sábado, 24 de septiembre de 2011

Perdón, no condena


Dr. Miguel Ángel Núñez

Porque Dios no envió a su Hijoal mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio deél” (Juan 3:17).
Jesús vino a perdonar y a mostrar la misericordia divina, no a condenar a quienes yerran.


La mayor demostración de lamisericordia de Dios es que él vino a vivir entre nosotros. Estuvo entre losseres humanos, viviendo como uno más.

No hay ser humano que puedaborrar la misericordia divina. Por esa razón Pablo dice con tanta convicción:
Estoy firmemente convencido deque ni muerte ni vida, ni ángeles ni principios, ni lo presente ni lo futuro,ni potestades, ni altura ni profundidad, ni ninguna otra cosa creada podrásepararnos del amor de Dios, manifestado en Jesucristo, Señor nuestro (Romanos8:38-39).
Una iglesia sin gracia

La teoría la sabemos. Hasta allíno hay problema. Sin embargo, cuando la comparo con la realidad, a veces mecuesta ver la misericordia y el amor en los profesos seguidores de Cristo.

Visitar algunas iglesias es un paseopor la condenación, la ironización e incluso, el deseo expreso de que “lospecadores, ardan en el infierno…” ¿Quién es santo, quién es justo, quién esperfecto para emitir esas palabras que le escuché a un líder cristiano hace untiempo.

Al navegar por foros cristianosdonde se pretende “buscar una verdadera adoración”, “encontrar la santidad” o “darfe de la doctrina correcta” es como un paseo por el horror extremo de laintolerancia, la justicia propia, la vanidad santificada y los peores epítetos haciaquienes “no adoran correctamente” o a quienes simplemente, van por la vida,confundidos, perdidos y como “ovejas sin pastor” (Marcos 6:34).

El lado oscuro de la luna

Así como la luna tiene un ladooscuro, muchos cristianos tienen una faceta que se revela cuando tienen quetratar con el que se equivoca, el que yerra, y el pecador. Palabras que sonambiguas toda vez que todos nos equivocamos, erramos y pecamos.

Existe predilección en algunoscristianos para juzgar, condenar y maltratar a quienes tienen opinionesdistintas o conductas que difieren de las de ellos y con ello muestran un ladomacabramente perverso. Donde la actitud de condena y suficiencia propia serevela en medio de un discurso paradojal de supuesta reverencia a Dios, elautor del amor.

El espectáculo bajo el árbol dela vida

Anhelo el día en que nosencontremos bajo el árbol de la vida. Allí estarán los que fueron criticadospor sus “hermanos”; los desplazados y exiliados de la fe; los que vivieronincomprendidos y maltratados por aquellos que supuestamente tenían el monopoliode la santidad.

Ese día conoceremos a lasprostitutas que escucharon a Jesús y abrazaron la fe, pero se mantuvieron ensilencio, escondidas de aquellos que a nombre de la religión las aislaron.

Estarán también los publicanosque confiaron en Jesús pero, que tuvieron que buscar vivir la fe lejos de loscreyentes que creían que ningún pecador entraría al reino de los cielos.

Los pobres, que vivieroncondenados por aquellos que consideraron que la pobreza era señal de falta debendición, estarán allí, reunidos y gozosos.

Estarán los que se mantuvieron departe del amor, de la misericordia y el perdón. Aquellos que entendieron quenadie es perfecto y que Dios recibe al que se acerca con humildad y una actitudde contrición.

No hay que equivocarse. Lavanidad religiosa, la condena intolerante, la condena de la santidad, quedaráfuera, porque no hay lugar para dichas actitudes en un Dios que arriesgó todoel universo para salvar a los que se habían perdidos.

Para recibir la salvación, espreciso tener conciencia de pecador. Quien se convierte en juez, condenador ysabio en su propia opinión, lejos está de un Dios que es todo lo contrario.

Ojalá reaccionemos antes que seatarde. Antes que la actitud condenatoria sea tan grave que lleguemos a un puntosin retorno, a aquel donde neguemos la eficacia del Espíritu Santo, porqueestamos ocupados en criticar a quien no adora como yo lo hago o tiene ideasdistintas a las mías.

 Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez

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