdiendo lo mejor de nuestra vida, por olvidarnos simplemente de vivir, como dice la canción de Julio Iglesias: "Me olvidé de vivir"... no quisiera que eso me pasara nunca a mi, ni a nadie.

martes, 2 de marzo de 2010

La teología de la presunción

Cada vez que ocurre un desastre natural surgen voces desde el cristianismo enseñando conceptos equivocados no sólo acerca de las situaciones extremas, sino dando además nociones erróneas acerca de la providencia, de Dios, de la oración y de otros aspectos de la religión.

La presunción

La actitud presuntuosa supone que tiene el capital de la oración y que Dios está a su servicio particular. Hace unos días leí que alguien, a propósito del terremoto de Chile escribió: "Dios no falla, mi familia está bien".

Me quedé impactado, por la soberbia de la expresión, pero también por la actitud poco sabia al decir tamaña tontería.

Si Dios no falla porque su familia está bien, ¿qué de las otras familias que están sufriendo? ¿No alcanza la misericordia divina para ellos?



Si se sigue por esa línea de pensamiento, entonces Dios dejará de ser grande el día que a su familia le pase algo, como evidentemente es posible de acuerdo a la ley de probabilidades.

Esa teología va ligada a la presunción que supone que Dios contestará las oraciones de las personas sólo y exclusivamente porque las hacemos, sin ningún otro tipo de consideración.

En muchos sentidos es una teología que niega la posibilidad que ocurran desastres o situaciones conflictivas.

Teología desde la soberbia

La actitud soberbia siempre supone una negación de la realidad. En muchos sentidos es una teología oscurantista que pretende que la tierra es el centro del universo. Trasladada a la experiencia particular, pretende que la divinidad está al servicio del individuo, y no al revés.

Cuando alguien dice "a los hijos de Dios no les ocurre nada malo", es simplemente, la ingenuidad soberbia de quien se niega a ver la realidad. ¿Acaso no murieron miles de cristianos en Haiti cuando ocurrió el terremoto en enero pasado, o miles de cristianos en los Tsunami que azotaron el sudeste asiático hace algunos años?

Sostener esa idea es desconocer que Dios no tiene el control de todo, que hay elementos que Dios no maneja y que tienen que ver con la voluntad humana (muchos de los desastres ocurren por responsabilidad humana).

Si aceptamos la idea que a los hijos de Dios no les ocurre nada, entonces, cómo explicar los miles de cristianos que murieron en campos de concentración, los cientos de cristianos perseguidos y asesinados por las dictaduras genocidas de latinoamerica que sembraron la barbarie en Chile, Argentina, Brasil, Perú, Paraguay y otros países. ¿Cómo entender que en este mismo instante estén muriendo cristianos en países árabes o musulmanes sólo por la intolerancia religiosa?

Cuando ocurrió la tragedia de Ruanda, le escuché a un devoto cristiano, espiritual pero equivocado decir: "Gracias a Dios nosotros fuimos protegidos, pero muchos de nuestros hermanos fueron masacrados". ¡Cómo es eso! ¿Dios tiene hijos predilectos? Más aún cuando el que hablaba expresó que ellos se salvaron porque el ejército belga rescató sólo a los extranjeros y dejó a todos los ruandeses.  Es decir, si entiendo bien lo que estaba diciendo: "Dios envió a los militares de Bélgica con la misión de rescatar a blancos, rubios, de ojos verdes y azules, y educados en universidades occidentales. Que los africanos, negros, pobres, ignorantes, se mueran". Como conclusión al absurdo, Dios sería racista y colonialista. A ese extremo se llega con líneas de pensamientos gobernados por la soberbia.

La oración presuntuosa

En estos días lo que más escucho es: "Gracias a Dios, contestó mis oraciones, mi familia está bien"; "estamos orando por ustedes para que Dios los proteja" (¡por favor, el terremoto ya fue!); "Dios es maravilloso porque íbamos a viajar a Concepción, pero algo nos detuvo" (y del resto, ¿no pudo Dios acaso decirles algo al oido?).

Recuerdo los días en que mi hermano menor, Joel Josué, a los treinta años enfermó de cáncer. En medio de su dolor se acercaron cristianos bien intencionados llenos de oraciones presuntuosas para decirle que Dios los escuchaba a ellos y se iba a sanar. Uno llegó a decirle que él no se sanaba porque no tenía suficiente fe o había pecado escondido en su familia.  Las últimas semanas, antes que muriera, empezamos a impedir que algunos religiosos lo visitaran. Sus "consejos" y "oraciones" simplemente lo dejaban peor.

La oración presuntuosa me recuerda al fariseo mencionado por Cristo en Lucas 18 que oraba comparándose con el publicano. Su oración llena de soberbia suponía que tenía derecho a ser escuchada por todo lo que hacía por Dios.

Hoy no lo decimos con esa misma tesitura, pero si hemos impregnado el ambiente cristianos de oraciones desde la sospecha. "Si Dios me contestó es porque de algún modo yo estoy en mejores condiciones que otros". Sólo pensarlo es herético y sólo entenderlo así es no comprender para nada la visión de Dios respecto al significado de la oración.

La oración que falta

Probablemente muchos cristianos, honestamente no entienden que lo que se precisa es una oración que lleve otro componente, y es salir del quietismo estático y comenzar a caminar. La oración sin acción es presunción. Es suponer que el deber es de Dios y yo estoy eximido con sólo pedírselo.

Una oración de fe es una oración que lleva a hacer mi parte y no dejarse caer estático en los brazos de Dios sin hacer lo que nos corresponde:

  • Antes de hacer el milagro de la transformación del vino, Cristo pidió que trajeran agua. Ellos podían juntar agua, pero no podían hacer que ésta se convirtiera en jugo de uva, esa era tarea de Dios.
  • Antes de resucitar a Lázaro, Cristo pidió que quitaran la roca que tapaba la entrada de la tumba. Esa era tarea de ellos, podían hacerlo, pero no tenían la facultad de dar nuevamente vida a Lázaro.
  • Antes de que el ciego Bartimeo viera, Cristo lo envió cerro abajo al estanque de Betesda a lavarse los ojos. La caminata y el hundir las manos en el agua era algo que él podía hacer, lo demás era tarea de Dios.
  • Antes de separar el río Jordán los sacerdotes tuvieron que avanzar y poner sus pies en el agua. Si no avanzaban el milagro no se producía.
  • Antes de que saliera agua de la roca Moisés debía tocarla con su vara, no porque la vara tuviera poder, sino porque de esa manera mostraba la confianza en la acción de Dios.
Podríamos seguir con muchos otros ejemplos. La idea bíblica es clara. La oración que no va acompañada de acción se convierte en presunción.  Orar por otros es tan importante como hacer la parte que nos corresponde. Quedarnos quietos orando y viendo que ellos, los que sufren se las arreglen solos, es sentarse a mirar desde la periferia, tranquilos por las "bendiciones que nosotros gozamos". La vieja perspectiva del egoísmo, mientras yo esté bien no hay problema.

La oración que Dios quiere

Nos gusta hablar del "pedir y se os dará", hemos manipulado de tal manera dicho versículo que no nos damos el trabajo de leer el contexto en su dimensión real, tanto textual como cultural. Cristo le hablaba a profesionales de la presunción, a gente que había hecho de la religión lo que algunos hoy han hecho de ella, un campo fértil para la soberbia, la exhibición de falsa espiritualidad, el maltrato religioso, la manipulación con textos fuera de contexto, las predicaciones vacías de realidad (teología para jirafas como decía un querido amigo).

En Lucas 11 sabiamente el médico, inspirado por Dios y fiel a la investigación que realizó, da todo el contexto de los dichos de Jesús, no como Mateo que simplemente los menciona al pasar sin señalar todo lo que Jesús dijo. Después de haberles enseñado la llamada "oración modelo" sigue hablando para que entiendan con claridad sus palabras, y no se dejen llevar por la presunción de sus cotemporáneos fariseos. En ese momento les dice: "Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre" (Lc. 11:9-10). 

Basados en ese texto simplemente las personas piden de todo, desde alivio para un dolor de muelas hasta un auto cero kilómetros, pasando por casas, trabajos, esposos(as), etc. Nos sentimos con derecho a pedir, así sin más, no obstante, no leemos lo que dice el contexto puesto que a continuación Jesús señala con toda claridad:

"Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!" (Lucas 11:13)

¡Pedir el Espíritu Santo! ¡Qué diferencia con la presunción! Ese sólo versículo cambia todo el sentido de la oración. 

No se pide el Espíritu Santo para manipularlo, sería como querer controlar con nuestra voz al viento. Se lo solicita al entender cuál es nuestra condición. Se lo pide cuando aceptamos la necesidad que tenemos de guía dirección y sabiduría. Sólo el Espíritu de Dios puede dar a las personas una perspectiva diferente de la realidad, incluido los desastres naturales que sin duda no proceden de la mano de Dios.

Conclusión

Se necesita un pueblo transformado por la gracia, que deje a un lado actitudes presuntuosas que no ayudan a nadie. Hace poco un amigo no creyente me espetó algo que leyó en Facebook sobre la supuesta bendición de Dios sobre los cristianos olvidando a los no creyentes. Sólo atiné a responderle: "Perdónalos, no saben lo que dicen, aún no leen que Dios no hace acepción de personas y que hace llover sobre justos e injustos".


Nuevos aires éticos


En mi doble calidad de religioso y escritor recibo un sin número de correos electrónicos a la semana (un promedio de 100 al día).  La mayoría no los puedo contestar por falta de tiempo, estaría prácticamente el día completo contestando correspondencia.
Esta semana se me ocurrió hacer un análisis somero de alguna de las cartas que he recibido la última semana y algunas de las inquietudes son:
  • Una señorita soltera, que se ha involucrado sexualmente con un hombre casado, me anuncia que ha decidido, para ocultar la situación, abortar un embarazo no deseado.
  • Un joven, líder religioso, me informa que está viviendo un conflicto que lo supera porque está enamorado de otro joven.  Le aterra que otros se enteren de su situación.
  • Una dama casada, esposa de un líder religioso me pide angustiada que la oriente porque está enamorada de otro líder con quien fue amigo personal cuando eran más jóvenes.
  • Un joven me cuenta que se ha ido de su casa para convivir con su enamorada, quien no comparte su fe.  Una de sus frases es: “Es que al final, tengo que ser feliz”.
  • Un joven universitario me cuenta que está pensando seriamente dejar de ser cristiano y volver a ser religioso cuando acabe la universidad, siente que la presión es tan grande que no podrá vivir esta situación por mucho tiempo más.  Además, siente que se sentirá más tranquilo con su conciencia no siendo cristiano, y volver cuando “las cosas se aclaren”.
  • Una señorita me cuenta alarmada que no sabe qué hacer con su padre, quien asiste a la iglesia, pero que es alcohólico y no logra superar su adicción.

Eso como un botón de muestra. Todos los que escriben son religiosos y se congregan semana a semana en alguna comunidad eclesiástica.

Reflexiones desde el impacto
Situaciones similares han ocurrido siempre.  Seguirá habiendo en nuestro mundo mentira, homosexualidad, alcoholismo, infidelidad, aborto y otras situaciones propias de nuestra realidad humana.
No me asusta pensar que estas personas honestas estén viviendo dichas situaciones.  Lo que me aflige es que están viviendo una forma de encarar la moral que se parece más a un acomodo que a un enfrentamiento real con las consecuencias éticas de lo que enfrentan.  Quisiera presentar a manera de reflexión algunas ideas al respecto.

La religión no es una doctrina
Creo que parte del problema es dar la impresión que la religión es asumir determinadas doctrinas y que éstas son una cuestión de aceptación intelectual solamente.  La religión no consiste en aceptación intelectual de un determinado cuerpo doctrinal, por mucho que nos parezca importante.  La verdadera religión es un estilo de vida que permea totalmente cada aspecto de la vida.  No se puede dejar nada a un lado.  Pensar que la vida sexual, la comida o los comportamientos cotidianos no son religión, es una mala comprensión de la verdadera esencia de lo que significa ser religioso, no importa si se es cristiano o budista, la religión no es un algo que nos ponemos el fin de semana y lo dejamos tirado el resto de la semana.

La religión no es asistencia a la iglesia o al culto solamente
Quienes actúan de un determinado modo cuando están participando de la liturgia religiosa y de otro modo cuando no están en el lugar de adoración, simple y llanamente se autoengañan.  La religión no es para recibir una “ducha” de información teológica. No importa de qué religión hablemos, si la religión no implica un cambio de vida no sirve más que como una forma de teatro elaborado.

Los valores éticos de la religión no son transables
La ética no es cuestión de tiempos o de costumbres particulares.  Aquello que la Biblia reprueba, y es válido para la religión cristiana, no está sometido a los vaivenes de la política ni de las costumbres de las culturas.  De hecho, la ética cristiana postula una visión universal de los valores que sustenta.  Eso quiere decir que si realmente soy cristiano por ejemplo, entenderé que la vida es sagrada o si soy budista, comprenderé que la acumulación va en contra del sentido ético de la religión. En este sentido, se espera coherencia.

¿Qué significa ser cristiano?
En un mundo pluralista y donde la división entre lo bueno y malo parece estar tan poco definida esta pregunta no es una cuestión de poca monta.
En un foro de estudiantes de posgrado al que asistí manifesté mi opinión de oposición a la filosofía de la “nueva tolerancia” que predican muchos hoy en día. Es decir, la necesidad de aceptación de las más variadas posturas éticas, contradictorias y excluyentes entre ellas. Manifesté que no era posible aceptar visiones éticas contradictorias. Sugerí la necesidad de definirse.
Alguien reaccionó diciendo:
─Eso lleva a la intolerancia y al dogmatismo.
─No es acaso dogmática e intolerante esa postura de que al no aceptar tu postura entonces debo ser descalificado con expresiones excluyentes como “fanático” y “dogmático”.
¿Qué significa ser cristiano hoy? Pues lo mismo que ha significado siempre:  Aceptar una verdad de vida que de un modo u otro te pondrá en contra de algunos valores culturales imperantes en tu tiempo.  Ser cristiano implica vivir la valentía de elegir una forma de vida que necesariamente implicará optar y aceptar que hay otra forma de vida que entrará en contradicción con la postura que viven otros.
Eso no significa despreciar a nadie.  Amar es la consigna más importante del cristianismo.  Pero el amor no significa no llamar al mal por su nombre. 

Conclusión
No creo que hoy día sea más complejo ser cristiano de lo que fue en tiempos de Pablo y de los primeros cristianos. De hecho, Pablo, Pedro, Jacobo y otros perdieron la vida por su derecho a declarar que no estaban dispuestos a vivir un modo de vida contrario a los postulados básicos de la religión cristiana.  Al menos hoy, en la mayoría de nuestros países, decir que no se está de acuerdo, no significa morirse, así que ¿de qué dificultad me hablan?
Tal como fue necesario ayer es preciso elegir la prioridad de nuestra vida.  El mensaje bíblico sigue siendo el mismo:  “Buscar a Dios en primer lugar” (Mt. 6:33).  En otras palabras, implica elegir quién va a guiar nuestros valores éticos y morales, la cultura o Dios.  No hay otra opción posible.