Dr. Miguel Ángel Núñez
¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? (Gálatas 3:1-3).
El perfeccionismo es una actitud mental donde una persona juzga su vida en base a los logros que tenga. La existencia se mide en términos de productividad y metas. Es un camino de esfuerzo continuo para alcanzar derroteros que son imposibles, sin que se logren nunca, pero sigue con brío, con la ilusión de ser algún día plenamente perfecto. Una persona perfeccionista no se siente satisfecha nunca. Lo que predomina en su lenguaje es: “Debo, tengo que hacer, debería”.
Es una compulsión permanente a avanzar en pro de una meta que en su mente se ubica en un contexto alcanzable, pero que de manera fáctica es imposible de lograr. Un perfeccionista se niega a ser guiado o ayudado, su mente no acepta otra cosa que no sea el hacer algo para sentirse “bueno”.
Una vida de esclavitud
El perfeccionismo produce una constante sensación de frustración. El perfeccionismo va amargando, lentamente, sin que la persona incluso tenga conciencia de lo que está pasando por su mente. La vida se convierte en una especie de paranoia donde el peor enemigo de sí mismo es su propia conciencia que nunca está satisfecha.
El perfeccionista vive una esclavitud porque:
- No esta nunca satisfecho. Siempre quiere más, no hay gozo de logros, aunque vive atado a la posibilidad de alcanzar una meta, que no entiende que la misma Biblia señala como irrealizable: Superar el pecado.
- Vive criticando a los demás. De algún modo, como una forma de autodefensa, para sentir que él o ella están avanzando, que han logrado algo, que están “mejor” que otros. Necesita convencerse que es más “bueno” que otros, de allí su crítica implacable a otros.
- Anhela metas imposibles. La Biblia constantemente habla de “pecado” y no “pecados”, entendiendo que el mayor problema de la humanidad es su condición, su naturaleza pecaminosa, lo que Pablo llamaba “el hombre de muerte” (Romanos 7:24) que hay en mí. No logra comprender el perfeccionista que la lucha no es ser bueno, sino en permitir que Dios obre su bondad en ti, en un proceso que no acabará nunca en esta tierra.
- Busca un ideal utópico. Es en muchos sentidos vivir fuera de la realidad y no aceptar su condición esencial.
- Se valorar a sí mismo en función de las obras, de lo que tiene, de lo que obtiene. Por esa vía, la vida misma se mide en función de logros y superaciones. Es la constante lucha por ser hoy un poco mejor que ayer, para sentir que de esa forma, voy avanzando, para obtener la aprobación de Dios.
- Vive en constante culpabilidad sin descanso. Como es una lucha continua, como sabe en el fondo que es imposible, siente culpa si en algún momento para de luchar, porque siente que no lo logrará si no vive en constante esfuerzo por lograr una vida santa, sin comprender que la santidad es nominalmente otorgada por Dios a quienes creen en Jesús.
- Está constantemente pensando en la obediencia y la aprobación. Una mente perfeccionista no descansa. Está enfocado en lograr su propósito de lograr superación y santidad, sin comprender que la vida cristiana es un proceso.
El primer paso para superar esta situación es aceptar la gracia, entender que la aceptación de Dios no depende de lo que hayamos hecho, ni de lo que haremos, ni de lo que estamos haciendo. La gracia es gracia, es decir, es don gratuito, de otro modo sería deuda (Romanos 4:4) y entonces nos “ganaríamos” la salvación.
Pablo señala:
Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado (Efesios 1:16).Dios nos ha aceptado en función de la gracia, no de las obras. La gracia es lo que permite al ser humano ser libre, pese a su naturaleza pecaminosa. Libre en la comprensión de la aceptación de Dios en función de la santidad y justicia de Cristo, no la nuestra. Eso permite vivir sin culpa y protegido por la gracia.
Una mala comprensión de la gracia nos hace concebir a un Dios que procura sorprendernos en algún pecado para condenarnos. Dios no nos empuja ni está constantemente poniéndonos a prueba, esa es una versión antropomórfica de Dios carente de sustento bíblico. Dios no está escondido para prendernos en alguna falta para luego enrostrarnos nuestro error. Dios no espera que le agrademos, lo que debía satisfacer la justicia ya fue hecho: La vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
La verdadera naturaleza de la gracia es que es Dios quien nos acepta, tal como somos, en virtud de la gracia obrada en nosotros y por nosotros, en Jesús. La fe en ese hecho es lo que nos hace aceptos. Creer que somos aceptados por Dios pese a nuestra condición es el supremo acto de la fe.
Ponerse metas no está malo en sí, sin embargo, si creemos que de eso depende la aceptación de Dios estamos muy equivocados. Intentar vivir a la altura de un estándar ético aceptable es deseable y encomiable, pero creer que de eso depende la aceptación de Dios es negar la gracia. Si alguien intenta ganar el favor de Dios con una buena conducta, entonces, ha elegido un camino que lo llevará a la frustración y al desánimo. Sólo en la gracia se puede ser libre de esa actitud mental de perfeccionismo obsesivo que lleva a neurotizar la religión.
Pablo, habiendo sido un fariseo convencido entendió que ese no era el camino. Por esa razón exclama:
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy (1 Corintios 15:10).Somos “la niña de los ojos de Dios” (Zacarias 2:8). ¿Por qué deberíamos afligirnos? Dios nos ha aceptado tal como somos, con nuestras falencias y errores, para darnos su gracia, que es lo único que nos permite crecer y ser diferentes, pero no para ganar el favor de Dios, eso no es necesario, la justicia de Dios ha sido satisfecha con Cristo. ¿Por qué intentar ganar lo que ya está ganado? ¿Por qué querer pagar lo que ya está pagado?
Somos valiosos ante Dios por su infinito amor. Nada hay que podamos hacer para ganar el favor de Dios. Dios está de nuestra parte. Él hizo todo lo necesario, no necesitamos nosotros estar en una lucha para obtener su favor, eso no es necesario, por mucho que algunos pretendan enseñarnos que sólo cuando hagamos lo que él quiere, entonces, él nos amará. Esa es una salida de pensamiento falsa que lo único que logra es entorpecer la relación del ser humano con Dios.
Cuando buscamos perfección, entonces, nos dañamos, porque nunca será posible llegar a un momento donde podamos decir: ¡Lo alcance! ¡Ya soy perfecto! Por lo demás, por la vía de la perfección maltratamos a otros exigiéndoles ser lo que nadie puede ser.
Nadie puede ganarse la aceptación delante de Dios, exigirla en los demás es injusto y poco sabio. Entrar en el callejón de la obediencia, creyendo que por allí se obtiene gracia, es hacer de la religión una carga que amarga y frustra, y de paso, amargamos y frustramos a los que están a nuestro lado.
Cristo nos libertó para que vivamos en libertad (Gálatas 5:1).Nunca deberíamos olvidarlo.
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