sábado, 24 de septiembre de 2011

Perdón, no condena


Dr. Miguel Ángel Núñez

Porque Dios no envió a su Hijoal mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio deél” (Juan 3:17).
Jesús vino a perdonar y a mostrar la misericordia divina, no a condenar a quienes yerran.


La mayor demostración de lamisericordia de Dios es que él vino a vivir entre nosotros. Estuvo entre losseres humanos, viviendo como uno más.

No hay ser humano que puedaborrar la misericordia divina. Por esa razón Pablo dice con tanta convicción:
Estoy firmemente convencido deque ni muerte ni vida, ni ángeles ni principios, ni lo presente ni lo futuro,ni potestades, ni altura ni profundidad, ni ninguna otra cosa creada podrásepararnos del amor de Dios, manifestado en Jesucristo, Señor nuestro (Romanos8:38-39).
Una iglesia sin gracia

La teoría la sabemos. Hasta allíno hay problema. Sin embargo, cuando la comparo con la realidad, a veces mecuesta ver la misericordia y el amor en los profesos seguidores de Cristo.

Visitar algunas iglesias es un paseopor la condenación, la ironización e incluso, el deseo expreso de que “lospecadores, ardan en el infierno…” ¿Quién es santo, quién es justo, quién esperfecto para emitir esas palabras que le escuché a un líder cristiano hace untiempo.

Al navegar por foros cristianosdonde se pretende “buscar una verdadera adoración”, “encontrar la santidad” o “darfe de la doctrina correcta” es como un paseo por el horror extremo de laintolerancia, la justicia propia, la vanidad santificada y los peores epítetos haciaquienes “no adoran correctamente” o a quienes simplemente, van por la vida,confundidos, perdidos y como “ovejas sin pastor” (Marcos 6:34).

El lado oscuro de la luna

Así como la luna tiene un ladooscuro, muchos cristianos tienen una faceta que se revela cuando tienen quetratar con el que se equivoca, el que yerra, y el pecador. Palabras que sonambiguas toda vez que todos nos equivocamos, erramos y pecamos.

Existe predilección en algunoscristianos para juzgar, condenar y maltratar a quienes tienen opinionesdistintas o conductas que difieren de las de ellos y con ello muestran un ladomacabramente perverso. Donde la actitud de condena y suficiencia propia serevela en medio de un discurso paradojal de supuesta reverencia a Dios, elautor del amor.

El espectáculo bajo el árbol dela vida

Anhelo el día en que nosencontremos bajo el árbol de la vida. Allí estarán los que fueron criticadospor sus “hermanos”; los desplazados y exiliados de la fe; los que vivieronincomprendidos y maltratados por aquellos que supuestamente tenían el monopoliode la santidad.

Ese día conoceremos a lasprostitutas que escucharon a Jesús y abrazaron la fe, pero se mantuvieron ensilencio, escondidas de aquellos que a nombre de la religión las aislaron.

Estarán también los publicanosque confiaron en Jesús pero, que tuvieron que buscar vivir la fe lejos de loscreyentes que creían que ningún pecador entraría al reino de los cielos.

Los pobres, que vivieroncondenados por aquellos que consideraron que la pobreza era señal de falta debendición, estarán allí, reunidos y gozosos.

Estarán los que se mantuvieron departe del amor, de la misericordia y el perdón. Aquellos que entendieron quenadie es perfecto y que Dios recibe al que se acerca con humildad y una actitudde contrición.

No hay que equivocarse. Lavanidad religiosa, la condena intolerante, la condena de la santidad, quedaráfuera, porque no hay lugar para dichas actitudes en un Dios que arriesgó todoel universo para salvar a los que se habían perdidos.

Para recibir la salvación, espreciso tener conciencia de pecador. Quien se convierte en juez, condenador ysabio en su propia opinión, lejos está de un Dios que es todo lo contrario.

Ojalá reaccionemos antes que seatarde. Antes que la actitud condenatoria sea tan grave que lleguemos a un puntosin retorno, a aquel donde neguemos la eficacia del Espíritu Santo, porqueestamos ocupados en criticar a quien no adora como yo lo hago o tiene ideasdistintas a las mías.

 Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez

lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Será que la gracia es barata?


Dr. Miguel Ángel Núñez

Cada vez que los legalistas escuchan hablar de la gracia yde la dependencia por fe en Cristo Jesús, responden con una frase insultante: “Esoes gracia barata”. Lo repiten con tanta fuerza e insistencia que llegan a creerla mitología de lo que señalan. Analicemos si la gracia es barata o no:
  • La redención costó la vida de Cristo en la cruz, todo elcielo fue puesto en riesgo por venir a rescatar a la humanidad. ¿Es eso barato?
  • Cristo pagó con su sangre nuestra redención. Cuando hablamosde “gracia barata” simplemente insultamos el sacrificio de Jesús.
Como señala Pedro:
El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas,como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un corderosin mancha y sin defecto (1 Pedro 1:19).
La pretensión absurda del legalismo es pagar lo que ya estápagado. Es como que alguien nos hace un regalo y no estamos dispuestos arecibirlo sin hacer algo para recompensar a quien le está haciendo el regalo.En el fondo, es un acto de orgullo no recibir, porque nos sentimos amarrados y noqueremos comprometernos, de esa forma el regalo deja de ser tal y se convierteen deuda.

Pablo afirma que:
Sin derramamiento de sangre no hay perdón (Hebreos 9:22).
Hasta ahí, todos de acuerdo. Es la sangre de Cristo la quenos redime. Sin embargo, los legalistas y perfeccionistas afirman que hay quehacer algo más, para ser dignos de la sangre de Cristo. ¿De dónde sale esaidea? Ese concepto es antibíblico. Es creer que no basta la justificación ytenemos que hacernos dignos de la justificación, haciendo “nuestra parte” paramerecer la gracia. Si la merecemos deja de ser gracia y se convierte en deuda,como señala el mismo apóstol Pablo (Romanos 4:4).

Escribiéndoles a los “judaizantes” de su tiempo, es decir alos que hoy llamaríamos “legalistas” o “perfeccionistas” Pablo les dicetajantemente:
En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón denuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia (Efesios 1:7).
No es conforme a las “riquezas de nuestra obediencia”, sino “conformea las riquezas de la gracia”. Algo muy diferente a la idea que habitualmente sepresenta en algunos círculos religiosos.

Escribiéndole a Tito, quien necesitaba entender el mensajeclaro de las buenas nuevas, Pablo le dice:
Él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sinopor su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y dela renovación por el Espíritu Santo (Tito 3:5)
Conociendo la naturaleza humana Pablo señala la razón de lasalvación por gracia:
Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe;esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, paraque nadie se jacte (Efesios 2:8-9).
En otras palabras para que nadie diga: “Porque yo obedezco ytú no”, “porque yo ‘guardo’ y tú no lo haces”, “porque Dios me contesta a míque soy mejor que tú”, y otras expresiones, que si bien no decimos con esaspalabras enunciamos toda vez que discriminamos a alguien que señala suconvicción de la gracia.
Es más, Pablo, con su habitual insistencia en la graciaafirma:
Sin embargo, al reconocer que nadie es justificado por lasobras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemospuesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él y nopor las obras de la ley; porque por éstas nadie será justificado (Gálatas2:16).
Y con la misma lógica, el apóstol señala:
Y si es por gracia, ya no es por obras; porque en tal casola gracia ya no sería gracia (Romanos 11:6).
El legalismo que insiste en la obediencia y las normas, lo queno entiende es que la transformación es resultado, no inicio. No es que somosauto transformados para ser aceptados, es al contrario, somos aceptados envirtud de creer en Jesús (Juan 3:16), para luego ser transformados por gracia.

Philip Yancey, en su libro Gracia divina vs. Condena humana (Miami: Vida, 1998), señala:
Es extraño, pero a veces encuentro escasez de gracia dentrode la iglesia, una institución fundada para proclamar, en frase de Pablo, ‘elevangelio de la gracia de Dios’ (p. 12).
Lo extraño es que yo no lo encuentro extraño, toda vez quese enfatiza la obediencia a la norma y no la dependencia de la gracia, lo queabunda es legalismo y no gracia. Es una cuestión de énfasis, pero también deactitud frente a la generosidad de un Dios que nos ama incondicionalmente.

Cuando se enfatiza la obediencia por sobre la gracia, lo queocurre es que se opaca la gracia y la acción redentora de Jesús se convierte ensecundaria, eso sí que es abaratar la gracia, quitarle su valor real yconvertirla en un producto de segunda categoría.

El psiquiatra cristiano suizo Paul Tournier en su libro  Culpae Graça: Uma analise do sentimento de culpa e o ensino do evangelho (Culpay gracia: Un análisis del sentimiento de culpa y la enseñanza del evangelio; SãoPaulo: Abu Editora, 1985) señala que:
No puedo estudiar este problema tan serio de la culpa, sinrecordar la realidad muy obvia y trágica de que la religión —tanto la mía comola de todos los creyentes— puede aplastar en vez de liberar (p. 13).
Cuando los legalistas hablan de “gracia barata”, para crearculpas en aquellos que supuestamente no alcanzan la norma, se convierten en “creadoresde culpa”, y generan una religión de esclavitud.

El psicólogo y pastor Bernardo Stamateas en su libro Mente de esclavo: Un análisis de lapersonalidad de «esclavo» y sus actitudes ante la vida (Barcelona: Clie,  ) afirma que:
El esclavo no puede aceptar la gracia de Dios, necesita sufrirpara sentir que entonces si lo merece (p. 72).
La religión legalista y farisea se convierte en obsesiva yritualista. Más apegados a las formas que al fondo. Más ligados a la imagen quea la gracia. Más preocupados por el “qué dirán” que por la libertad que Cristoofrece.

El mismo Stamateas en su libro Intoxicados por la fe: Cómo ser libres de una religión tóxica y viviruna espiritualidad feliz (Buenos Aires: Grijalbo, 2010), señala:
El fariseísmo es el prototipo del enemigo de la verdaderavida espiritual, ya que sus doctrinas llevan a una vida ritualista y compulsiva(p. 115).
Una vida que no da paz. Una existencia que no se conformacon la gracia por eso que necesita sentir que está obedeciendo, para hacersedigno de la gracia.

Es la gracia barata, no, la que Cristo ofrece no lo es. Perosi abaratamos la gracia cuando pretendemos que por nuestros actos y obedienciasmerecemos ser considerados dignos de la gracia.

Aún hoy, después de cientos de años, los judaizantes entrenosotros aún no aprenden que la gracia se recibe, como un regalo inmerecido y acontinuación lo que queda es gozo, satisfacción, alegría. ¿Tal vez eso lesmoleste a los que no entienden la gracia, la alegría de quienes se gozan en elperdón incondicional del Señor hacia quienes han errado y luego han encontradorefugio en su amor eterno?

El concepto “gracia barata” fue enseñado por el teólogoalemán Dietrich Bonhoeffer en su libro Elprecio de la gracia: El seguimiento (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2004).Pero lamentablemente, como sucede con gente que lee a medias la idea ha sidosumamente mal entendida. De hecho el capítulo donde presenta la idea se titula “lagracia cara”. Lo que critica Bonhoeffer es la actitud de quienes aceptan lagracia pero llegan a creer que deben quedarse con los brazos cruzados, en unaactitud de presunción.

Textulamente Bonhoeffer afirma:
La gracia barata es la gracia como doctrina, como principio,como sistema, es el perdón de los pecados considerado como una verdad universal,es el amor de Dios interpretado como idea cristiana de Dios. Quien la afirmaposee ya el perdón de sus pecados. La Iglesia de esta doctrina de la graciaparticipa ya de esta gracia por su misma doctrina. En esta Iglesia, el mundoencuentra un velo barato para cubrir sus pecados, de los que no se arrepiente yde los que no desea liberarse. Por esto, la gracia barata es la negación de lapalabra viva de Dios, es la negación de la encarnación del Verbo de Dios. Lagracia barata es la justificación del pecado y no del pecador. Puesto que la gracialo hace todo por sí sola, las cosas deben quedar como antes (p. 15).
El contexto en el que Bonhoeffer escribe es el de laAlemania nazi, donde una iglesia luterana cercana al régimen se ha aliado para destruir,maltratar y asesinar, sin embargo, siguen considerando que tienen “la gracia”de su parte.

Por otro lado, afirma:

La gracia barata es la gracia que tenemos por nosotrosmismos (p. 16).
Como señala en la cita anterior, la seguridad de “pertenecer a una iglesia” y listo, sin entender ni aceptar que un cristiano de verdad, que vive la gracia, refleja en sus actos el estar viviendo en la gracia. En otras palabras, la bondad que manifiesta no es para salvación sino evidencia de la misma, tal como señala a los Gálatas, “fruto del espíritu” (Gálatas 5:22).

El mismo Bonhoeffer agrega:
La gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, lagracia sin cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y encarnado (p. 16).
La gracia cara significa renunciar a sí mismo para seguir aCristo (Mateo 16:24). Abandonar la complacencia propia para seguir, por amor, aJesús. Nunca para ganar su favor. Visto así “las obras” de las que hablaSantiago son resultado de la gracia, y no camino a la gracia. Son consecuenciade la acción de la gracia y nunca mérito para obtener la gracia. En estasutileza es donde el legalismo comete su peor error, y de paso, amarga la vidade quienes deberían estar gozosos en la gracia, diciendo con el apóstol Pablo: 
Alégrensesiempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! (Filipenses 4:4).

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez 

domingo, 18 de septiembre de 2011

El perfeccionismo mata, amarga y maltrata

Dr. Miguel Ángel Núñez

El apóstol Pablo, con una transparencia fuera de toda interpretación sesgada, dice:
¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? (Gálatas 3:1-3).

El desafío que plantea el apóstol a los Gálatas es confiar en Cristo o en la ley. Al referirse a la carne está hablando de nuestra naturaleza pecaminosa, que no puede ser transformada por nuestra voluntad y que algunos pretenden hacerlo para recibir la bendición divina, entrando en un callejón sin salida que lo único que provoca es frustración y desánimo.

El perfeccionismo es una actitud mental donde una persona juzga su vida en base a los logros que tenga. La existencia se mide en términos de productividad y metas. Es un camino de esfuerzo continuo para alcanzar derroteros que son imposibles, sin que se logren nunca, pero sigue con brío, con la ilusión de ser algún día plenamente perfecto. Una persona perfeccionista no se siente satisfecha nunca. Lo que predomina en su lenguaje es: “Debo, tengo que hacer, debería”.

Es una compulsión permanente a avanzar en pro de una meta que en su mente se ubica en un contexto alcanzable, pero que de manera fáctica es imposible de lograr. Un perfeccionista se niega a ser guiado o ayudado, su mente no acepta otra cosa que no sea el hacer algo para sentirse “bueno”.

Una vida de esclavitud

El perfeccionismo produce una constante sensación de frustración. El perfeccionismo va amargando, lentamente, sin que la persona incluso tenga conciencia de lo que está pasando por su mente. La vida se convierte en una especie de paranoia donde el peor enemigo de sí mismo es su propia conciencia que nunca está satisfecha.

El perfeccionista vive una esclavitud porque:
  • No esta nunca satisfecho. Siempre quiere más, no hay gozo de logros, aunque vive atado a la posibilidad de alcanzar una meta, que no entiende que la misma Biblia señala como irrealizable: Superar el pecado.
  • Vive criticando a los demás. De algún modo, como una forma de autodefensa, para sentir que él o ella están avanzando, que han logrado algo, que están “mejor” que otros. Necesita convencerse que es más “bueno” que otros, de allí su crítica implacable a otros.
  • Anhela metas imposibles. La Biblia constantemente habla de “pecado” y no “pecados”, entendiendo que el mayor problema de la humanidad es su condición, su naturaleza pecaminosa, lo que Pablo llamaba “el hombre de muerte” (Romanos 7:24) que hay en mí. No logra comprender el perfeccionista que la lucha no es ser bueno, sino en permitir que Dios obre su bondad en ti, en un proceso que no acabará nunca en esta tierra.
  • Busca un ideal utópico. Es en muchos sentidos vivir fuera de la realidad y no aceptar su condición esencial.
  • Se valorar a sí mismo en función de las obras, de lo que tiene, de lo que obtiene. Por esa vía, la vida misma se mide en función de logros y superaciones. Es la constante lucha por ser hoy un poco mejor que ayer, para sentir que de esa forma, voy avanzando, para obtener la aprobación de Dios.
  • Vive en constante culpabilidad sin descanso. Como es una lucha continua, como sabe en el fondo que es imposible, siente culpa si en algún momento para de luchar, porque siente que no lo logrará si no vive en constante esfuerzo por lograr una vida santa, sin comprender que la santidad es nominalmente otorgada por Dios a quienes creen en Jesús.
  • Está constantemente pensando en la obediencia y la aprobación. Una mente perfeccionista no descansa. Está enfocado en lograr su propósito de lograr superación y santidad, sin comprender que la vida cristiana es un proceso.
La solución divina

El primer paso para superar esta situación es aceptar la gracia, entender que la aceptación de Dios no depende de lo que hayamos hecho, ni de lo que haremos, ni de lo que estamos haciendo. La gracia es gracia, es decir, es don gratuito, de otro modo sería deuda (Romanos 4:4) y entonces nos “ganaríamos” la salvación.

Pablo señala:
Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado (Efesios 1:16).
Dios nos ha aceptado en función de la gracia, no de las obras. La gracia es lo que permite al ser humano ser libre, pese a su naturaleza pecaminosa. Libre en la comprensión de la aceptación de Dios en función de la santidad y justicia de Cristo, no la nuestra. Eso permite vivir sin culpa y protegido por la gracia.

Una mala comprensión de la gracia nos hace concebir a un Dios que procura sorprendernos en algún pecado para condenarnos. Dios no nos empuja ni está constantemente poniéndonos a prueba, esa es una versión antropomórfica de Dios carente de sustento bíblico. Dios no está escondido para prendernos en alguna falta para luego enrostrarnos nuestro error. Dios no espera que le agrademos, lo que debía satisfacer la justicia ya fue hecho: La vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

La verdadera naturaleza de la gracia es que es Dios quien nos acepta, tal como somos, en virtud de la gracia obrada en nosotros y por nosotros, en Jesús. La fe en ese hecho es lo que nos hace aceptos. Creer que somos aceptados por Dios pese a nuestra condición es el supremo acto de la fe.

Ponerse metas no está malo en sí, sin embargo, si creemos que de eso depende la aceptación de Dios estamos muy equivocados. Intentar vivir a la altura de un estándar ético aceptable es deseable y encomiable, pero creer que de eso depende la aceptación de Dios es negar la gracia. Si alguien intenta ganar el favor de Dios con una buena conducta, entonces, ha elegido un camino que lo llevará a la frustración y al desánimo. Sólo en la gracia se puede ser libre de esa actitud mental de perfeccionismo obsesivo que lleva a neurotizar la religión.

Pablo, habiendo sido un fariseo convencido entendió que ese no era el camino. Por esa razón exclama:
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy (1 Corintios 15:10).
Somos “la niña de los ojos de Dios” (Zacarias 2:8). ¿Por qué deberíamos afligirnos? Dios nos ha aceptado tal como somos, con nuestras falencias y errores, para darnos su gracia, que es lo único que nos permite crecer y ser diferentes, pero no para ganar el favor de Dios, eso no es necesario, la justicia de Dios ha sido satisfecha con Cristo. ¿Por qué intentar ganar lo que ya está ganado? ¿Por qué querer pagar lo que ya está pagado?

Somos valiosos ante Dios por su infinito amor. Nada hay que podamos hacer para ganar el favor de Dios. Dios está de nuestra parte. Él hizo todo lo necesario, no necesitamos nosotros estar en una lucha para obtener su favor, eso no es necesario, por mucho que algunos pretendan enseñarnos que sólo cuando hagamos lo que él quiere, entonces, él nos amará. Esa es una salida de pensamiento falsa que lo único que logra es entorpecer la relación del ser humano con Dios.

Cuando buscamos perfección, entonces, nos dañamos, porque nunca será posible llegar a un momento donde podamos decir: ¡Lo alcance! ¡Ya soy perfecto! Por lo demás, por la vía de la perfección maltratamos a otros exigiéndoles ser lo que nadie puede ser.

Nadie puede ganarse la aceptación delante de Dios, exigirla en los demás es injusto y poco sabio. Entrar en el callejón de la obediencia, creyendo que por allí se obtiene gracia, es hacer de la religión una carga que amarga y frustra, y de paso, amargamos y frustramos a los que están a nuestro lado.
Cristo nos libertó para que vivamos en libertad (Gálatas 5:1).
Nunca deberíamos olvidarlo.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez

domingo, 4 de septiembre de 2011

El onceavo mandamiento


Dr. Miguel Ángel Núñez

“Os doy este mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros. Asícomo yo os amo, debéis también amaros los unos a los otros.  Si os amáis los unos a los otros, todo elmundo conocerá que sois mis discípulos” (Jn. 13:34-35).

A menudo hablamos de los “diez mandamientos”, hay personasque se los saben de memoria, sin embargo, la mayoría es incapaz de recordar elmandamiento número once, el que Jesús dio, el que aún tiene vigencia y que enmuchas ocasiones tristemente, olvidamos.


El impacto de la vidade una persona

La semana que recién pasó alguien me dijo con muchatristeza: “No podía creer lo que estaba escuchando. Se enseñaron con él. Nosólo querían su cabeza, querían sangrarlo, querían que sufriera, querían verlodestruido”.

Me cuesta entender que muchos de los quedicen amar a Jesucristo actúen con tanta saña con otros.

Esta semana viví dos episodios muy tristes y una vez más heconfirmado que de nada sirve creer en la verdad teórica del evangelio si laverdad del evangelio no hace carne y mella en nuestra manera de actuar con losdemás.

¿De qué sirve conocer las verdades doctrinales si cuando esel momento de tratar con otro lo único que sale de nuestros labios son palabrasduras, descalificadoras, juzgadoras, condenatorias? 

¿De qué sirve reunirse acantar himnos a Dios si una vez que el culto acaba nos encargamos de morderbestialmente a nuestros hermanos?

¿De qué sirve llamarnos un pueblo de adoradores, si cuando tenemos que tratar con el que yerra sólo lo maltratamos?

Elena G. de White, haciendo referencia al mandato de Cristoseñala:
¿Seasemejan ustedes a Cristo, en sus palabras, en su espíritu, en sus acciones? Sirepresentan el carácter de Cristo en palabra y espíritu, entonces soncristianos; porque ser cristiano significa ser semejante a Cristo. La lenguatestificará acerca de los principios que representan la vida: esto constituyela prueba segura para saber qué poder controla el corazón. Nuestro espíritu ynuestros principios se pueden juzgar por las palabras que brotan de los labios.La lengua siempre debe estar bajo el control del Espíritu Santo (Exaltad a Jesús, 136).
Si entiendo bien la cita señala con toda claridad que el mandato deamar a otros debe reflejarse en:
  • Palabras.
  • Espíritu.
  • Acciones.

Eso implica que nunca, nunca, nunca, bajo ningunacircunstancia pronunciaremos palabras hirientes, que maltraten, que humillen anuestro hermano. No usaremos expresiones que de alguna manera supongan que otrapersona no tiene ninguna esperanza y no hay opciones de cambio. Al contrario,siempre supondremos que la posibilidad de redención está abierta ante cualquierpersona, siempre.

Por otro lado, cualquiera sea la conducta que tenga estaráimbuida de un espíritu de humildad, de no condenación. Cuando veo la actitud dealgunos, como jueces e inquisidores, pienso que ese no es el espíritu deCristo, sino el de personas que han perdido el rumbo del evangelio y de la gracia.Quien condena se condena, quien acusa seacusa.

Las acciones que deberán acompañar la reprensión al que seequivoca deben estar imbuidas del amor que mostró Jesús cuando alguno de susdiscípulos cometió errores. Nunca Cristo puso en evidencia a Judas, no acusó aPedro por sus errores, no reveló ante los demás lo que él sabía perfectamenteque era el egoísmo, vanidad y orgullo que anidaba entre sus seguidores.

La misma autora señala:
Tengamos enmente que cada palabra descomedida, cada actitud cruel, se registran en loslibros del cielo como si hubieran sido dirigidas a Cristo en la persona de sussiervos que sufren. ¿No es acaso ser semejantes a Cristo cuando hablamospalabras bondadosas y animadoras, aunque nos sintamos inclinados a proceder enforma diferente? ¿No es ser semejantes a Cristo cuando levantamos las cargasque oprimen pesadamente a las almas a quienes Dios ha considerado de tanto valorcomo para dar a su Hijo unigénito por ellos. Para que todo aquel que en él creeno perezca, mas tenga vida eterna? (Exaltada Jesús, 136).
¿Qué diríamos si supiéramos que cada palabra nuestra está siendograbada? ¿Qué sentirán los que esta semana destruyeron la vida de una persona ymaltrataron a otro cuando escuchen cada una de las expresiones que pronunciarony que el ángel, en su súper ultra moderna grabadora ha dejado registrada?

La actitudcon el que se equivoca

Es precisamente en el momento cuando alguien comete un error cuandodemostramos si tenemos o no el espíritu de Cristo.

Pablo dice:
“Hermanos, si alguienes sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo conuna actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdenseunos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gá.6:1-2).
Cuando Pablo dice “ustedes que son espirituales” estásuponiendo que lo que buscarán es la restauración y nunca la condena, esinteresante que Pablo que ya conocía la forma de proceder de algunas personasde su tiempo les advierte que deben ser “humildes”, cuando el que va arestaurar lo hace con soberbia, poniéndose como juez y actuando como si élnunca se fuera a equivocar, no sólo transgrede el mandato de Cristo, tambiénmal entiende el rol que se debe asumir frente al que yerra.

Pablo apela a la “ley de Cristo”, ¿qué ley es esa? Puesprecisamente el onceavo mandamiento, que lo que caracterizará la relación desus seguidores es el amor que tienen unos por otros, el que se expresa enpalabras y acciones.

Elena de White señala:
No demos alque yerra ocasión de desanimarse. No permitamos que haya una dureza farisaicaque haga daño a nuestro hermano. No se levante en la mente o el corazón unamargo desprecio. No se manifieste en la voz un dejo de escarnio. Si hablas unapalabra tuya, si adoptas una actitud de indiferencia, o muestras sospecha odesconfianza, esto puede provocar la ruina de un alma. El que yerra necesita unhermano que posea el corazón del Hermano Mayor, lleno de simpatía para tocar sucorazón humano. Sienta él el fuerte apretón de una mano de simpatía, y oiga elsusurro: oremos. Dios les dará a ambos una rica: experiencia. La oración nosune mutuamente y con Dios. La oración trae a Jesús a nuestro lado, y da al almadesfalleciente y perpleja nueva energía para vencer al mundo, a la carne y aldemonio. La oración aparta los ataques de Satanás(Reflejemos a Jesús, 260).
Es interesante lo que ella descarta como acción equivocada:
  • Dureza farisaica.
  • Amargo desprecio.
  • Dejo de escarnio.
  • Actitud de indiferencia.
  • Muestras sospecha o desconfianza.

Todo eso, que es tan habitual en aquellos que actúan comojueces, está descartado para aquellos que viven el onceavo mandamiento.

Al contrario, en el momento en que alguien se equivoca loque debe haber es la oración de comunión donde ambos, el que exhorta y el queha errado, se acercan con humildad ante la presencia de Dios para ser restaurados.
Nada puedejustificar un espíritu no perdonador. El que no es misericordioso hacia otros,muestra que él mismo no es participante de la gracia perdonadora de Dios. En elperdón de Dios el corazón del que yerra se acerca al gran Corazón de amorinfinito. La corriente de compasión divina fluye al alma del pecador, y de élhacia las almas de los demás. La ternura y la misericordia que Cristo harevelado en su propia vida preciosa se verán en los que llegan a ser participantesde su gracia. . . (Reflejemos a Jesús, 260).
La iglesia que anhelo

Sueño con una iglesia de hermanos, no de jueces ni deapedreadores.

Sueño con una iglesia donde el pecador es abrazado por sushermanos que se conduelen con él y con amor lo conducen.

Sueño con líderes que sean tan amorosos como Jesús, quemuestren en cada gesto, en cada palabra, en cada acción que su único modelo esel Maestro de Galilea.

Sueño con una iglesia de personas que con humildad secongregan no para juzgar, sino para apoyarse mutuamente en el camino que aúnnos queda para llegar a la ciudad celeste.

Sueño con una comunidad cristiana que se contente con amar,con respetar y con mirar a la cruz para sacar de la lección del crucificado lasfuerzas para seguir amando.

Sueño con una iglesia de pecadores que se han refugiado enla gracia y no entienden de condenas ni de juicios, sólo se gozan en la graciay en colaborar unos a otros para mantenerse unidos al Señor de la cruz.

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Quisiera que la semana pasada no hubiera existido en micalendario, haber dormido y despertado hoy. 

Quisiera que el Señor estuviera alas puertas para no sentir las piedras de quienes se contentan con condenar,como si esa fuera la función de la iglesia. 
“¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22:20). 
¡Cuánto lo anhelo! ¡Cuán difícil es seguir viviendo en medio de cristianos queactúan como si no lo fueran!

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez