domingo, 4 de septiembre de 2011

El onceavo mandamiento


Dr. Miguel Ángel Núñez

“Os doy este mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros. Asícomo yo os amo, debéis también amaros los unos a los otros.  Si os amáis los unos a los otros, todo elmundo conocerá que sois mis discípulos” (Jn. 13:34-35).

A menudo hablamos de los “diez mandamientos”, hay personasque se los saben de memoria, sin embargo, la mayoría es incapaz de recordar elmandamiento número once, el que Jesús dio, el que aún tiene vigencia y que enmuchas ocasiones tristemente, olvidamos.


El impacto de la vidade una persona

La semana que recién pasó alguien me dijo con muchatristeza: “No podía creer lo que estaba escuchando. Se enseñaron con él. Nosólo querían su cabeza, querían sangrarlo, querían que sufriera, querían verlodestruido”.

Me cuesta entender que muchos de los quedicen amar a Jesucristo actúen con tanta saña con otros.

Esta semana viví dos episodios muy tristes y una vez más heconfirmado que de nada sirve creer en la verdad teórica del evangelio si laverdad del evangelio no hace carne y mella en nuestra manera de actuar con losdemás.

¿De qué sirve conocer las verdades doctrinales si cuando esel momento de tratar con otro lo único que sale de nuestros labios son palabrasduras, descalificadoras, juzgadoras, condenatorias? 

¿De qué sirve reunirse acantar himnos a Dios si una vez que el culto acaba nos encargamos de morderbestialmente a nuestros hermanos?

¿De qué sirve llamarnos un pueblo de adoradores, si cuando tenemos que tratar con el que yerra sólo lo maltratamos?

Elena G. de White, haciendo referencia al mandato de Cristoseñala:
¿Seasemejan ustedes a Cristo, en sus palabras, en su espíritu, en sus acciones? Sirepresentan el carácter de Cristo en palabra y espíritu, entonces soncristianos; porque ser cristiano significa ser semejante a Cristo. La lenguatestificará acerca de los principios que representan la vida: esto constituyela prueba segura para saber qué poder controla el corazón. Nuestro espíritu ynuestros principios se pueden juzgar por las palabras que brotan de los labios.La lengua siempre debe estar bajo el control del Espíritu Santo (Exaltad a Jesús, 136).
Si entiendo bien la cita señala con toda claridad que el mandato deamar a otros debe reflejarse en:
  • Palabras.
  • Espíritu.
  • Acciones.

Eso implica que nunca, nunca, nunca, bajo ningunacircunstancia pronunciaremos palabras hirientes, que maltraten, que humillen anuestro hermano. No usaremos expresiones que de alguna manera supongan que otrapersona no tiene ninguna esperanza y no hay opciones de cambio. Al contrario,siempre supondremos que la posibilidad de redención está abierta ante cualquierpersona, siempre.

Por otro lado, cualquiera sea la conducta que tenga estaráimbuida de un espíritu de humildad, de no condenación. Cuando veo la actitud dealgunos, como jueces e inquisidores, pienso que ese no es el espíritu deCristo, sino el de personas que han perdido el rumbo del evangelio y de la gracia.Quien condena se condena, quien acusa seacusa.

Las acciones que deberán acompañar la reprensión al que seequivoca deben estar imbuidas del amor que mostró Jesús cuando alguno de susdiscípulos cometió errores. Nunca Cristo puso en evidencia a Judas, no acusó aPedro por sus errores, no reveló ante los demás lo que él sabía perfectamenteque era el egoísmo, vanidad y orgullo que anidaba entre sus seguidores.

La misma autora señala:
Tengamos enmente que cada palabra descomedida, cada actitud cruel, se registran en loslibros del cielo como si hubieran sido dirigidas a Cristo en la persona de sussiervos que sufren. ¿No es acaso ser semejantes a Cristo cuando hablamospalabras bondadosas y animadoras, aunque nos sintamos inclinados a proceder enforma diferente? ¿No es ser semejantes a Cristo cuando levantamos las cargasque oprimen pesadamente a las almas a quienes Dios ha considerado de tanto valorcomo para dar a su Hijo unigénito por ellos. Para que todo aquel que en él creeno perezca, mas tenga vida eterna? (Exaltada Jesús, 136).
¿Qué diríamos si supiéramos que cada palabra nuestra está siendograbada? ¿Qué sentirán los que esta semana destruyeron la vida de una persona ymaltrataron a otro cuando escuchen cada una de las expresiones que pronunciarony que el ángel, en su súper ultra moderna grabadora ha dejado registrada?

La actitudcon el que se equivoca

Es precisamente en el momento cuando alguien comete un error cuandodemostramos si tenemos o no el espíritu de Cristo.

Pablo dice:
“Hermanos, si alguienes sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo conuna actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdenseunos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gá.6:1-2).
Cuando Pablo dice “ustedes que son espirituales” estásuponiendo que lo que buscarán es la restauración y nunca la condena, esinteresante que Pablo que ya conocía la forma de proceder de algunas personasde su tiempo les advierte que deben ser “humildes”, cuando el que va arestaurar lo hace con soberbia, poniéndose como juez y actuando como si élnunca se fuera a equivocar, no sólo transgrede el mandato de Cristo, tambiénmal entiende el rol que se debe asumir frente al que yerra.

Pablo apela a la “ley de Cristo”, ¿qué ley es esa? Puesprecisamente el onceavo mandamiento, que lo que caracterizará la relación desus seguidores es el amor que tienen unos por otros, el que se expresa enpalabras y acciones.

Elena de White señala:
No demos alque yerra ocasión de desanimarse. No permitamos que haya una dureza farisaicaque haga daño a nuestro hermano. No se levante en la mente o el corazón unamargo desprecio. No se manifieste en la voz un dejo de escarnio. Si hablas unapalabra tuya, si adoptas una actitud de indiferencia, o muestras sospecha odesconfianza, esto puede provocar la ruina de un alma. El que yerra necesita unhermano que posea el corazón del Hermano Mayor, lleno de simpatía para tocar sucorazón humano. Sienta él el fuerte apretón de una mano de simpatía, y oiga elsusurro: oremos. Dios les dará a ambos una rica: experiencia. La oración nosune mutuamente y con Dios. La oración trae a Jesús a nuestro lado, y da al almadesfalleciente y perpleja nueva energía para vencer al mundo, a la carne y aldemonio. La oración aparta los ataques de Satanás(Reflejemos a Jesús, 260).
Es interesante lo que ella descarta como acción equivocada:
  • Dureza farisaica.
  • Amargo desprecio.
  • Dejo de escarnio.
  • Actitud de indiferencia.
  • Muestras sospecha o desconfianza.

Todo eso, que es tan habitual en aquellos que actúan comojueces, está descartado para aquellos que viven el onceavo mandamiento.

Al contrario, en el momento en que alguien se equivoca loque debe haber es la oración de comunión donde ambos, el que exhorta y el queha errado, se acercan con humildad ante la presencia de Dios para ser restaurados.
Nada puedejustificar un espíritu no perdonador. El que no es misericordioso hacia otros,muestra que él mismo no es participante de la gracia perdonadora de Dios. En elperdón de Dios el corazón del que yerra se acerca al gran Corazón de amorinfinito. La corriente de compasión divina fluye al alma del pecador, y de élhacia las almas de los demás. La ternura y la misericordia que Cristo harevelado en su propia vida preciosa se verán en los que llegan a ser participantesde su gracia. . . (Reflejemos a Jesús, 260).
La iglesia que anhelo

Sueño con una iglesia de hermanos, no de jueces ni deapedreadores.

Sueño con una iglesia donde el pecador es abrazado por sushermanos que se conduelen con él y con amor lo conducen.

Sueño con líderes que sean tan amorosos como Jesús, quemuestren en cada gesto, en cada palabra, en cada acción que su único modelo esel Maestro de Galilea.

Sueño con una iglesia de personas que con humildad secongregan no para juzgar, sino para apoyarse mutuamente en el camino que aúnnos queda para llegar a la ciudad celeste.

Sueño con una comunidad cristiana que se contente con amar,con respetar y con mirar a la cruz para sacar de la lección del crucificado lasfuerzas para seguir amando.

Sueño con una iglesia de pecadores que se han refugiado enla gracia y no entienden de condenas ni de juicios, sólo se gozan en la graciay en colaborar unos a otros para mantenerse unidos al Señor de la cruz.

****

Quisiera que la semana pasada no hubiera existido en micalendario, haber dormido y despertado hoy. 

Quisiera que el Señor estuviera alas puertas para no sentir las piedras de quienes se contentan con condenar,como si esa fuera la función de la iglesia. 
“¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22:20). 
¡Cuánto lo anhelo! ¡Cuán difícil es seguir viviendo en medio de cristianos queactúan como si no lo fueran!

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez

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