Todos los años, cuando llega el “día de las madres” y “el día de los padres” me surge la misma inquietud: ¿Cómo le damos honra a padres que no merecen que se los honre? ¿Cómo cumplimos el mandato sin sentirnos que estamos actuando de manera hipócrita frente a madres y padres que se han comportado de una manera impropia?
Quienes leen mis artículos saben que tengo el más alto concepto de mi madre a quién respeto y amo como una mujer extraordinaria. Sin embargo, no es el mismo sentimiento que tengo hacia mi progenitor, a quien admiro porque siempre fue un hombre trabajador y honrado, sin embargo, no fue padre, al menos como debería haberlo sido, o al menos como sus hijos lo hemos sido con nuestros hijos por ejemplo de nuestra madre.
Por lo tanto, he tenido que hacerme la misma pregunta más de una vez. He pensado en la pertinencia de este artículo, y lo escribo pensando en todos aquellos hijos que de un modo u otro tienen el mismo dilema que me he planteado yo.
El mandato
Ese fue el golpe de gracia que terminó de hundir las esperanzas de mi amiga de que su madre alguna vez sería diferente.
Una vez alguien me dijo:
—Tal vez si me hubiese pegado me habría dolido menos que la indiferencia que ha tenido conmigo siempre.
Y tenía razón. Como dijera alguna vez William Shakespeare:
Una de mis alumnas alguna vez me contó, entre lágrimas, el tremendo esfuerzo que le demandó viajar para visitar a su madre, quien se había ido, dejándola sin cuidado y sin ayuda de nadie cuando era una niña. Fue criada por familiares lejanos y amigos. Sin embargo, lo que más le dolió, fue la indiferencia con la que se encontró. Ella se había forjado expectativas con dicho encuentro y me dijo:
—Fue como si me hubiera abandonado por segunda vez.
Ausencia emocional: Otro tipo de abandono es el de los padres emocionalmente ausentes de la vida de sus hijos, incluso algunos estando al lado de ellos. Han dado alimento, pero no cariño. Han invertido tiempo en trabajar, pero nunca en escuchar. Han creído que su función era indicar lo que tenían que hacer sus hijos, fijar reglas, pero no se dieron el trabajo de ser padres. No construyeron una relación afectiva con sus hijos.
Uno de mis alumnos me dijo una vez, con los puños apretados y con una mirada gélida:
—Detesto el día de los padres. Me siento obligado a ir donde mi padre para entregarle una tarjeta o un presente, pero eso es mentirme a mí mismo. Él nunca estuvo cuando lo necesité, y nunca me ha dicho una palabra ni de agradecimiento ni me ha pedido perdón por su error. Simplemente se ha comportado como un ser ausente. No me gusta este día, ni tampoco las fiestas familiares porque lo tengo que ver, con sus muecas y sonrisas falsas, porque yo conozco a la persona que está detrás de esa máscara.
La tiranía y el autoritarismo: Muchos padres han sido y son tiranos crueles, dictadores que no consideran la opinión de sus hijos, ni tampoco les dan la oportunidad de expresarse de ninguna manera. Consideran que ellos son amos y señores en la vida de sus hijos a quienes terminan asfixiando con su despotismo y actitud arrogante.
Un joven, en una de las universidades
—Me voy lo más lejos posible, donde sé que mi padre nunca llegará. No quiero volver a verlo nunca más, ni siquiera saber que existe.
¿Qué hacemos frente a estos hechos reales? ¿Cómo encaramos el dolor de los hijos e hijas que han sido dañados profundamente por aquellos que supuestamente deberían haberlos amado incondicionalmente?
Es interesante que los animales, aun los más “salvajes”, tratan con cariño a sus crías, así que cuando le decimos “animal” a un padre o madre que trata con crueldad a sus hijos, es en muchos sentidos, un insulto para muchas especies del reino animal que tienen una conducta totalmente diferente a la de muchos seres humanos.
El que pretenda que se debe “honrar” incondicionalmente a padres abusivos, violentos, autoritarios, dictadores, crueles, implacables, castradores y ausentes, simplemente pone una carga demasiado pesada en los hombros de quienes han sido abusados, violentados, reprimidos, acosados, maltratados, injuriados, castrados y abandonados. Es fácil, desde la vereda de la normalidad, convertirse en jueces de quienes han sufrido lo indecible a manos de quienes debían amarlos. Otra cosa es sufrir en carne propia lo que han padecido algunos hasta lo inimaginable.
Hechos que deben tenerse en cuenta:
Una hija, que fue abusada sexualmente por su propio padre, me dijo una vez:
—Nadie en la familia entiende por qué nunca lo abrazo y por qué nunca he permitido que mi hija se le acerque ni lo he dejado a solas con ella. Es un secreto que me corroe y me destruye. Verlo tan tranquilo, aún con lo que me hizo, me está matando.
No pude impedir que las lágrimas anegaran mis ojos cuando escuché esa declaración. Tampoco le permitiría a mi hija ni a mi hijo acercarse a un abuelo así. ¿Tú lo harías?
Algunos principios bíblicos claves
“Si se arrepiente, perdónale” (Lucas 17:3). Pocos se dan cuenta que este versículo señala un “sí” condicional. ¿Si… se arrepiente? ¿Y si no lo hace? ¿Qué hacemos en ese caso? Pues, como he escrito en algunos de mis libros u otros artículos, en ese caso, el perdón sin condiciones simplemente parece un chiste. En ese caso, sólo un milagro puede darnos las herramientas emocionales adecuadas para perdonar, tal como señala Philip Yancey, en ese caso el perdón es un milagro divino, y tal como señala la especialista en violencia doméstica Marie Fortune, perdonar en estas condiciones, no implica necesariamente reconciliación.
“No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien el mal” (Romanos 12:21). En ese caso, el principio bíblico es no pagar con la misma moneda, permitir que el mal, así como en una herida infectada fluya, que no se detenga ni nos convierta en seres vengativos o rencorosos. Pero, del mismo modo, eso no es una carta abierta para que la reconciliación sea instantánea.
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar” (Mateo 11:28). Podemos ir a Dios con nuestras cargas y trabajos, que él nos dará el descanso que no logramos para nuestras mentes heridas por las personas que debían protegernos y cuidarnos.
La mejor celebración
¿Cómo celebramos en medio del dolor del abuso, la indiferencia, el abandono, la violencia y el autoritarismo?
Convertirnos en sobrevivientes. Para romper el ciclo, para vivir, para no dejar que el abuso nos hunda ni la violencia nos destruya. Con una vida que prospera frente al dolor, sin convertirse en lo mismo que se recibió, estamos cantando a la vida y de esa forma construyendo algo diferente.
Un día mi hijo adolescente me dijo:
—Papi, por qué siempre me abrazas y no dejas que me vaya de casa sin darme un abrazo.
—Para que cuando no estés y hayas partido, nunca olvides que tuviste a un padre que nunca ha dejado de amarte, desde el instante que supe que nacerías.
Triunfar en el bien y en la felicidad. Que nuestro éxito y felicidad sea la reprensión para la vida de quienes no cumplieron su tarea. No hay mejor manera de decirles: No pudieron conmigo, no me destruyeron, que convirtiéndose en personas que tengan éxito positivo y felicidad. La vida es demasiado corta y el rencor demasiado largo, no vale la pena arriesgar la felicidad presente y futura por no dejar las cargas de amarguras a un lado.
Confrontar positivamente. La pus, es una sustancia maligna que si no se drena ni se limpia, tarde o temprano infecta las heridas y gangrena la carne. Lo mismo con los sentimientos y emociones que no se expresan. Algunos hijos dicen: ¿Para qué? Pues, para que limpies tu mente y tu interior y dejes que eso fluya. Es probable que tus progenitores, especialmente si nunca han pedido perdón, no lo entiendan y hasta se sientan ofendidos, pero no lo hagas por ellos, hazlo por ti. Para que la amargura no te corroa, ni el rencor te destruya. Deja que esas emociones salgan, si ellos no reaccionan, al menos tendrás la paz de que hiciste tu parte. Ser proactivo y expresar con asertividad, no es fácil, pero es el camino de la sanidad emocional.
Alejarte, si te hace mal. El último paso, el más difícil, el incomprendido, pero el necesario si queremos definitivamente construir una vida resiliente. Cuando nos enfrentamos a progenitores que sistemáticamente dañan, que no reconocen, que no piden perdón, que se mantienen en el abuso, entonces, es necesario alejarse física y emocionalmente, para no ser destruido definitivamente por quienes no entienden el daño que ocasionan.
Una querida amiga, me dijo hace un tiempo:
—Opté por irme, por no llamar, por no visitar, por no hablar. Para ellos son una hija ingrata, sin embargo, ellos nunca han aceptado lo que hicieron ni lo que hacen. Eso me daña y me destruye. No quiero eso para mi vida, ni tampoco para mis hijos.
Puede que lo aceptemos o no, pero es la salida de quienes no tienen salida por la tozudez de quienes nunca han pedido perdón ni han intentado la reconciliación.
Conclusión
Quienes leen mis artículos saben que tengo el más alto concepto de mi madre a quién respeto y amo como una mujer extraordinaria. Sin embargo, no es el mismo sentimiento que tengo hacia mi progenitor, a quien admiro porque siempre fue un hombre trabajador y honrado, sin embargo, no fue padre, al menos como debería haberlo sido, o al menos como sus hijos lo hemos sido con nuestros hijos por ejemplo de nuestra madre.
Por lo tanto, he tenido que hacerme la misma pregunta más de una vez. He pensado en la pertinencia de este artículo, y lo escribo pensando en todos aquellos hijos que de un modo u otro tienen el mismo dilema que me he planteado yo.
El mandato
El mandato bíblico es claro:
Cuando el mandato se rompe
¿Qué hacer cuando los padres en vez de proteger, sustentar y amar hacen todo lo contrario?
Abuso: Muchas madres y padres han sido y son abusivos con sus hijos. No sólo me refiero al abuso físico, sexual y psicológico, sino a múltiples micro violencias y situaciones que dejan marcas indelebles en la vida de sus hijos.
Aún recuerdo el impacto que me produjo cuando una amiga me contó entre lágrimas que el día en que se atrevió, ya siendo adulta, a hablar con su madre para encararla por su conducta abusiva ésta le espetó de manera cortante, sarcástica y prepotente:
“Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios” (Éxodo 20:12; también repetido en Deuteronomio 5:16).En términos normales el mandato tiene dos presuposiciones:
- Pretende que los hijos sean agradecidos a sus padres, puesto que ellos les han sustentado, protegido y amado.
- Entiende que la función de los padres es representativa de la acción de Dios, en los mismos términos anteriores, es decir, sustento, cuidado, amor y protección.
Cuando el mandato se rompe
¿Qué hacer cuando los padres en vez de proteger, sustentar y amar hacen todo lo contrario?
Abuso: Muchas madres y padres han sido y son abusivos con sus hijos. No sólo me refiero al abuso físico, sexual y psicológico, sino a múltiples micro violencias y situaciones que dejan marcas indelebles en la vida de sus hijos.
Aún recuerdo el impacto que me produjo cuando una amiga me contó entre lágrimas que el día en que se atrevió, ya siendo adulta, a hablar con su madre para encararla por su conducta abusiva ésta le espetó de manera cortante, sarcástica y prepotente:
—Si te imaginas que te voy a pedir perdón, ¡estás muy equivocada! ¡No pienso sentir culpa por ti ni por nadie!
Ese fue el golpe de gracia que terminó de hundir las esperanzas de mi amiga de que su madre alguna vez sería diferente.
Violencia: Hay muchas formas de violencia y todas hacen daño. Minimizar cualquiera de sus manifestaciones es ironizar con la vida de quienes han padecido en carne propia el impacto de la violencia en cualquiera de sus expresiones. Hay violencia activa y también pasiva. Está la violencia que se ejerce con saña, con premeditación y alevosía, y está aquella que se manifiesta en apatía, indiferencia y ausencia. En todos los casos, las heridas que dejan son profundas y dolorosas.
Una vez alguien me dijo:
—Tal vez si me hubiese pegado me habría dolido menos que la indiferencia que ha tenido conmigo siempre.
Y tenía razón. Como dijera alguna vez William Shakespeare:
Las heridas que no se ven son las más profundas.Abandono: Muchos padres abandonan a sus hijos, algunos dejándolos en la indefensión y convirtiéndolos en niños o jóvenes con serias secuelas, incluidos los efectos de la mala nutrición, los riesgos sociales o situaciones de trabajo infantil por sobrevivencia.
Una de mis alumnas alguna vez me contó, entre lágrimas, el tremendo esfuerzo que le demandó viajar para visitar a su madre, quien se había ido, dejándola sin cuidado y sin ayuda de nadie cuando era una niña. Fue criada por familiares lejanos y amigos. Sin embargo, lo que más le dolió, fue la indiferencia con la que se encontró. Ella se había forjado expectativas con dicho encuentro y me dijo:
—Fue como si me hubiera abandonado por segunda vez.
Ausencia emocional: Otro tipo de abandono es el de los padres emocionalmente ausentes de la vida de sus hijos, incluso algunos estando al lado de ellos. Han dado alimento, pero no cariño. Han invertido tiempo en trabajar, pero nunca en escuchar. Han creído que su función era indicar lo que tenían que hacer sus hijos, fijar reglas, pero no se dieron el trabajo de ser padres. No construyeron una relación afectiva con sus hijos.
Uno de mis alumnos me dijo una vez, con los puños apretados y con una mirada gélida:
—Detesto el día de los padres. Me siento obligado a ir donde mi padre para entregarle una tarjeta o un presente, pero eso es mentirme a mí mismo. Él nunca estuvo cuando lo necesité, y nunca me ha dicho una palabra ni de agradecimiento ni me ha pedido perdón por su error. Simplemente se ha comportado como un ser ausente. No me gusta este día, ni tampoco las fiestas familiares porque lo tengo que ver, con sus muecas y sonrisas falsas, porque yo conozco a la persona que está detrás de esa máscara.
La tiranía y el autoritarismo: Muchos padres han sido y son tiranos crueles, dictadores que no consideran la opinión de sus hijos, ni tampoco les dan la oportunidad de expresarse de ninguna manera. Consideran que ellos son amos y señores en la vida de sus hijos a quienes terminan asfixiando con su despotismo y actitud arrogante.
Un joven, en una de las universidades
—Me voy lo más lejos posible, donde sé que mi padre nunca llegará. No quiero volver a verlo nunca más, ni siquiera saber que existe.
¿Qué hacemos frente a estos hechos reales? ¿Cómo encaramos el dolor de los hijos e hijas que han sido dañados profundamente por aquellos que supuestamente deberían haberlos amado incondicionalmente?
Es interesante que los animales, aun los más “salvajes”, tratan con cariño a sus crías, así que cuando le decimos “animal” a un padre o madre que trata con crueldad a sus hijos, es en muchos sentidos, un insulto para muchas especies del reino animal que tienen una conducta totalmente diferente a la de muchos seres humanos.
El que pretenda que se debe “honrar” incondicionalmente a padres abusivos, violentos, autoritarios, dictadores, crueles, implacables, castradores y ausentes, simplemente pone una carga demasiado pesada en los hombros de quienes han sido abusados, violentados, reprimidos, acosados, maltratados, injuriados, castrados y abandonados. Es fácil, desde la vereda de la normalidad, convertirse en jueces de quienes han sufrido lo indecible a manos de quienes debían amarlos. Otra cosa es sufrir en carne propia lo que han padecido algunos hasta lo inimaginable.
Hechos que deben tenerse en cuenta:
- El amor no es un mandato, es una respuesta. No se puede exigir a los hijos amor incondicional cuando lo que se ha dado es otra cosa.
- El respeto no se impone, se gana. Pretender que por el sólo hecho de ser padres merecemos ser respetados, es no entender el verdadero sentido del respeto ni de la paternidad.
- La honra es para los padres, y en este sentido, es necesario una disquisición que debe entenderse con claridad. Madre no es la que engendra, sino la que actúa como madre. Padre no es el que provee la simiente de la vida, sino el que cría y acompaña. No nos equivoquemos: Padre y madre no se refiere a sementales ni incubadoras, sino a individuos que representan con dignidad un rol. En ese sentido, conozco a “padres y madres extraordinarias” que se han comportado como tales aún cuando sus “hijos” no nacieron de sus cuerpos ni fueron fruto de sus vidas.
Una hija, que fue abusada sexualmente por su propio padre, me dijo una vez:
—Nadie en la familia entiende por qué nunca lo abrazo y por qué nunca he permitido que mi hija se le acerque ni lo he dejado a solas con ella. Es un secreto que me corroe y me destruye. Verlo tan tranquilo, aún con lo que me hizo, me está matando.
No pude impedir que las lágrimas anegaran mis ojos cuando escuché esa declaración. Tampoco le permitiría a mi hija ni a mi hijo acercarse a un abuelo así. ¿Tú lo harías?
Algunos principios bíblicos claves
“Si se arrepiente, perdónale” (Lucas 17:3). Pocos se dan cuenta que este versículo señala un “sí” condicional. ¿Si… se arrepiente? ¿Y si no lo hace? ¿Qué hacemos en ese caso? Pues, como he escrito en algunos de mis libros u otros artículos, en ese caso, el perdón sin condiciones simplemente parece un chiste. En ese caso, sólo un milagro puede darnos las herramientas emocionales adecuadas para perdonar, tal como señala Philip Yancey, en ese caso el perdón es un milagro divino, y tal como señala la especialista en violencia doméstica Marie Fortune, perdonar en estas condiciones, no implica necesariamente reconciliación.
“No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien el mal” (Romanos 12:21). En ese caso, el principio bíblico es no pagar con la misma moneda, permitir que el mal, así como en una herida infectada fluya, que no se detenga ni nos convierta en seres vengativos o rencorosos. Pero, del mismo modo, eso no es una carta abierta para que la reconciliación sea instantánea.
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar” (Mateo 11:28). Podemos ir a Dios con nuestras cargas y trabajos, que él nos dará el descanso que no logramos para nuestras mentes heridas por las personas que debían protegernos y cuidarnos.
La mejor celebración
¿Cómo celebramos en medio del dolor del abuso, la indiferencia, el abandono, la violencia y el autoritarismo?
Convertirnos en sobrevivientes. Para romper el ciclo, para vivir, para no dejar que el abuso nos hunda ni la violencia nos destruya. Con una vida que prospera frente al dolor, sin convertirse en lo mismo que se recibió, estamos cantando a la vida y de esa forma construyendo algo diferente.
Un día mi hijo adolescente me dijo:
—Papi, por qué siempre me abrazas y no dejas que me vaya de casa sin darme un abrazo.
Sonreí frente a su manifestación de adolescente inmaduro y le contesté con un abrazo mientras le decía al oído:
—Para que cuando no estés y hayas partido, nunca olvides que tuviste a un padre que nunca ha dejado de amarte, desde el instante que supe que nacerías.
Hace una semana me sonreí con alegría cuando mi hijo, hoy un adulto a punto de ser un profesional, me dijo por Facebook:
—Papi, estoy necesitando uno de tus abrazos de oso.
No pude evitar las lágrimas y pensé: “Se rompió el ciclo. Soy un sobreviviente. Mi hijo recibió otro mensaje”.
Triunfar en el bien y en la felicidad. Que nuestro éxito y felicidad sea la reprensión para la vida de quienes no cumplieron su tarea. No hay mejor manera de decirles: No pudieron conmigo, no me destruyeron, que convirtiéndose en personas que tengan éxito positivo y felicidad. La vida es demasiado corta y el rencor demasiado largo, no vale la pena arriesgar la felicidad presente y futura por no dejar las cargas de amarguras a un lado.
Confrontar positivamente. La pus, es una sustancia maligna que si no se drena ni se limpia, tarde o temprano infecta las heridas y gangrena la carne. Lo mismo con los sentimientos y emociones que no se expresan. Algunos hijos dicen: ¿Para qué? Pues, para que limpies tu mente y tu interior y dejes que eso fluya. Es probable que tus progenitores, especialmente si nunca han pedido perdón, no lo entiendan y hasta se sientan ofendidos, pero no lo hagas por ellos, hazlo por ti. Para que la amargura no te corroa, ni el rencor te destruya. Deja que esas emociones salgan, si ellos no reaccionan, al menos tendrás la paz de que hiciste tu parte. Ser proactivo y expresar con asertividad, no es fácil, pero es el camino de la sanidad emocional.
Alejarte, si te hace mal. El último paso, el más difícil, el incomprendido, pero el necesario si queremos definitivamente construir una vida resiliente. Cuando nos enfrentamos a progenitores que sistemáticamente dañan, que no reconocen, que no piden perdón, que se mantienen en el abuso, entonces, es necesario alejarse física y emocionalmente, para no ser destruido definitivamente por quienes no entienden el daño que ocasionan.
Una querida amiga, me dijo hace un tiempo:
—Opté por irme, por no llamar, por no visitar, por no hablar. Para ellos son una hija ingrata, sin embargo, ellos nunca han aceptado lo que hicieron ni lo que hacen. Eso me daña y me destruye. No quiero eso para mi vida, ni tampoco para mis hijos.
Puede que lo aceptemos o no, pero es la salida de quienes no tienen salida por la tozudez de quienes nunca han pedido perdón ni han intentado la reconciliación.
Conclusión
Como escribí hace tiempo en otro artículo titulado: “¿Será feliz el día de las madres?, hay madres que han sido: ausentes, abusivas, maltratadoras, negligentes, paranoicas, castradoras, autoritarias, violentas, desalentadoras, prepotentes, lejanas emocionalmente, poco comprometidas, injustas, opresivas, golpeadoras, agresivas, descuidadas, apáticas, indolentes, maniáticas, lunáticas, déspotas, dictadoras, tiranas, dominantes, absorbentes, llenas de ira, represoras, desmoralizadoras, atemorizantes, amedrentadoras e irresponsables.
Esto también vale para muchos padres. Es una realidad que no podemos obviar. Negarlo es irresponsable. Exigir que los hijos que han padecido por sus padres y/o madres, sean bondadosos, amables y amorosos, es simplemente, una exigencia fuera de lugar.
Pedirles que no paguen con la misma moneda es prudente. Decirles que no caigan en el mismo juego de rencor, es razonable. Solicitarles que no se dejen arrastrar por la amargura, también es lógico.
Exigirles que abracen a madres y padres que han sido verdaderos monstruos, no es posible. Cargarlos de culpa porque no quieren enviar una tarjeta ni un saludo, no sólo es desmoralizante, sino que crea culpas adicionales al dolor que ya sienten.
Tal vez sea hora de recordar lo que Jesús dijo y que hoy, en el día de las madres, traigo a colación por los hijos e hijas que tendrán mucho dolor por “celebrar” lo que no les nace, antes de apuntarlos con el dedo o emitir declaraciones imprudentes y poco sabias, recuerda que Jesús dijo:
A los hijos e hijas que no querrán saludar, por el dolor que sienten, los abrazo desde aquí y les digo que entiendo, que sé lo que sienten, pero, sólo les pido que no permitan que el rencor los aniquile eso sería dejarse vencer por el mal.
A los que miran desde la vereda del frente, los que fueron amados, los que recibieron abrazos, los que nunca tuvieron padres o madres ausentes, monstruos o abusadores, no juzguen, no hablen, no apunten, no critiquen, guarden silencio y acérquense a esos hijos e hijas y abrácenlos, sin palabras, es probable que con ese gesto, puedas ayudar mucho más que si criticas. No puedes juzgar lo que no has vivido. Ni aún Dios puede sanar a quien no quiere ser sanado, ni perdonar a quien no quiere pedir perdón. No le exijas a otros seres humanos lo que ni Dios puede hacer.
Esto también vale para muchos padres. Es una realidad que no podemos obviar. Negarlo es irresponsable. Exigir que los hijos que han padecido por sus padres y/o madres, sean bondadosos, amables y amorosos, es simplemente, una exigencia fuera de lugar.
Pedirles que no paguen con la misma moneda es prudente. Decirles que no caigan en el mismo juego de rencor, es razonable. Solicitarles que no se dejen arrastrar por la amargura, también es lógico.
Exigirles que abracen a madres y padres que han sido verdaderos monstruos, no es posible. Cargarlos de culpa porque no quieren enviar una tarjeta ni un saludo, no sólo es desmoralizante, sino que crea culpas adicionales al dolor que ya sienten.
Tal vez sea hora de recordar lo que Jesús dijo y que hoy, en el día de las madres, traigo a colación por los hijos e hijas que tendrán mucho dolor por “celebrar” lo que no les nace, antes de apuntarlos con el dedo o emitir declaraciones imprudentes y poco sabias, recuerda que Jesús dijo:
No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes (Mateo 7:1-2).Me da pena por las madres y/o padres que abusaron, abandonaron y maltrataron. Siento tristeza porque en su día probablemente estarán solos, pero la Biblia dice que lo que sembramos cosechamos, ni más ni menos. Ojalá alguno de ellos reaccione y pida perdón de corazón, ese ya será un paso de reconciliación y si lo hace, es probable que el próximo año no esté tan solo.
A los hijos e hijas que no querrán saludar, por el dolor que sienten, los abrazo desde aquí y les digo que entiendo, que sé lo que sienten, pero, sólo les pido que no permitan que el rencor los aniquile eso sería dejarse vencer por el mal.
A los que miran desde la vereda del frente, los que fueron amados, los que recibieron abrazos, los que nunca tuvieron padres o madres ausentes, monstruos o abusadores, no juzguen, no hablen, no apunten, no critiquen, guarden silencio y acérquense a esos hijos e hijas y abrácenlos, sin palabras, es probable que con ese gesto, puedas ayudar mucho más que si criticas. No puedes juzgar lo que no has vivido. Ni aún Dios puede sanar a quien no quiere ser sanado, ni perdonar a quien no quiere pedir perdón. No le exijas a otros seres humanos lo que ni Dios puede hacer.
Excelente artículo. Me alivia los sentimientos de culpa que tengo en algunas ocasiones. Me he alejado de mi madre para que no me haga más daño con sus rencores de toda la vida y no me dé más "golpes bajos" mientras trato de superar las consecuencias de mis propios errores. Pues hay quienes que con su comentario aun bien intencionado, sólo agregan "culpas adicionales" a mi corazón. Dios lo bendiga mucho pastor.
ResponderEliminarMuy buen articulo Pr, es para reflexionar en esta fecha especial de lo que deberia ser una buena madre y padre.
ResponderEliminaraaaaaaaa bueno maravilloso..en mi caso mi madre no vive teniamos nuestras diferencias ...mi padre actualmente vive tiene 82 años un ser ùnico..siempre le digo q lo amo y es el mejor papà del mundo ..ellos nos criaron con mas rigidez ...x q ellos fueron criados asi...las historias se repiten...
ResponderEliminarMuchas gracias!!! estimado
ResponderEliminarMuchas gracias! este artículo me ayuda a liberarme de las culpas por grandes dolores del pasado...y comprendo una vez más que ni Dios puede obligar a alguien a que reconozca sus debilidades. Trato de no juzgar y sobre todo de ser una madre que "acompañe" siempre y tenga gestos de ternura para con sus hijos...lo que yo no tuve...Dios lo bendiga...
ResponderEliminarMuchas gracias pastor!!!! Relamente bueno y cuanta paz y tranquilidad me da!
ResponderEliminarMi querido Miguel muchas gracias.
ResponderEliminarGracias pastor, me encanto este artículo, mis padres son y han sido excelentes padres, se han equivocado como todos pero me han amado sin condiciones y han sabido pedir perdon cuando erraban. A pesar de que tuvieron padres y madres ausentes, manipuladores, abusivos y crueles por la gracia de Dios nos han dado todo y lo siguen haciendo. Lo que le pido a Dios es poder ser un buen padre aprendiendo de sus errores y aciertos y a no juzgar a nadie.
ResponderEliminarEste material es especial. Tengo unos padres maravillosos, gracias a Dios pero he visto como actuan algunos padres con su s hijos asi como ud. lo menciona en el articulo. Los maltratan, descalifican y emocionalmente los destruyen..Solo el Señor podra curar esas heridas del alma.
ResponderEliminarGracias por tu artículo, lo leí detenidamente y no pude evitar que lagrimas corrieran por mi rostro y realice el acto que mi corazón me dicto. Muchas gracias nuevamente
ResponderEliminarTuve un padre autoritario cuando fuí niña, a medida que crecía yo, él se iba dando cuenta de que no era la manera correcta de educar a sus hijos. Con el tiempo y con sus errores aprendió, hoy desde hace mucho es un padre cariñoso, respetuoso, cordial y nada autoritario.
ResponderEliminarMe quedarían heridas de algunas acciones drásticas que usó para corregirnos, pero su humildad al acercarse y reconocer que no estuvo bien en aquellos tiempos, hizo que no sólo yo, si no mis dos hermanas menores lo respetáramos y amáramos mucho más.
Gracias
Excelente artículo... me toca no sabes cómo!!! Que Dios bendiga ese Don, que nos hace reflexionar.
ResponderEliminarProfundo y aunque triste tremendamente aliviante!
ResponderEliminarHe oído algún sermón sobre este tema donde el predicador contaba la historia de una chica que había sido abusada sexualemnte por su progenitor, y en la que luego de escuchar al predicador y entregar su vida a Dios, pudo por fin abrazar a su "padre" aunque con el corazón en la boca. No me gustó el final y siempre pensé que era mucho pedir a aquellas personas abusadas de alguna manera de ir corriendo a perdonar y abrazar a quien le había herido.
ResponderEliminarEste artículo me deja muy en claro lo que ya creía, que no podemos obligar y menos hacer sentir culpables a quienes no quieren abrazar a personas que les hicieron mucho daño.
Otra vez gracias por su aporte, aprendo mucho en mi día a día."
Que saludable es escuchar estos temas porque en realidad como hijos nos cargamos de culpa a veces, o de pesos imposibles de llevar, muchas veces no somos sinceros con nosotros mismos, pero en realidad si estoy de acuerdo en k no pueden cosechar lo k no se han sembrado en nosotros nuestros padres, pero Dios puede poner verdadero perdon, en malaquias 4:6 El harà volver el corazòn de los padres hacia los hijos, y el corazòn de los hijos hacia los padres..... Me encanta los artìculos, Dios bendice su ministerio de la palabra en abundancia sin duda.
ResponderEliminarGracias Pastor por este artículo,que me hace reflexionar en lo difícil que resulta ser madre,sin dañar a mis hijos en el anhelo de hacer lo mejor para y por ellos.Me sentí identificada en algún aspecto...y recuerdos vienen de mi niñez...que no quiero repetir!!!
ResponderEliminarExcelente artículo. En algunas ocasiones tengo sentimientos de culpa, pensando si realmente está mal o no que me haya alejado de mi madre, quien me hace daño con sus comentarios venenosos acerca de mis propios errores, o cuando me siento afectada por su vida llena de historia de rencores y resentimientos. Lucho con ese sentimiento, razonando que en verdad Dios no me pide tales sacrificios como tener que aguantar que me maltrate con sus palabras. Algunas veces me cuesta mucho. Después de orar muchísimo la paz vuelve a mi corazón. Las cosas se complican cuando amigos bien intencionados agregan "culpas adicionales" a mi corazón. Pero en fin...estoy en ese lucha. Dios lo bendiga mucho en su ministerio.
ResponderEliminarbuen articulo, pena que hallamos tantos que nos identificamos con este articulo.
ResponderEliminarExcelente su artículo Pr. Ojalá muchos dentro de nuestra iglesia entendieran este concepto y de esa manera no brinden "consejos bíblicos" con mensajes de culpabilidad."
ResponderEliminarmuchas muchas gracias!!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, que el rencor no los aniquile y que se acerquen a abrazarlos.
ResponderEliminara veces es muy difícil ir a abrazar...muy difícil..
ResponderEliminarFlor, y si el dolor no les permite, no el rencor... ¿qué dirás?
ResponderEliminarMe puso a pensar bastante. Los abrazaría y los escucharía.
ResponderEliminarFlor, ¿cómo puedes abrazar si el dolor no te lo permite? ¿cómo puedes actuar como si nada hubiera pasado? Cuando hay abuso, ¿qué es lo que tienes que escuchar?
ResponderEliminar¡Qué triste que en la iglesia se nos llene de tantas culpabilidades! ¡Que bronca que muchos que se dicen "sabios" sean tan necios! Gracias por abrirme los ojos, gracias, necesitaba leer esto.
ResponderEliminarMe he sentido muy identificada con todo lo que he leído. Tuve un padre ausente del que, a pesar de todo, tengo un buen recuerdo, pues era una buena persona. Y tuve una madre que nos destrozó la vida a mi hermana y a mí. Golpes, insultos, humillaciones y desprecios, es lo que tuvimos cuando éramos niñas. Durante mucho tiempo la odié y le deseaba la muerte. Me costó años perdonarla, sólo pude hacerlo cuando crecí y me dí cuenta de que ella tampoco había tenido una familia, quedó huérfana de padre y madre cuando era muy pequeña y nunca supo ser una madre. Sé que eso no la justifica, pero a mí me sirvió para entender.
ResponderEliminarMi hermana nunca pudo perdonarla: con 51 años, toxicómana y con un trastorno antisocial tiene pocas esperanzas de recuperación.
Y lo más curioso es que mi madre aún se atreve a quejarse de que a sus conocidas, porque amigas no tiene ni ha tenido nunca, sus hijas las llaman, las visitan y se preocupan por ellas. Y a ella no.
Me he sentido muy identificada con todo lo que he leído. Tuve un padre ausente del que, a pesar de todo, tengo un buen recuerdo, pues era una buena persona. Y tuve una madre que nos destrozó la vida a mi hermana y a mí. Golpes, insultos, humillaciones y desprecios, es lo que tuvimos cuando éramos niñas. Durante mucho tiempo la odié y le deseaba la muerte. Me costó años perdonarla, sólo pude hacerlo cuando crecí y me dí cuenta de que ella tampoco había tenido una familia, quedó huérfana de padre y madre cuando era muy pequeña y nunca supo ser una madre. Sé que eso no la justifica, pero a mí me sirvió para entender.
ResponderEliminarMi hermana nunca pudo perdonarla: con 51 años, en la cárcel, toxicómana y con un trastorno antisocial tiene pocas esperanzas de recuperación.
Y lo más curioso es que mi madre aún se atreve a quejarse de que a sus conocidas, porque amigas no tiene ni ha tenido nunca, sus hijas las llaman, las visitan y se preocupan por ellas. Y a ella no.