sábado, 19 de marzo de 2011

Con lágrimas de gratitud

El agradecimiento sólo es posible cuando se entiende la magnitud de lo recibido. Mientras eso no ocurre transitamos por la vida como si no tuviéramos que retribuir nada, tranquilos en nuestra inconsciencia.

Por otro lado, es preciso entender que los acontecimientos que nos ocurren son neutros, somos nosotros los que le asignamos sentido. Ese hecho es importante para entender algunos de los relatos de los evangelios.

Las mismas escenas tienen diferentes interpretaciones. Como un calidoscopio, hay múltiples formas de observar el relato.

Lucas señala que:
Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los secaba con sus cabellos; y besaba sus pies y los ungía con el perfume (Lucas 7: 37-38).
Lucas no menciona el nombre, tal vez por prudencia o porque no era necesario comunicarlo para el grupo de personas que él estaba escribiendo. Sin embargo, Juan señala que ella es María, la hermana de Marta y Lázaro (Jn. 12:1-7).

Ha venido a la fiesta desde lejos. No está viviendo en la ciudad. No sólo ha visto a su hermano resucitar, sino que ha sido librada por Jesús del pecado, Lucas la califica de pecadora, las posibilidades son muchas, puede estar viviendo en una relación adúltera o simplemente haberse convertido en prostituta. No lo sabemos con certeza.

Ella está agradecida de Jesús, así que trae un vaso de nardo, un perfume líquido muy caro. El nardo tenía un olor penetrante, lo común era que lo importasen de la India. La planta de cuyas raíces se extrae ese aromático perfume procede de la India, crece en las altiplanicies de pastoreo de los Himalayas, a una altura que oscila entre 3 y 5 mil metros. El nardo era un artículo comercial desde tiempos muy antiguos.

Era costumbre mantener el ungüento de nardo en recipientes de alabastro sellados, y sólo se los abría en ocasiones muy especiales o para los ricos. El nardo fragante con que María ungió los pies de Jesús representaba el salario de casi un año de un obrero de la época (Jn. 12:3).

Agradecer en vida

Unge a Cristo en su cabeza y pies. Luego llora a sus pies. Quiso pasar inadvertida, pero, el perfume la delató. Advirtió las críticas y sintió que podría ser dejada en ridículo o que su hermana la acusaría de derrochadora.

Decidió agradecer a Jesús en vida, a diferencia de otros como Nicodemo y José de Arimatea que prodigaron su amor a Cristo después de muerto.

En esto hay una lección de María para todos nosotros. Muchas son las personas que llevan flores y recuerdos caros a los muertos. Lloran y expresan palabras de amor y cariño a un cuerpo sin vida. La ternura, el aprecio y los vocablos llenos de cariño son prodigados a una persona que no ve ni oye. ¡Cuán diferente hubiera sido la situación si las mismas expresiones de cariño y bondad hubiesen sido dichas cuando la persona vivía!

Es triste que esperemos una visita al cementerio para agradecer cuán importante han sido las personas para nosotros. María decidió hacer algo distinto. Agradeció a Jesús en vida, cuando era posible que él pudiera apreciar su cariño.

La importancia de agradecer

La otra lección de María es que simplemente fue agradecida. No esperó, agradeció cuando podía hacerlo. Nos cuesta entender que no agradecemos lo suficiente porque no apreciamos las bendiciones que recibimos. Al contrario, la mayoría de las oraciones de los cristianos se convierten en lamentaciones, clamores y petitorios y nos olvidamos de las palabras de Pablo que dice: 
No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias (Fil. 4:6).
Agradecer no es algo que se enseñe, o somos agradecidos o no lo somos.

Alguien escribió:
Doy gracias por la basura que tengo que limpiar después de una fiesta, porque significa que estoy rodeado de amigos.
Doy gracias por los impuestos que tengo que pagar, porque significa que tengo trabajo.
Doy gracias por la ropa que me queda chica, porque significa que tengo suficiente para comer.
Doy gracias por el pasto que tengo que cortar, las ventanas que tengo que limpiar y las cosas que tengo que arreglar, porque significa que tengo un hogar.
Doy gracias por todas las quejas que escucho acerca del gobierno porque significa que tenemos libertad de expresión.
Doy gracias por el espacio vacío que encuentro al fondo del estacionamiento porque significa que puedo caminar.
Doy gracias por la cuenta abultada del gas porque significa que tengo calefacción.
Doy gracias por el que canta al lado mío desentonando horriblemente porque significa que puedo oír.
Doy gracias por las pilas de ropa para lavar y planchar porque significa que tengo ropa para usar.
Doy gracias por el cansancio que siento al final del día porque significa que ha sido un día productivo.
Doy gracias por la alarma que suena temprano en la mañana porque significa que estoy vivo.
En otras palabras, todo es cuestión de perspectiva. No agradecemos suficiente porque no tenemos la perspectiva correcta.

La mente del que maquina

Lucas agrega lo que ocurre en la mente del que ha invitado a la fiesta:
Cuando vio esto el fariseo que lo había convidado, dijo para sí: ‘Si este fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es pecadora’. Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: ―Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: ―Di, Maestro. ―Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. No teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos lo amará más? Respondiendo Simón, dijo: ―Pienso que aquel a quien perdonó más. Él le dijo: ―Rectamente has juzgado” (Lucas 7:39-48).
Simón, un fariseo que ha sido sanado de lepra debería estar profundamente agradecido de Jesús, sin embargo, en su mente sólo puede ver lo que está ocurriendo con una mujer que supuestamente no es digna.

Cuando ve la acción de María maquina en su mente y duda de Jesús porque se deja tocar por alguien que para él es despreciable. Lo que no admite es que él precisamente ha sido el causante de la ruina moral de María.

Con la historia de los dos deudores Cristo quiso mostrarle qué él era más deudor porque tenía mayor responsabilidad en las acciones de la mujer que ella misma. Jesús enumeró las oportunidades que tuvo Simón de expresar agradecimiento a Jesús pero que no realizó.

Simón se conmovió por el gesto de no ser condenado en público por Jesucristo. Habría sido muy fácil para Jesús dejarlo en evidencia y mostrar a los demás la hipocresía de Simón, por eso Cristo agrega:
Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón: ―¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; pero ella ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: ―Tus pecados te son perdonados (Lucas 7:44-49).
El perdón incondicional

Jesús reconoce los esfuerzos de todos los seres humanos. Miró a María y pidió que la dejaran de molestar. Lo mismo que hace con todos los que han sido perdonados. Invita a los demás a que no juzguen y no condenen.

Jesús sabía que ella estaba turbada y apenada. Entendía claramente que mediante el acto de llevar ese perfume y hacer esa demostración pública ella estaba agradeciendo y escuchar las palabras de Jesús que la redimiesen.

Anunció que todo el mundo siempre recordaría el gesto de María. Hizo alusión a que un pequeño gesto de agradecimiento siempre produce grandes resultados. 

La mente del hipócrita

Pero no sólo Simón maquinaba en su mente, también lo hacía uno de sus discípulos, el tesorero del grupo, el hombre en que todos confiaban, el comerciante que se había unido a los apóstoles.
Dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que lo había de entregar: ―¿Por qué no se vendió este perfume por trescientos denarios y se les dio a los pobres? Pero dijo esto, no porque se preocupara por los pobres, sino porque era ladrón y, teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. Entonces Jesús dijo: ―Déjala, para el día de mi sepultura ha guardado esto (Juan 12:4-7).
Judas comienza a murmurar en contra del acto de María, considera que todo aquello es un desperdicio. Sin embargo, lo que nadie sabía, excepto Jesús, es que era un ladrón.

Judas hasta ese momento aún no había comprendido la misión de Jesús. Por otro lado, solía medir a las personas en función de los beneficios que pudiese obtener. María representaba un desperdicio porque no podía robar lo que ella derramaba sobre Cristo.

Los que contemplan sin entender

Mateo, siendo testigo directo de todo lo que ocurre, no sólo deja en evidencia que Judas piensa mal, también lo hacen el resto de los discípulos. Probablemente por la influencia de Judas, o porque tenían motivos similares. Lo cierto es que dice:
Al ver esto, los discípulos se enojaron y dijeron: ―¿Para qué este desperdicio?, pues esto podía haberse vendido a buen precio y haberse dado a los pobres (Mateo 26:8-9).
Los discípulos que contemplaban la escena no entendían nada. Estaban absortos en sus prejuicios e ideas tergiversadas.

Si hubiesen entendido lo que Jesús ya les había anunciado, que iría a Jerusalén a morir y comprendieran el don de la salvación que Jesús les daría, ningún obsequio les hubiera parecido mínimo.

Lo triste es que el esfuerzo de Cristo hasta ese momento aún no era comprendido. Vivía entre los seres humanos, y sus allegados más cercanos aún no entendían y ni siquiera estaban dispuestos a agradecer. ¡Pobres ciegos que se niegan a ver!

Si realmente hubiesen entendido nada lo considerarían demasiado costoso como para expresar agradecimiento a Cristo. Ningún acto de abnegación o sacrificio personal les hubiera parecido demasiado si entendiesen con claridad lo que Jesús estaba soportando y lo que tendría que pasar al ir a Jerusalén. Los prejuicios nublan la razón y nos hacen decir cosas que después nos avergüenzan. Seguramente cuando más tarde los discípulos analizaban su actitud en esta y otras ocasiones, deben haberse sentido muy mal.

Cuando se da sin esperar nada a cambio

María no fue pidiendo dádivas, sólo tomó una decisión, dar lo más valioso que tenía y expresarlo cuando fuera tiempo. Recibió mucho más de lo que hizo. Lo que recibimos es una respuesta a lo que damos. Probablemente recibimos menos por estar concentrados en nuestras dificultades y no en dar sin esperar nada a cambio.

Hubo una vez un agricultor de apellido Fleming que mientras trabajaba en su campo vio a lo lejos un niño aterrorizado, gritando y luchando; tratando de liberarse de un gran hoyo lleno de lodo en el cual había caído y no podía salir. El agricultor Fleming salvó al niño de lo que pudo ser una muerte lenta y terrible.

El próximo día, un carruaje muy pomposo llegó hasta los predios del agricultor inglés. Un noble, elegantemente vestido, se bajó del vehículo y se presentó a sí mismo como el padre del niño que Fleming había salvado.

―Yo quiero recompensarlo ―dijo el noble inglés. ―Usted salvó la vida de mi hijo.

―No, no puedo aceptar una recompensa por lo que hice, ―respondió el agricultor inglés, rechazando la oferta.

En ese momento el propio hijo del agricultor salió a la puerta de la casa de la familia.

―¿Es ese su hijo? ―preguntó el noble inglés.

―Si, ―respondió el agricultor lleno de orgullo.

―Le voy a proponer un trato. Déjeme llevarme a su hijo y ofrecerle una buena educación. Si él es parecido a su padre crecerá hasta convertirse en un hombre del cual usted estará muy orgulloso. ―El agricultor que no tenía ninguna opción para educar a su hijo aceptó.

Con el paso del tiempo, el hijo de Fleming el agricultor se graduó de la Escuela de Medicina de St. Mary's Hospital en Londres, y se convirtió en uno de los médicos más conocidos a nivel mundial, el mismo rey lo nombró Sir Alexander Fleming, por haber descubierto la penicilina.

Algunos años después, el hijo del noble inglés, se enfermó de pulmonía. Gracias a la penicilina y al gesto de su padre, fue salvado por segunda vez.

El nombre del hombre que educó a Alexander Fleming fue Randolph Churchill. El nombre de su hijo Sir Winston Churchill.

Nunca sabemos lo que vamos a recibir por lo que damos. Si tuviéramos otra actitud, probablemente viviríamos de otra forma.

Conclusión

Dios sabe cuánto esfuerzo hacemos para vivir cada día. No necesitamos convertir nuestra experiencia religiosa en una larga y penosa plegaria lastimera. Dios entiende perfectamente lo que nos ocurre. Podemos ir a él contentos de que somos comprendidos.

Por otro lado, cuan agradecidos seamos con Dios dependerá de cuan conscientes estemos de sus bondades. Dios no espera grandes gestos ostentosos, sino una vida consistente en agradecimiento. Todos podemos ser agradecidos si nos lo proponemos.

Nuestras oraciones deben estar cargadas de gratitud. Nuestra vida debe ser una permanente acción de gratitud. Sin duda, tendremos toda la eternidad para agradecer, pero seremos más felices si empezamos hoy y dejamos los pasillos lastimeros de la autocompasión y acudimos a Jesús sin temor.

María fue, así como estaba, cubierta de vergüenza, señalada, apuntada, atribulada por la culpa que sentía, estigmatizada, maltratada, fue, no para pedir clemencia, no para pedir que Jesús intercediera para que la trataran diferente.

En otra ocasión había estado a los pies de Jesús aprendiendo, ahora fue, sólo para agradecerle lo que él haría. Ella entendió antes que nadie que Jesús bajaría a Jerusalén y moriría por ella y todos los pecadores. Lo que hizo fue un gesto de amor. Una respuesta al amor incondicional del maestro. ¡Qué gran lección!

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

viernes, 18 de marzo de 2011

Diferente

Todos somos diferentes, pero nos encanta asimilarnos, acomodarnos, conformarnos. Somos distintos, individuos, pero nos gusta amoldarnos como gelatinas que temen ser diferentes, un poco por el miedo a la inercia y a salir de la cáscara que muestre nuestro verdadero rostro.

No existe persona igual a otra, por mucho que se parezca, ni aún los gemelos son idénticos. No obstante, en la práctica cotidiana, la mayoría de las personas le teme en demasía aparecer como diferente a la manada.

Opinar sin levantar olas

Para no parecer distinto, la mayoría de las personas tiende a acomodarse a la opinión mayoritaria, y aunque en lo íntimo en algún momento discrepe, por “mantener la armonía” (viejo resabio de cobardía), simplemente callará, se quedará en el silencio cómplice de la “mayoría silenciosa”, la de aquellos que por no alterar la comodidad de los acontecimientos cotidianos opta por el mutismo. La “mayoría” que en tiempos de crisis, confusión ética y autoritarismo, simplemente elige callar.

Martin Niemöller (1892–1984) fue un pastor luterano alemán, uno de sus poemas ha sido repetido y recitado muchas veces para recordarnos el peligro de callar cuando hay que hablar.

“Cuando los nazis detuvieron a los comunistas,
yo me callé;
es que yo no era comunista.

Cuando los nazis encarcelaron a los socialistas,
yo me callé;
es que yo no era socialista.

Cuando detuvieron a los sindicalistas,
yo me callé;
es que yo no era sindicalista.

Cuando detuvieron a los judíos,
yo me callé;
es que yo no era judío.

Cuando me detuvieron a mí,
ya no quedaba nadie
que pudiera protestar”.

Sólo los que creen en sí mismos hablan cuando el resto calla. Son los que le temen más que a la vida, el perder su propia dignidad y sentir que se han fallado a sí mismos perdiendo la capacidad de reacción.

Armonía en la diversidad

Hace algunos días planté rosas. Una a una puse las plantas ordenadas frente a mi casa. Ahora, están comenzando a salir los botones y he descubierto con alegría que tengo cuatro rosales y son todos de diferentes colores. Ya me lo había dicho la señora indígena que me las vendió, pero no le creí, he sido engañado demasiadas veces por gente con cara de ángel, así que esperé a ver que los rosales florecieran. Debo encontrar a la mujer otra vez en el “tiangis” (expresión del dialecto local que designa a la feria dominical), le pediré disculpas por pensar mal y le compraré más rosas.

Son rosas, pero cada una es distinta. En el conjunto forman armonía, pero son diferentes. La armonía supone unidad en la diversidad.

El otro día me extasié escuchando una orquesta juvenil, realmente interpretaron de una manera hermosa una pieza de música, pero, cada uno tocaba un instrumento distinto, pero, en el conjunto formaban una armonía. La diversidad actuando unida les otorgaba belleza.

En esto de no respetar las diferencias existe gente que cree que el ideal es uniformidad, que todos piensen igual, que las opiniones sean reducidas a un mínimo común denominador. Vieja y antigua práctica de déspotas y dictadores. Que “todos piensen igual para que nadie piense”.

La verdadera unidad se sustenta en el respeto al diferente, al que tiene una opinión divergente, en intentar formar una armonía con las posiciones distintas, sin descalificar a nadie y buscando el entendimiento.

La verdad, vieja piedra dictatorial 

Creo en la verdad, pero no creo que los seres humanos sean dueños de ella. Salvo Dios, nadie tiene el monopolio de la verdad, todas nuestras certezas son apenas pequeños destellos de cualquier verdad que queramos evocar.

Cuando alguien pretende que “su verdad” no sea discutida, analizada, discrepada, está simplemente creando una tiranía de “su verdad”.

Antonio Machado el poeta español escribió un pequeño poema que dice:

“¿Tu verdad? No, la verdad
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela".

Toda verdad que alguna persona tenga es sólo una certeza provisoria que se convierte en un grano más cuando la unimos a otras verdades que otros han descubierto.

Defender una posición como si fuera la última que no admite discusión ni análisis, es simplemente volver al oscurantismo medieval que sostenía que la tierra era el centro del universo, aún cuando las evidencias decían lo contrario.

La búsqueda permanente 

Un individuo que sepa quién es, que entienda que el diferente, que anhele verdad, sólo es un buscador permanente de certezas. Cada vez que concluye algo sabe que es sólo un descanso en el peregrinar de nuevas certezas que muestren nuevos horizontes.

Sólo cuando salimos de “mi verdad” y “tu verdad” podemos dialogar, pensar juntos, analizar con humildad nuestras perspectivas con afán de descubrimiento y gozándonos con la alegría de encontrar esas piedras preciosas que se encuentran enterradas y que sólo el investigador atento puede hallar.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

martes, 8 de marzo de 2011

Día internacional de la discriminación

Oficialmente es el Día Internacional de la Mujer, sin embargo, como todos los mecanismos que el ser humano crea para calmar su conciencia, este día simplemente deja en evidencia la profunda diferencia que existe entre varones y mujeres.

Mery Alin Núñez Thomann
Originalmente se denominaba el “día internacional de la mujer trabajadora”, lo que era peor, como si no existiera una mujer que no sea trabajadora. La mayoría de las mujeres labora las ocho horas laborales normales y las horas adicionales que ocupan para atender sus casas, mientras sus machos ―llámese hijos y maridos― que bien podrían llamarse “aspirantes a cuervos” y “zánganos puertas adentro”, simplemente se sientan a descansar y a mirar, como ellas corren de un lado a otro para cuidar niños, preparar comida, hacer el aseo, lavar ropa, remendar, planchar, ayudar en las tareas escolares, etc.

Hay muchos varones que son la excepción a la regla y colaboran. Han entendido que ser padre también implica ayudar y acompañar. Que las mujeres no deben llevar solas la carga. Siguen el principio simple de “el que ensucia limpia”, y no esperan un pedido o una súplica, simplemente cuando hay que limpiar limpia, cuando hay que cuidar cuida, cuando hay que cocinar cocina, cuando hay que lavar lava, cuando es preciso arreglar algo sólo lo arregla, y así sucesivamente. No es un niño al que hay que atender y cuidar como si fuera un infante.


La mayoría, simplemente dan por hecho que sus mujeres tienen que limpiar, lavar, planchar, cocinar, asear y ellos, sólo serán espectadores de la doble jornada de las mujeres.

Mery Alin, Mery, Katy
Femicicio y violencia

Una de cada tres mujeres es o será maltratada por varones de su entorno, llámese padres, hermanos, tíos, suegros o esposos.

En EE.UU., un país que suele dar cátedras de ética al mundo, cada 12 segundos una mujer es maltratada.

Según un dato que arroja Wikipedia en el artículo “femicidio”: “Las mujeres entre los 15 y los 44 años tienen una mayor probabilidad de ser mutiladas o asesinadas por hombres que de morir de cáncer, malaria, accidentes de tráfico o guerra combinados”. Las estadísticas suelen ser frías y sin nombre, no sangran ni lloran, pero sólo pensar en este dato es como para llorar.

Muchos varones dan por sentado que pegarle o maltratar a una mujer es simplemente un derecho, algo en lo cual nadie debería meterse. Sin embargo, eso obedece a una cultura de la violencia selectiva contra la mujer que no admite un análisis serio.

Pégale a la pared

Hace unos días escuché la canción del cantante mexicano Reily:

Tengo madre, tengo hermana, tengo primas, tengo tías, tuve nana
Tengo amigas, vecinas y una novia que me ama,
Tuve una esposa y dos abuelas
Mi sobrina Carolina es la princesa,
de este cuento que nunca se va a terminar

Las mujeres son el alma de la vida,
la caricia más perfecta, son el aire
Las mujeres son la luz de medio día,
la razón de que este mundo no se acabe

Y aunque a veces nos aturden todo el día,
son valientes y no merecen un cobarde
Soy un hombre y me duelen sus heridas,
nunca olvido aquel consejo de mi padre
Pégale a la pared, pégale a la pared,
pero nunca a una mujer, nunca, nunca a una mujer

Tienes madre y lo que sigue,
no lo repito por que sonaría igualito
No soy un santo ni quiero cantarte un sermón,

Solo te pido tu respeto
Somos hombres y ellas no son un objeto,
que te cuesta llorar y pedirles perdón
O me vas a decir que te falta valor,

las mujeres son el alma de la vida
La caricia más perfecta son el aire,
las mujeres son la luz de medio día

La razón de que este mundo no se acabe,
y aunque a veces nos aturden todo el día
Son valientes y no merecen un cobarde,
soy un hombre y me dueles sus heridas
Nunca olvido aquel consejo de mi padre,

pégale a la pared, pégale a la pared
Pero nunca a una mujer, nunca,
nunca a una mujer,
Pégale a la pared

Deberían poner en cada puerta, en cada refrigerador, en cada pared que un varón mira: “Pégale a la pared”, “patea piedras”, “grítale al viento”, pero no a una mujer, ni a nadie, porque la violencia es la renuncia a la humanidad, la constatación de que somos seres que necesitamos vivir en paz para existir con sentido.

Los días simbólicos que no sirven

El día internacional de la mujer se celebra desde el año 1911, es decir, más de 100 años, recordando una vez al año que nacemos de mujer, que hemos sido alimentados por pechos de mujer, que son ellas las que nos han dado los primeros pasos y los alientos que nos continúan manteniendo hasta el día de hoy, sin embargo, esos días simbólicos sólo sirven para los discursos de los políticos que son especialistas en decir y no hacer, en adular sin actuar, en hablar sin importarles nada más que sus propios bolsillos (estoy generalizando, pero me cuesta encontrar las excepciones).

No creo en estos símbolos vacuos. Creería más cuando empecemos a crear escuelas sin diferencias de género, leyes que efectivamente conserven la paridad entre los géneros, iglesias y discursos de religiosos que no sigan discriminando basándose erradamente en la religión, hogares donde prime la relación de colaboración y no el servilismo, etc.

Es preciso educar. A varones y mujeres para que entiendan la necesidad de vivir sin los constantes guiños a la discriminación.

Estadísticas de terror

Una muestra de que no sucede mucho con estos esfuerzos y discursos que duran un día es que:

·         Cada 18 segundos una mujer es maltratada en algún lugar del mundo, según el último informe de las Naciones Unidas.
·         Una de cada cinco mujeres en el mundo es víctima de maltrato al interior de sus hogares según datos de la Organización Mundial de la Salud.
·         En ningún país del mundo la mujer tiene el mismo estatus ni oportunidades que los varones, por muchos que nos jactemos que somos civilizados.
·         La principal causa de muerte en las mujeres de 14 a 44 años en el mundo, es la violencia doméstica.
·         Según un informe de la UNIFEM: “Al menos una de cada tres mujeres en todo el mundo ha sido golpeada, coaccionada sexualmente o ha sufrido otro tipo de abuso en su vida (siendo el culpable de los abusos generalmente un conocido)”.
·         El Banco Mundial establece que la violencia contra la mujer es la “causa de muerte e incapacidad entre las mujeres en edad de procrear tan seria como el cáncer y una causa de mala salud más frecuente que los accidentes de tráfico y la malaria juntos”.
·         Sólo 45 países en el mundo tienen una legislación específica sobre violencia doméstica que pretende proteger, al menos en el papel, a la mujer.
·         La mayoría de las mujeres sufren de desigualdad laboral, a mismos trabajos con los varones, reciben entre un 30 y 45% menos de salario que los varones en labores similares.

Religiosos y la mujer

Paradojalmente, uno de los referentes más discriminatorios en relación a la mujer son las religiones. No sólo el mundo musulmán, sino también el ámbito cristiano.

La mayoría de las congregaciones religiosas cristianas no aceptan entre sus líderes a mujeres. En casi todos los grupos religiosos cristianos los que dirigen las directrices morales, éticas y religiosas son varones. En casi todos los seminarios teológicos cristianos a nivel mundial, son los varones mayoritariamente los que enseñan y los que aprenden.

Siendo que los cristianos son seguidores de Jesús, quien con su actitud y conducta revolucionó la forma de tratar a la mujer de su tiempo, y estableció un modelo para todas las culturas y todos los tiempos, aún hay mucha tarea que realizar para enseñar a los varones a no torcer las Escrituras para dar mensajes discriminatorios. Aún hay líderes religiosos que esperan que las mujeres se mantengan en silencio, sean sumisas, acepten el maltrato y la discriminación como directriz divina, y que no enseñen. Se las trata con paternalismo, asistencialismo y creyendo que son más débiles por lo tanto hay que “protegerlas”, “cuidarlas” y “guiarlas”, todos conceptos sexistas que nada tienen que ver con una religión sana y con un Dios que “no hace acepción de personas”.

Conclusión

No me gusta el Día internacional de la mujer, porque sólo sirve para recordar la discriminación. Alguien podrá decir: “Algo es algo”.

Sin embargo, no me conformo, quisiera más. Una educación no sexista. Iglesias paritarias. Sociedades de respeto. Empresas con igualdad en base a mérito y no sexo, etc.

Es probable que sea soñador. Pero, no puedo evitarlo. No quiero dejar de creer en las utopías. Tal vez algún día mi hija será tratada exclusivamente por ser persona, y no porque es mujer. Nadie mirará a mi esposa como alguien que debe depender. Ni nadie tratará a mi madre como una anciana que como mujer no tiene mucho que aportar. ¿Será mucho pedir una iglesia, una escuela, una universidad, una sociedad, sin diferencias de género?

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.