domingo, 21 de octubre de 2007

El día del pastor

Ayer se celebró el día del pastor... y, me hice la promesa a mí mismo de no volver a participar en algo así. Realmente me hace sentir mal. Cuando el culto no es adoración o está centrado en el ser humano, pierde todo sentido.

Siento que toda autocelebración en el fondo es negar el ministerio. Debería ser el día de las misiones o de la vocación misionera y deberíamos hablar de aquellos que han rendido su vida a Dios estableciendo las prioridades correctas, y en ese plano entran muchos, no sólo pastores, sino médicos, profesores, colportores, y miles que día a día dan su vida por adelantar el mensaje evangélico.

Los pastores no debemos ser el centro de la Misión. Cuando eso ocurre, entonces, el ministerio pierde sentido. Tal vez ese sea el problema por el cual no avanzamos más. Cuando el ministerio se hace autoreferente y se pierde de vista al único Pastor, a Jesucristo, entonces, institucionalizamos el ministerio, y ese es un modo de asesinar la Misión.

Me prometí a mí mismo no participar nuevamente en una celebración que sea autoreferente. No creo que dignifique el ministerio, ni que sea lo que Cristo buscaba.

Es una forma de volver a la vieja discusión de los apóstoles: "¿Quién es el primero?". En el ministerio no hay lugar para primeros, todos somos privilegiados de participar en algo glorioso, y ya eso debería bastar.
Siento esto, aunque se que evidentemente no es "políticamente correcto"..., pero en fin, hace mucho rato que dejé de ser "políticamente correcto".

lunes, 15 de octubre de 2007

La alegría del cielo

Hoy en la mañana leí Lucas 15:3-7, la sección de la parábola de Lucas 15, que está presentada de tres formas distintas.

En ellas Dios es el pastor que sale a buscar a la oveja que se ha perdido, sin darse cuenta. Deja a las 99 en el redil y va en busca de aquella que lo necesita. Cuando la encuentra se la pone en los hombros y va con ella de regreso al redil.

No conforme con esto, reune a sus amigos y vecinos y hace una fiesta de celebración, porque la que estaba perdida ahora ha sido encontrada.

Hasta ahí la historia.

Lo que quiero destacar es que hay dos mensajes claros, profundos y fuertes en estos textos:

1. Dios nunca se aleja del pecador. No lo abandona. No lo deja a su suerte. Siempre está preocupado y cuando es preciso va en busca de la oveja perdida. Este mensaje poderoso contrasta con el que se suele mencionar en las iglesias y desde los púlpitos, y en la actitud cotidiana de quienes se creen más santos que otros. Dan muchos la sensación de que hay que ir a Dios, cuando el texto nos dice que es Dios es el que viene constantemente a nosotros.



2. Lo segundo, es el acto de alabanza. El cielo lleno de gozo. El pastor agradecido y contento de estar nuevamente reunido con su oveja. Qué contraste con tantas congregaciones y cristianos, que han confundido reverencia con tristeza, adoración con funeral. Muchos cantos de alabanza se han transformado en una acto monótono carente de fuerza en sí mismo. Se cantan sin convicción y con la sensación de que no hay nada que celebrar. El cielo canta. Dios y los ángeles aplauden de alegría... ¿Donde están los cristianos que no hacen lo mismo, especialmente cuando andaba perdido y encuentra al Señor que lo trae de vuelta?

martes, 9 de octubre de 2007

Ausencia pastoral

La mayoría de los fines de semana estoy en algún distrito o iglesia dirigiendo seminarios y encuentros para matrimonios. Normalmente se juntan todos los miembros de las iglesias casados, suelen invitarse personas que no pertenecen a la congregación y en muchos casos, asisten varones y mujeres sin sus compañeros que no son cristianos y que no aceptan participar. Indistintamente del lugar, dichas actividades son un motivo de reflexión, de análisis y de camaradería cristiana. Todos aprendemos.

Sin embargo, hay algo que me preocupa cada vez más. Quisiera tener una respuesta pero no la tengo. Ya hemos dirigido casi 100 de estos encuentros en 16 países, y en todos se da una constante que resulta desalentadora. No importa en qué lugar sea o cuántas personas se habrán de reunir, en la mayoría de las ocasiones, salvo en excepciones que recuerdo muy bien por lo poco habitual, los pastores y sus esposas no asisten a los encuentros matrimoniales.

¿Qué será? ¿Creerán que ya saben todo y no necesitan aprender más? ¿Tendrán la idea que como pastores sus hogares son perfectos? ¿Supondrán que otro pastor no tiene nada que decirles a ellos? ¿Creerán que parecer vulnerables frente a sus membresías perderán autoridad? No tengo una respuesta. Desde mi perplejidad no sé qué decir.

Lo preocupante es que en cada ocasión los hermanos manifiestan su perplejidad frente a la ausencia de sus líderes espirituales. Me aflige pensar que se pueda estar dando un mensaje confuso a las personas. Me preocupa que los pastores puedan pensar que ellos están inmunes a los peligros que enfrentan hoy las parejas cristianas. Que digan con su actitud esto es lo que "ustedes" necesitan, no nosotros.

Quisiera hacer algo, pero no sé qué. Al menos, comienzo a hablar de un tema que cada vez es más preocupante. Muchos pastores están perdiendo el ministerio simplemente porque sus hogares fracasan. Es hora de tomar en serio algo que nunca debería haberse perdido de vista: La fragilidad humana.

¿Qué podríamos hacer? ¿Qué hacer para que los pastores entiendan la necesidad de cuidar sus hogares? El silencio otorga, así que el hablar del tema, es bueno en la medida que la reflexión sirve para tomar decisiones.